Contracorriente

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Contracorriente

Publicaciones de la categoría: P. Manuel Martínez Cano

Historia sencilla de la Iglesia (1)

01 jueves Jul 2021

Posted by manuelmartinezcano in P. Manuel Martínez Cano

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«Se inicia el día de Pentecostés y se prolonga a lo largo de veintiuno siglos por todo el mundo».

Recapitulada por el P. Cano

– DESCONOCIMIENTO DE LA HISTORIA DE LA IGLESIA

Muchos católicos tienen un gran desconocimiento de la Historia de la Iglesia. Esta ignorancia les lleva a emitir juicios equivocados y a adoptar actitudes erróneas, que perjudican a la Iglesia.

Estos católicos carecen, en primer lugar, de un conocimiento elemental de la real y auténtica Historia de la Iglesia. No saben apenas nada del gran acontecimiento salvífico, que se inicia el día de Pentecostés y se prolonga a lo largo de veintiuno siglos por todo el mundo. A lo sumo conocen algo de los episodios más gloriosos y más dolorosos. Un conocimiento, en general, arrancado de su contexto histórico y enormemente simplificado, con lo que caen, involuntariamente, en la desinformación y falsificación de los hechos difundidos por los enemigos de la Iglesia.

Con seriedad. y profundidad, leamos este compendio de la Historia de nuestra Santa Madre Iglesia.

– IGLESIA SIGNO DE CONTRADICCIÓN

Conocer la Historia la Iglesia es conocer a la Iglesia viva en su doble vertiente humana y divina. Están equivocados los que por aversión y odio a la religión católica desfiguran y tergiversan las gestas más gloriosas y santas de la Iglesia. La Iglesia está en el mundo, pero no es de este mundo.

Nada de lo que ocurre en nuestros días es nuevo. Satanás siempre ha querido destruir la obra de Cristo, pero jamás lo conseguirá. La Iglesia, como el mismo Cristo, será siempre «signo de contradicción». Lo ha sido durante dos mil años, lo es hoy y lo será mañana, hasta el fin de los tiempos.

La Iglesia en lucha y contradicción permanentes, será acosada, perseguida y sacrificada, pero nadie le podrá arrebatar la victoria definitiva y final. Porque las fuerzas del infierno jamás prevalecerán contra ella. Pero por mucho que los hijos de la Iglesia nos sintamos perseguidos, por la furia de la modernidad pagana y materialista, nada nos tiene que atemorizar. Con Cristo somos, invencibles.

– TRASCENDENCIA DE LA HISTORIA DE LA IGLESIA

La actuación de la Iglesia a través de los siglos es sencillamente admirable. Su maravillosa difusión por todo el mundo, superando grandes dificultades; la santidad de sus héroes y sus mártires; sus admirables realizaciones y su influencia en la civilización universal, hacen que la Iglesia Católica sea admirada por todos los hombres de buena voluntad.

El estudio de la Historia de la Iglesia es de vital importancia para que el católico se confirme en su fe y amor a su Santa Madre Iglesia.

Para los disidentes de la Iglesia de buena fe, que buscan la verdad, conocer la Historia de la Iglesia puede ser el punto de partida para su retorno al seno maternal de la Iglesia.

Para ateos y agnósticos de buena fe, el conocimiento de la Historia de la Iglesia podría ser el punto de arranque que les haga abandonar sus errores.

– IGLESIA SANTA Y PECADORA

Conocer la Historia de la Iglesia es siempre gratificante, iluminador y aleccionador. La Iglesia no es pecadora, como constantemente difunden los enemigos de nuestra Madre. La Iglesia es Una, Santa, Católica y Apostólica.

La Iglesia es Santa porque Santo es su Fundador, Santa es su doctrina, Santas son sus fuentes de gracia y Santa es la misión que recibió de su Señor, Jesucristo.

La Iglesia es el Cuerpo Místico de Cristo. Es Cristo mismo, vivo y resucitado, ofreciéndose en inmolación por la salvación del mundo en cada tramo de la Historia humana. El discípulo de Cristo no puede, ni debe, perder nunca de vista esta visión elemental y fundamental: la Iglesia es Santa.

Pero esta Iglesia Santa, que peregrina en medio del mundo, está compuesta de hombres. Y donde hay hombres, hay limitación de pecado. Todos, desde el Papa al último bautizado, tenemos que golpearnos el pecho cada día pidiendo perdón de nuestros pecados. Por ello, con frase atrevida, y que necesita siempre cuidadosas matizaciones, se ha dicho muchas veces que la Iglesia es Santa y pecadora. Es Santa en sí misma, por su propia naturaleza, y es pecadora en algunos de sus miembros pecadores.

