
Una Epopeya misionera
Padre Juan Terradas Soler C. P. C. R
V
CATOLICISMO E HISPANIDAD (5)
¡Americanos! En este llamamiento a la unidad hispana no veáis ningún conato de penetración espiritual de España en vuestras Repúblicas; menos aún la bandera de una confederación política imposible. Unidad espiritual en el catolicismo Universal, pero definida en sus límites, como una familia en la ciudad, como una región en la unión nacional, por las características que nos ha impreso la Historia, sin prepotencias ni predominios, para la defensa e incrementos de los valores e intereses que nos son comunes.
Seamos fuertes en esta unidad de hispanidad. Podemos serlo más, aun siéndolo igual que en otros tiempos, porque hoy la fortaleza parece haber huido de las naciones. Ninguna de ellas confía en sí misma; todas ellas recelan de todas. Los colosos fundaron su fuerza en la economía, y los pies de barro se deshacen al pasar el agua de los tiempos. Deudas espantosas, millones de obreros parados, el peso de los Estados gravitando sobre los pueblos oprimidos, y, sobre tanto mal, el fantasma de guerras futuras que se presienten y la realidad de las formidables organizaciones nihilistas, sin más espíritu que el negativo de destruir y en la impotencia para edificar.
El espíritu, el espíritu que ha sido siempre el nervio del mundo; y la hispanidad tiene uno, el mismo espíritu de Dios, que informó a la Madre en sus conquistas y a las razas aborígenes de América al ser incorporadas a Dios y a la Patria. La Patria se ha partido en muchas; no debe dolernos. El espíritu es el que vivifica. Él es el que puede hacer de la multiplicidad de naciones la unidad de hispanidad.
La Hostia divina, el signo y el máximo factor de la unidad, ha sido espléndidamente glorificada en esta América. Un día, y con ello termino, una mujer toledana, “La Loca del Sacramento”, fundaba la Cofradía del Santísimo, y no habían pasado cincuenta años del descubrimiento de América, cuando esta Cofradía, antes de la fundación de la Minerva, en 1540, estaba difundida en las regiones de Méjico y el Perú. Otro día, Antonio de Ribera, coge de los campos castellanos un retoño de olivo y lo lleva a Lima y lo planta y cuida con mimo; ocurre la procesión del Corpus, y Ribera toma la mitad del tallo para adornar las andas del Santísimo; un caballero lo recoge y lo planta en su huerta, y de allí proceden los inmensos olivares de la región. Es un símbolo: el símbolo de que la devoción al Sacramento ha sido un factor de la unidad espiritual de España y América. Que este magno acontecimiento del Congreso Eucarístico de Buenos Aires sea como el refrendo del espíritu católico de hispanidad, el vínculo de nuestra unidad y el signo que indique las orientaciones y destinos de nuestra raza.