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La Iglesia

Los apóstoles, la Iglesia primitiva, se difundieron muy pronto por todo el mundo entonces conocido. Santiago y San Pablo llegaron hasta España, el «Finis Terrae». La Iglesia es santa por su Fundador, por su Espíritu, por su doctrina, por su moral, por los medios de santificación que posee, por los muchos que viven esa santidad: los mártires, los santos, los religiosos, tantas personas sinceramente buenas. Desgraciadamente, no todos los cristianos son lo que debían ser, según lo que han profesado.

La iglesia es católica -universal-, porque está destinada a abrazar a todos los hombres, y porque de hecho la profesan hombres de todas las razas y pueblos. La Iglesia es apostólica, porque Cristo la instituyó sobre el fundamento de los Apóstoles, quienes transmitieron su autoridad a los obispos, sus sucesores, hasta el día de hoy.

La entrada a la Iglesia se hace por el bautismo. Con él se perdona el pecado original y cualquier otro pecado personal que se hubiera cometido, supuesto, claro está, algún arrepentimiento de él. Para recibirlo -en la adultez- es necesario creer todo lo que la Iglesia enseña, aceptar su autoridad y disponerse a recibir de ella los medios de santificación que Cristo puso en sus manos. La autoridad de la Iglesia es el Papa -sobre todo el mundo- y los obispos -sobre su diócesis, y de alguna manera los párrocos y sacerdotes en general. Hay quienes dicen que creen en Dios, pero no en la Iglesia. Esto es una tontería: si crees en Dios, acepta lo que Él te dice. Y El es el que ha instituido la Iglesia y le ha dado sus poderes.

Conexión con el de la Iglesia tiene el dogma de la Comunión de los Santos. Los santos son, en este contexto, los santificados con el bautismo, es decir, todos los cristianos. Todos forman un cuerpo espiritual con Cristo, del cual Él es la cabeza, y nosotros los miembros. Y así como todos los miembros del cuerpo son útiles para los demás y para el todo, así también cada cristiano aprovecha a todos y se aprovecha de todos: de sus oraciones y sacrificios.

También es don precioso de la Iglesia el poder de perdonar los pecados, que Cristo le concedió. De tal forma que, normalmente, Dios quiere que todos los pecados sean perdonados por la Iglesia.

Escatología

Ni el mundo ni la Iglesia son eternos: tendrán un fin. Hoy se llama a eso escatología. Dice San Pablo que todos resucitaremos al fin del mundo; pero por su orden. Cristo resucitó en seguida. La Virgen también. Los demás resucitaremos al fin del mundo (1 Cor. 15, 21-23). Entonces Dios juzgará a la humanidad en todo su conjunto y dará a cada uno según su merecido. A los que hayan muerto en amistad con Él les dirá: «venid, benditos de mi Padre, a poseer el Reino de los cielos que os tengo preparado desde el principio del mundo ».Y a los que, pertinaces hasta el último momento de su vida, no quisieron su amistad, les dirá: «Apartaos de Mí, malditos, al fuego eterno, que está preparado para Satanás y sus ángeles…

No basta con creer, son necesarias las obras conformes a la Fe

La fe verdadera lleva a una entrega de sí mismo a Dios por Jesucristo. No sólo debemos creer las verdades sino confiar en Jesucristo, esperando todo de Él, amarle y servirle, cumpliendo sus mandamientos. Unos mandamientos los ha dado Dios mismo; otros los ha dado la Iglesia, pero con autoridad de Dios.

Los mandamientos de Dios

Resumen de todos los mandamientos: Amar a Dios sobre todas las cosas. Es claro que quien ama a Dios de verdad, le obedecerá en todo y no le ofenderá en nada. Y como Dios ama a su creación, especialmente a sus hijos, los hombres, el que ama a Dios tendrá que amar a los hombres. El amor a nuestros hermanos, los hombres, es una buena prueba una buena medida de nuestro amor a Dios.

Resumen de los mandamientos relativos al prójimo: Amar a los demás como a nosotros mismos. No hacerles lo que no quisiéramos que nos hicieran. Hacerles lo que quisiéramos que nos hicieran. Si estos dos mandamientos -¡SOLAMENTE DOS!- los cumplieran los hombres, el mundo sería un paraíso.

Los mandamientos de la ley de Dios los enuncia así el catecismo nacional español:

El 1º: Amarás a Dios sobre todas las cosas.

El 2º: No tomarás en vano el nombre de Dios.

El 3º: Santificarás las fiestas.

El 4º: Honrarás a tu padre y a tu madre.

El 5º: No matarás.

El 6º: No cometerás actos impuros. El 7 º· No hurtarás.

El 8º: No dirás falso testimonio ni mentirás.