Noviazgo

17 jueves Jun 2021

Posted by manuelmartinezcano in P. Manuel Martínez Cano

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Virgen María y San José

Padre Manuel Martínez Cano, mCR.

El Matrimonio es un sacramento, es cosa de Dios, algo sagrado, algo grande. Y las cosas grandes no se hacen en un día, necesitan tiempo, preparación, etapas.

La vida conyugal es una cosa muy grande y muy hermosa, pero hay que llegar a ella por sus pasos, sin quemar etapas, bien preparados. Esta preparación comienza ya desde la adolescencia, cuando el chico y la chica empiezan a descubrir un nuevo mundo físico y espiritual.

La evolución psicológica normal exige que chicos y chicas se traten entre sí, pero sin prisas. Este trato, al principio, debe tenerse en grupos de varios compañeros por un motivo cultural, benéfico, deportivo, folklórico, etc. Más tarde, quizá un chico y una chica empiecen a salir juntos. Salir juntos no es el noviazgo, pero puede ser el comienzo.

Los que empiezan a salir juntos deben estar convencidos de que ya no se trata de una diversión o de un juego, sino de algo muy serio. El salir juntos por diversión, por «pasar el rato» o por otros motivos menos dignos (flirteos o amoríos) es un juego peligroso que, además de graves consecuencias morales, puede también tener graves consecuencias psicológicas.

Los daños del enamoramiento prematuro suelen ser graves. Hay que saber esperar, como dijo Gigiola Cinquetti en la canción que ganó en el Festival de Eurovisión: »No tengo edad/ No tengo edad para amarte/ Y no está bien que salgamos solos los dos/ Tal vez querrás/ Tal vez querrás esperarme que sea mayor y pueda darte mi amor».

El noviazgo es cosa seria. El noviazgo no es una diversión, ni un placer, sino una escuela preparatoria para el Matrimonio, que es una de las misiones más grandes y más serias que Dios ha confiado al hombre y a la mujer.

Hoy suele decirse que el Matrimonio está en crisis, pero habría que decir que lo que está en crisis es el noviazgo. Muchos jóvenes toman el noviazgo como un juego, con ligereza y frivolidad, no se preocupan de formarse, sólo buscan disfrutar el uno del otro. Así se hacen egoístas. No tienen idea de lo que es el verdadero amor y, una vez casados, se encuentran egoístas e incapaces de amar. Es lógico que estos Matrimonios sean un fracaso. Lo normal es que de un mal noviazgo salga un mal Matrimonio y que de un buen noviazgo salga un buen Matrimonio.

Frente a los abusos y fracasos de tantas parejas, hay que volver al sentido cristiano del noviazgo. El novio ha de contemplar en su novia a la futura madre de sus hijos, digna de todo cariño, veneración y respeto. La novia ha de ver en su novio al futuro padre de sus hijos. Y así, uno y otro no tendrán que avergonzarse de nada en el día de su Matrimonio. Ni cuando les cuenten a sus hijos cómo se amaban casta y fielmente cuando eran novios.

La elección del novio o la novia es cosa tuya, pero debes hacerlo con mucha cautela. No te fíes del «flechazo», que es muy bonito para películas y novelas, pero que en la vida real él sólo no basta para hacer feliz un hogar.

No te fíes sólo de tu «vista», que ya sabemos que el amor es ciego. Consulta con tus padres, aconséjate de tu director espiritual. Porque la fascinación del enamoramiento puede ser engañosa y ocultarte los defectos del chico o la chica que desaconsejan totalmente seguir adelante. La fascinación es muy hermosa, pero pasará muy pronto. Lo que queda es la vida real. Y esa vida, si se construye con el corazón, con la razón y la fe, es mucho más hermosa.

Cuando encuentres una chica virtuosa o un buen chico que pueda ser la madre o el padre de tus hijos, toma el noviazgo con la seriedad que Dios manda y seréis muy felices. (P. Loring).

El Cielo

03 jueves Jun 2021

Posted by manuelmartinezcano in P. Manuel Martínez Cano

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El Cielo es el lugar y estado de los bienaventurados que gozan de una felicidad sin límites porque sacia todas las apetencias del corazón humano por los siglos de los siglos. ¡Eternamente felices!

