Un joven avispado de Contracorriente nos ha enviado el siguiente comunicado de la Nunciatura Apostólica en España:

Ante las declaraciones efectuadas el día 23 de enero de 2014 por el Abad de Montserrat, Dom Josep Maria Soler, y difundidas por los medios de comunicación, sobre que “un eventual estado catalán seria reconocido por el Vaticano”, esta Nunciatura Apostólica en España quiere precisar públicamente que las mencionadas declaraciones del Abad son opiniones de su exclusiva responsabilidad personal y no reflejan en absoluto la posición de la Santa Sede.

virgen montserratNo puede ser de otra manera. La Santa Sede no puede apoyar un proceso independentista realizado contra las leyes de un Estado soberano, como es España.

El independentismo o secesionismo es inmoral. El año 2002 la Conferencia Episcopal Española declaró que “España es fruto de uno de esos complejos procesos históricos. Poner en peligro la convivencia de los españoles, negando unilateralmente la soberanía de España, sin valorar las graves consecuencias que esta negación podría acarrear, no sería prudente ni moralmente aceptable.” Fomentar el divorcio es pecado porque deshace lo que Dios unió. Deshacer una nación es inmoral también.

El independentismo es antihistórico. Cataluña ha sido siempre tradicional, católica y española. La “futura Cataluña” es una historia reconstruida ideológicamente, absolutamente falsa. Los dogmas nacionalistas son sencillamente mentiras, como demuestra el sociólogo y profesor universitario catalán, Javier Barraycoa en sus libros “Historias ocultadas del nacionalismo catalán” y “Cataluña Hispana”, publicados por Libros Libres. Los secesionistas ocultan las grandezas históricas de Cataluña, sus hazañas bélicas, sus cruzadas, sus heroes, sus santos, sus mártires.

La tesis del obispo de Vic, Torras y Bages: “Cataluña será cristiana o no será” irrita a los catalanistas y la desprecian. Cataluña para “los cristianos por la independencia” puede ser cualquier cosa menos cristiana. Y por ahí caminamos: 82% de los nuevos matrimonios de Cataluña se realizan por lo civil y sólo el 16% matrimonios católicos. El 23% de los padres catalanes piden la asignatura de religión para sus hijos en los colegios públicos. Las vocaciones en los seminarios y noviciados, justitas. Si seguimos así, Cataluña será una república atea, una democracia totalitaria, un país islámico o una jaula de grillos.

José María Alsina Roca, exrector de la universidad Abad Oliva de Barcelona, Catalán como el que más, ha escrito:

Esta relación entre ideología y secularización es patente en el caso de Cataluña. El padre Orlandis utilizaba una expresión dura para afirmarlo: «El catalanismo ha castrado a Cataluña». El catalanismo no ha sido una reafirmación sincera de la lengua, la historia, y la forma de ser peculiar de los catalanes, sino algo completamente ajeno a su tradición, alimentado por resentimientos y fracasos no asumidos. En el conocimiento y amor verdadero a nuestra propia historia podremos encontrar el camino para superar las actuales incomprensiones y divisiones. Este amor es el que nos hará descubrir la profunda verdad de las palabras del obispo de Vic, Torras i Bages que podemos leer en el prólogo de la segunda edición de La Tradició catalana: «Es certament aquest llibre un breviari del culte a la pàtria-terra: però que de cap manera no s’oposa, ans al revés, al culte d’Espanya, conjunt de pobles units per la Providència». (Es ciertamente este libro un breviario del culto a la patria-tierra: pero que de ninguna manera se opone, sino al contrario, al culto de España, conjunto de pueblos unidos por la Providencia.)

Termino con una estrofa del Virolai de mossèn Cinto Verdaguer que he cantado cientos de veces:

Dels catalanas sempre sereu Princesa,
dels espanyols Estrella d’Orient,
sigueu pels bons pilar de fortaleza,
pels pecadors el port de salvament.

(De los catalanes siempre seréis Princesa,
de los españoles Estrella de Oriente,
sed para los buenos pilar de fortaleza,
para los pecadores el puerto de salvación.)

Virgen Santísima de Montserrat, sálvanos.

P. Manuel Martínez Cano, mCR.