Ya que estáis dentro de mí, escuchad mi oración: A mi mismo, Jesús mío, hacedme bueno, obediente, paciente caritativo, puro, casto; dadme la gracia de que venza mis inclinaciones malas, la pereza, ira, venganza, deshonestidad y cuanto malo sabéis que huy en mí. Dadme salud de alma y cuerpo, buena voluntad para serviros, santa vida, buena muerte y la gloria del cielo. A mis padres, ayúdales, Jesús mío, en todo y recompénsales cuanto han hecho por mí. Con mis hermanos, haced que nos amemos mutuamente con verdadero amor, y, así como nos juntasteis en una familia, juntadnos un día con nuestros padres en el cielo. Al Papa y a los obispos, iluminadlos y dadles acierto en el gobierno de la Iglesia. A los sacerdotes, religiosos, misioneros, santificadlos y dadles paciencia en las persecuciones, y consoladlos en sus trabajos. A los niños, hacedlos dóciles y obedientes a sus padres y maestros, y conservadles la inocencia. A los jóvenes, preservadlos de las malas compañías y que no pierdan la fe. A los pecadores, convertidlos y dadles arrepentimiento. A los afligidos, consuelo. A los tentados, victoria. A los enfermos, salud si les conviene y resignación. A los que van a morir hoy, dadles vuestra gracia y el perdón de sus Pecados. A las almas del purgatorio, aliviadlas en sus Penas y dadles el descanso eterno.