Padre Manuel Martínez Cano, mCR.

Los que mueren en gracia y amistad de Dios y están perfectamente purificados, viven para siempre con Cristo en el Cielo. Son para siempre semejantes a Dios, porque lo ven “tal cual es” (1ª Jn 3, 2).

El Cielo es un lugar y estado de perfecta felicidad sobrenatural, que consiste en la visión de Dios y en el perfecto amor que de esta visión goza el alma.

El Cielo de los bienaventurados no es el espacio que rodea a la tierra y que ordinariamente lo vemos de color azul, al que llamamos cielo atmosférico, ni tampoco se trata del firmamento cuajado de estrellas en una noche serena. El Cielo es el lugar y estado de los bienaventurados que gozan de una felicidad sin límites porque sacia todas las apetencias del corazón humano por los siglos de los siglos. ¡Eternamente felices!

Al Cielo van los justos que, en el instante de su muerte, se hallan libres de toda culpa y pena de pecado.

Ninguna otra verdad revelada se repite tantas veces en la Sagrada Escritura como la existencia del Cielo. El Señor dice que pidamos a «Nuestro Padre que está en los Cielos» (Mt 25, 46); «Yo soy el pan vivo que ha bajado del Cielo» (Jn 6, 51); «Hoy estarás conmigo en el paraíso» (Lc 23, 43); «Los justos irán a la vida eterna» (Mt 25, 46); «Mirad que no despreciéis a uno de esos pequeños, porque en verdad os digo que sus ángeles ven de continuo en el Cielo la faz de mi Padre que está en los Cielos» (Mt 18, 10).

“Quien prescindiendo de la impura realidad que nos rodea reflexionara atentamente sobre la índole de la religión cristiana, habría necesariamente de pensar que, para los cristianos, ninguna idea debía ser más familiar que la del Cielo… Y, con todo, en la práctica, apenas hay otro asunto que menos frecuentemente ocupe los pensamientos de la mayor parte de los cristianos, los cuales, cuando aciertan a levantar los ojos de las cosas bajas y pasajeras de la tierra, piensan a menudo en el pecado, en la muerte, en el juicio, en el purgatorio, en el infierno… ¡Rarísimas veces en el Cielo!» (Ruiz Amado).

Pensemos nosotros en el Cielo. Vivamos de tal manera que merezcamos vivir eternamente felices en el Cielo.

La felicidad esencial del Cielo es la visión beatífica de Dios, por la cual los bienaventurados contemplan inmediata y directamente la esencia divina de manera clara y sin velos, produciendo en las almas el gozo y la felicidad de la eterna posesión de Dios.

Jesús representa la felicidad del Cielo bajo la imagen de un banquete de bodas (Mt 25, 10) y califica esta bienaventuranza de «vida eterna» (Mt 19, 29). La condición para conocer esta vida eterna es «conocer a Dios y a Cristo» (Jn 17, 3). La posesión de Dios es para los limpios de corazón: «Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios» (Mt 5, 8).

Cuando San Pablo quiere explicar en qué consiste la felicidad del Cielo, que él vió, dice: »Ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni vino a la mente del hombre lo que Dios ha preparado para los que le aman» (1ª Cor 2, 9).

La visión beatífica de Dios es una pura y divina intuición de la divina esencia realizada por el entendimiento elevado al orden sobrenatural y fortalecido por el »Lumen Gloriae». No es un razonamiento lento para alcanzar y gozar de la verdad, sino una contemplación sobrenatural perfectísima, una pura y simple intuición de la primera Verdad tal como es en sí misma, sin intermedio de criatura alguna.

La contemplación sobrenatural en la tierra arrebata el alma de los santos y los saca fuera de sí en un éxtasis místico, ¡qué ocurrirá en el Cielo ante la contemplación de la divina esencia, no a través de la fe, sino clara y abiertamente tal como es en sí misma! ¡Será un éxtasis eterno que sumergirá al alma en una felicidad indescriptible! ¡Inefable! ¡Ver, amar y gozar de Dios, eso es el Cielo!

A la felicidad esencial del Cielo, que brota de la visión inmediata de Dios, se añade una felicidad accidental que surge del conocimiento y amor de los bienes creados.

Motivo de felicidad accidental para los bienaventurados del Cielo será estar en compañía de Cristo (en cuanto a su humanidad) y de la Virgen, de los ángeles y de los santos; de volver a encontrarse con los seres queridos y con los amigos que tuvieron durante la vida terrena; conocer las obras de Dios.

