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Desconfianza y desesperación

Te doy una pequeña parte en la Redención del género humano. Tú eres el alivio en el momento de Mi agonía. Al haber recibido el permiso de mi confesor para hacer este acto de ofrecimiento, en poco tiempo conocí que este acto fue agradable a Dios, ya que empecé a sentir sus consecuencias. En un momento mi alma se hizo como una roca: árida, llena de tormentos y de inquietud. Varias blasfemias e imprecaciones retumbaban en mis oídos. La desconfianza y la desesperación se albergaron en mi corazón. He aquí la condición de los miserables que yo había tomado sobre mí. En un primer momento me asusté mucho de estos honores, pero con la primera confesión fui tranquilizad.” Santa Faustina Kowalska, Diario de Santa Faustina Kowalska, nº 310 y 311.

Las huestes españolas

“Y cuando una nueva invasión, que parece que trae el desierto y la traslada por encima del estrecho, nos ataca, todos los reyes avanzarán unánimes, porque Alfonso IX de León entrega parte de sus guerreros y se queda de reserva con los demás, y entonces será la Iglesia la que extienda sus mantos de los caballeros de sus órdenes militares para que cubran la tierra empapada con su sangre en el Centro peninsular y puedan pasar sobre ella los reyes confederados alrededor de la Cruz y llevarla en triunfo por el paso del Muradal hasta las colinas de las Navas, y descender después, con un santo que esconde el sayal del armiño, hasta el Guadalquivir, y llegar más tarde a la vega de Granada, y ponerla en sus adarves. Y no se parará allí a dormir el sueño de la victoria realizada, bajo pabellones de laurel; se asomará al mar para cautivarle y educarle con su fe y su genio.” Juan Vázquez de Mella, El Verbo de la Tradición, p. 63.

Los guerreros de Cristo

“Y si la espada, como quería Peguy, tuvo que ser muchas veces la que midió con sangre el espacio sobre el cual el arado pudiese después abrir el surco; y si la guerra justa tuvo que ser el preludio del canto de la paz, y el paso implacable de los guerreros de Cristo el doloroso medio necesario para esparcir el Agua del Bautismo, no se hacia otra cosa más que ratificar lo que anunciaba el apóstol: sin efusión de sangre no hay redención ninguna. La Hispanidad de Isabel y de Fernando, la del yugo y las flechas prefiguradas desde entonces para ser emblema de Cruzada, no llegó a estas tierras con el morbo del crimen y el sadismo del atropello. No se llegó para hacer víctimas, sino para ofrecernos, en medio de las peores idolatrías, a la Víctima Inmolada, que desde el trono de la Cruz reina sobre los pueblos de este lado y del otro del océano temible.” Antonio Caponetto, www.statveritas.com, Revista Empenta, nº 99 (2º Trim 2015), p. 28.

¡Fuera, fuera, crucifícale!

“En la Pasión todos hemos atendido y mucho se ha escrito, sobre aquél pasaje en el que el Pueblo judío se conjura para toda su historia: «¡Que su sangre [de Jesús] caiga sobre nosotros y sobre nuestros hijos!» (Mt. 27, 24- 25). Sin embargo, traemos otro a colación del tema que estamos tratando y nos parece sumamente profundo en aras de pensar una teología de la historia. Poco antes de la dura afirmación antes citada, los judíos responden así a la siguiente imprecación de Pilatos: «Pero ellos gritaron: ¡Fuera, fuera, crucifícale! Pilatos les dijo: ¿A vuestro Rey he de crucificar? Respondieron los principales sacerdotes: No tenemos más rey que César» (Jn. 19, 15). No estamos simplemente ante una estrategia de los fariseos para atemorizar a Pilatos, sino que esa temeridad se convierte en una carga y condena hasta el final de los tiempo.” Javier Barraycoa, Revista Verbo, nº 535-536, mayo-junio-julio 2015, p. 501.

Los católicos civilizados

“Mientras los católicos creábamos, por poner sólo algunos ejemplos, e derecho y las ciudades, el Estado moderno con sus cortes y administración de justicia, las universidades y el método científico, la literatura y el arte, descubríamos el mundo con nuestros galeones y lo dibujábamos en planos, o inventábamos las sociedades mercantiles y el tráfico marítimo internacional, los abuelos de quienes se han apropiado hoy de nuestros avances, y encima pretenden darnos ejemplo, no sabían hacer otra cosa más que asolar las costas como vikingos, después los mares como piratas, más tarde naciones enteras como colonizadores 1′ por último, a la humanidad toda, privándola de Dios y la eternidad.” Juan Sánchez Galera, Revista Razón Española, nº 196, Marzo-Abril 2016, p. 196.

El liberalismo del diablo

“Es el Liberalismo para el uso de los que no consienten todavía en dejar de parecer o creerse católicos. Es el Liberalismo, triste crepúsculo de la verdad que .empieza a obscurecerse en el entendimiento, o de la herejía que no ha llegado aún a tomar completa posesión de él. Observamos, en efecto, que suelen ser católicos liberales los católicos que van dejando de ser firmes católicos, y los liberales crudos que, desengañados en parte de su error, no han acabado de entrar todavía de lleno en los dominios de la íntegra verdad. Es además el medio sutil e ingeniosísimo que encontró siempre el diablo para retener por suyos a muchos que de otra manera hubieran aborrecido de veras, a haberla bien conocido, su maquinación infernal.” Félix Sarda y Salvany, El Liberalismo es pecado, p. 21.

Laicidad suprema manifestación de la libertad negativa

“La laicidad es, así, emancipación de toda limitación moral o religiosa, o natural incluso; la suprema manifestación de la libertad negativa. Algo que, por cierto, se encuentra en el fondo de los dos modelos de tecnificación de los derechos de la modernidad, tanto el anglosajón, que va del individuo al Estado, como el francés, que va del Estado al individuo, pues en ambos casos, a la postre, el ordenamiento jurídico proviene del poder soberano del Estado, que se hace efectivo.” Joaquín Almoguera Carreres, Revista Verbo, nº 537-538, agosto-septiembre-octubre 2015, p. 580.