El 9º: No consentirás pensamientos ni deseos impuros.

El 10º: No codiciarás los bienes ajenos.

Primer mandamiento: Amar a Dios sobre todas las cosas. Esto implica: Creer, tener fe en lo que enseña Dios por su Iglesia, como lo hemos explicado. Esperar la felicidad del cielo, que Dios ha prometido a los que la merezcan por sus buenas obras; para las que, por otra parte, Dios les ayudará. Amar a Dios por su infinita perfección y grandeza; porque nadie ha hecho tanto por nosotros; porque de nadie podernos esperar tanto. Debernos honrar a Dios y no practicar religiones falsas o supersticiones.

Segundo mandamiento: No tomarás en vano el Nombre de Dios. El honor de Dios pide que no profanemos su santo Nombre con blasfemias o palabras injuriosas contra Él o sus santos; que no faltemos a los juramentos o promesas hechas a Dios.

Tercer mandamiento: Santificar las fiestas. Hemos de honrar a Dios dándole culto, es decir, asistiendo a la Santa Misa los días de precepto, y descansando de trabajos corporales esos mismos días.

Cuarto mandamiento: Honrar padre y madre, es decir, respetarlos y amarlos toda la vida, y obedecerlos mientras se vive bajo su potestad. También es obligación del cristiano respetar y obedecer a las legítimas autoridades, tanto civiles como eclesiásticas.

Quinto mandamiento: No matar. No hacer mal a nadie, ni de obra, ni de palabra, ni aun de deseo. Y, radicalmente, que todos nos amemos los unos a los otros como nos amamos a nosotros mismos.

Sexto y nono mandamientos: Prohíben el placer sexual fuera del legítimo matrimonio, sea con pensamientos, conversaciones o acciones. Y éstas, sean a solas o con otras personas.

Séptimo mandamiento: No hurtar. Los bienes materiales necesarios para la vida, los defiende para todos la ley de Dios con el séptimo mandamiento. Prohíbe quitar a otro lo que es suyo o perjudicarle en sus bienes, con obligación de devolver lo robado y de reparar los perjuicios ocasionados. Y obliga a guardar fielmente los contratos libremente pactados y a pagar los tributos justos.

Octavo mandamiento: No levantar falso testimonio ni mentir. Son otras formas de hacer daño al prójimo: mentir: quitar la buena fama al prójimo, sobre todo calumniosamente y juzgarlo mal sin motivo ni fundamento (juicio temerario).

Noveno y décimo mandamientos: Están suficientemente explicados en el sexto y séptimo.

Reflexión sobre los mandamientos de la Ley de Dios

Todos los mandamientos de Dios se reducen al amor, a la caridad cristiana. Esta caridad o amor debe dirigirse ante todo a Dios, que nos ha creado, nos conserva el ser, nos ha dado de cuanto bueno poseemos o esperamos, nos ha redimido de nuestros pecados con la muerte de Jesús, nos ha regalado con su cuerpo y sangre en la Eucaristía, nos convida al cielo y nos ayuda para merecerlo. Después del amor a Dios, el amor al prójimo, a todos los seres humanos. Esto significa que los amemos verdaderamente, que no les hagamos ningún mal y les hagamos todo el bien que podamos. ¿Por qué debemos amarlos? No está mal que nos fijemos en sus buenas cualidades y en sus necesidades. Pero no debemos pararnos en un amor puramente humano. Nuestro amor debe ser verdaderamente cristiano, es decir, sobrenatural, teológico.

Nuestro primer deber para con nuestros prójimos es ser justos con ellos, respetándoles sus derechos, los derechos de todos, sean quienes sean. Además de eso, debemos practicar, según las ocasiones, múltiples formas de caridad. Los antiguos catecismos nos hablaban de las obras de misericordia: son otras tantas formas magníficas de practicar la caridad. Hélas aquí: OBRAS DE MISERICORDIA CORPORALES: Visitar a los enfermos: Dar de comer al hambriento. Dar de beber al sediento. Vestir al desnudo. Dar posada al peregrino. Redimir al cautivo. Enterrar a los muertos. OBRAS DE MISERICORDIA ESPIRITUALES: Enseñar al que no sabe. Dar buen consejo al que lo ha menester. Corregir al que yerra. Perdonar las injurias. Consolar al triste. Sufrir con paciencia las flaquezas de nuestros prójimos. Rogar a Dios por vivos y muertos. Y ASÍ OTRAS MUCHAS OBRAS DE CARIDAD.

«MARÍA JAMAS SE CANSA DE ROGAR POR NOSOTROS», exclama San Germán. Y si cada mañana y cada noche rezamos con fe las TRES AVEMARÍAS, es seguro que obtendremos la salvación eterna.