La unión del alma y el cuerpo, glorificado el día de la resurrección, aumentará la felicidad accidental de la gloria celestial.

La teología enseña que hay tres clases de bienaventurados que reciben una recompensa especial (aureola) por las victorias conseguidas en la tierra: las vírgenes, por su victoria contra la carne; los mártires, por su victoria contra el mundo; los doctores, por su victoria sobre el diablo, padre de la mentira.

La felicidad del Cielo dura por toda la eternidad.

Jesús compara el premio de las buenas obras a los tesoros guardados en el Cielo, que no se pueden perder (Mt 6, 20) y dice que los justos irán a la »vida eterna» (Mt 25, 46).

«Y una vez que haya comenzado en ellos la visión intuitiva, cara a cara, y ese goce, subsistirán continuamente en ellos esa misma visión y ese mismo goce sin interrupción ni tedio de ninguna clase, y durará hasta el juicio final, y desde éste, indefinidamente por toda la eternidad»(Constitución Benedictus Deus).

Enemigos internos de la Iglesia

27 jueves May 2021

Posted by manuelmartinezcano in P. Manuel Martínez Cano

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«Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia. Donde está Pedro, allí está la verdadera Iglesia de Cristo”

Padre Manuel Martínez Cano, mCR.

Nuestro Señor Jesucristo fundó su Iglesia sobre la roca inconmovible de Pedro. A él le dio la suprema autoridad y el don de la infalibilidad; y a él le prometió que la Iglesia permanecería hasta el fin del mundo. La verdadera Iglesia de Cristo será, pues, aquella en la que se encuentren todos los legítimos sucesores de San Pedro.

Sólo en la Iglesia Católica se da la sucesión histórica de los sucesores de San Pedro como obispos de Roma. Desde San Pedro hasta el Papa Francisco reinante, conservamos los católicos una serie ininterrumpida de 266 Papas, Vicarios de Cristo en la tierra.

El que quiera pertenecer a la Iglesia que fundó Cristo en Pedro, tiene que estar hoy en la Iglesia Católica.

San Ambrosio, refiriéndose al Sumo Pontífice, decía: «Él es Pedro, a quien Cristo dijo: Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia. Donde está Pedro, allí está la verdadera Iglesia de Cristo”. Ubi Petrus, ibi Eclesia.

Los enemigos exteriores de la Iglesia no han podido destruir la obra de Cristo en 2.000 años de historia; lo terrible de los tiempos que vivimos es que los enemigos de la Iglesia están dentro de la Iglesia, haciendo cuanto pueden para destruirla.

»¿No es, acaso, cierto que basta hace pocos años los enemigos de la Iglesia estaban fuera de ella y que de unos años a esta parte sus peores enemigos surgen en el seno de la misma lglesia?» (Cardenal Siri).

»Los artífices del error, no hay que buscarlos hoy entre los enemigos declarados. Se ocultan en el seno mismo y en el corazón de la Iglesia y es un motivo de aprensión y de angustia muy vivas; enemigos tanto más terribles porque no lo son abiertamente» (San Pío X).

«Hoy después del Concilio, la Iglesia pasa por la prueba de los grandes sufrimientos (…) Sufre por la rebeldía inquieta, crítica y demoledora de tantos de sus hijos, los predilectos, maestros y seglares contra su íntima e indispensable comunión, contra su existencia institucional, contra su tradición y adhesión interior, contra su autoridad, insustituible principio de verdad, unidad y caridad; contra sus mismas exigencias de santidad y sacrificio; sufre por la deserción y el escándalo de ciertos eclesiásticos que crucifican hoy a la lglesia» (San Pablo VI).

La Iglesia Católica es el proyecto visible del amor de Dios a la humanidad que quiere que todo el género humano forme un único Pueblo de Dios, se una en el único Cuerpo Místico de Cristo y se realice en un único Templo del Espíritu Santo

La Iglesia es signo e instrumento de la unión íntima de los hombres con Dios y de la unidad de todo el género humano como hijos de Dios. Esta unidad humana ya ha comenzado, porque son miembros de la Iglesia hombres de toda raza, lengua y nación.

Relaciones IGLESIA-ESTADO

29 jueves Abr 2021

Posted by manuelmartinezcano in P. Manuel Martínez Cano

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Padre Manuel Martínez Cano, mCR.

Los cristianos tenemos una patria celestial, donde viviremos eternamente felices. También tenemos una patria terrenal, regida y gobernada por el Estado. Somos ciudadanos de este mundo y del Cielo; súbditos de la Iglesia y del Estado.

La Iglesia y el Estado deben proceder armónicamente en sus respectivas actuaciones para el bien integral de los súbditos, especialmente en asuntos de competencia mixta eclesiástico-civil: educación de la juventud, legislación sobre el matrimonio, etc…

El Estado debe respetar la libertad y los derechos de la Iglesia como institución divina que es. También debe ayudarla con los medios propios del Estado, ya que la labor de la Iglesia es altamente beneficiosa para los ciudadanos y para el mismo Estado.

Todos los Estados tienen su ideología. Si no se basa en la doctrina de la verdad, será una doctrina del error. Es preciso que la Verdad que es Cristo, reine sobre los Estados, poniendo en práctica la Doctrina social de la Iglesia.

«En toda forma de gobierno los jefes de Estado deben poner totalmente la mirada en Dios, Supremo Gobernador del universo, y tomarlo como modelo y norma en el gobierno del Estado”. “El Poder ha de ejercitarse en provecho de los ciudadanos, porque la única razón legitimadora del Poder es, precisamente, averiguar el bienestar común”. “Tanto la Iglesia como el Estado son sociedades soberanas (perfectas) cada uno en su género, y el Papa establece la necesidad de que entre ambas exista una ordenada relación unitiva, comparable, no sin razón, a la que se da en el hombre entre cuerpo y alma» (León XIII).

«El Estado moderno ha sido el más eficaz agente de descristianización y apostasía que se ha dado a lo largo de todos los siglos de la historia del mundo cristiano» (Eugenio Vegas).

«El republicanismo francés, un régimen caracterizado en 1881 cómo en 1793 por la guerra a Dios, al cristianismo y la Iglesia» (Monseñor Freppel).

«Los racionalistas, forjadores de un Estado político fundado en los que ellos pretendían principios puros de la razón, han introducido y perpetuado durante más de un siglo el desorden en los pueblos”. “En lugar de acudir a la experiencia del presente y del pasado, se apela a un idealismo desprovisto de toda realidad» (Eugenio Vegas).

«Estado católico, lo que incluye la doctrina del origen del poder que procede de Dios, el concepto cristiano de la libertad y de la igualdad, el principio del bien común, la sujeción de la política a la moral católica y en general la sumisión de la sociedad y del Estado a la Ley de Dios» (Estanislao Cantero).

«España es un pueblo de teólogos que proyecta su amplio y profundo saber en la cultura del mundo entero. Concebimos la vida, en buen sentido teológico, como una lucha permanente, sin mitigación ni asueto alguno» (Gabriel de Armas).

“… No se edificará la ciudad de un modo distinto a como Dios la ha edificado; … no, la civilización no está por inventar, ni la nueva ciudad por construir en las nubes. Ha existido, existe: es la civilización cristiana, es la ciudad católica. No se trata más que de instaurarla, sin cesar, sobre sus fundamentos naturales y divinos, contra los ataques siempre nuevos de la utopía malsana de la devolución y de la impiedad: omnia instaurare in Christo” (San Pío X, Carta sobre Le Sillon “Notre charge apostolique” I, 11).

“… El aspecto más siniestramente típico de la época moderna consiste en la absurda tentativa de querer reconstruir un orden temporal sólido y fecundo prescindiendo de Dios, único fundamento en que puede sostenerse… Sin embargo, la experiencia cotidiana, en medio de los desengaños más amargos y aun a veces entre formas sangrientas, sigue atestiguando lo que afirma el Libro inspirado: Si el Señor no construye la casa, en vano se afanan los que la edifican” (San Juan XXIII, Encíclica Mater Magistra 217; 15-V-61).

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"Si el Señor no edifica la casa, en vano trabajan los que la construyen. (Salmo 127, 1)"

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Van al Cielo los que mueren en gracia de Dios; van al infierno los que mueren en pecado mortal

"Id al mundo entro y proclamad el Evangelio a toda la creación. El que crea y sea bautizado se salvará; el que no crea será condenado" Marcos 16, 15-16.

"Es necesario que los católicos españoles sepáis recobrar el vigor pleno del espíritu, la valentía de una fe vivida, la lucidez evangélica iluminada por el amor profundo al hombre hermano." San Juan Pablo II.

"No seguirás en el mal a la mayoría." Éxodo 23, 2.

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