Hostia Consagrada, que es el corazón del catolicismo, porque en ella está Jesucristo, el Hijo de Dios vivo.

Una Epopeya misionera

Padre Juan Terradas Soler C. P. C. R

 V

CATOLICISMO E HISPANIDAD (1)

Esta es la síntesis de mi discurso. Ni podía ser otra, por mi carácter de Obispo católico que ha venido a estas Américas para presenciar esta función de catolicismo, el Congreso Eucarístico, una de las más fastuosas que habrán presenciado los siglos cristianos, culminación del espíritu que la vieja España infundió en estas tierras americanas, ni por la misma naturaleza de las cosas; porque si no puede olvidarse la historia sin que sucumban los pueblos desmemoriados de ella, la historia de nuestra vieja hispanidad es esencialmente católica, y ni hoy ni nunca podrá hacerse hispanidad verdadera de espaldas al catolicismo.

¡Que esto es hacer oficio de paleontólogo, como ha dicho alguien, y empeñarse en vivificar estos grandes pueblos de América enseñándoles un fósil como lo es el sistema católico! ¡Que España ha dejado de ser católica, que se ha borrado de su Constitución hasta el nombre de Dios y que un español no tiene derecho a invocar el catolicismo para hacer obra de hispanidad!

Un fósil el catolicismo, cuando el espíritu moderno, en medio de las tinieblas y del miedo que nos invaden, sólo está iluminado por el lado por donde mira a Jesucristo; cuando públicamente ha podido decirse: “O la Iglesia o los bárbaros”; cuando este japonés que escribe de historia y de conflictos sociales y de razas, profetiza el choque tremendo del Asia con Europa, y sólo ve flotar sobre las ruinas más grandes de la Historia la cruz refulgente a cuya luz se reconstruirá la civilización nueva; cuando los espíritus más leales y abiertos y que más han profundizado en las ideologías que pretenden gobernar el mundo, queman los dioses que han adorado y se postran ante Jesucristo, luz y verdad y camino del mundo; cuando al anuncio, hoy hecho glorioso, de que en Buenos Aires, la ciudad nueva que en pocos años ha alcanzado las más altas cimas del progreso, iba a levantarse la Hostia Consagrada, que es el corazón del catolicismo, porque en ella está Jesucristo, el Hijo de Dios vivo, se ha conmovido el mundo, y han venido acá multitudes de toda la Tierra para aclamarle Rey inmortal de todos los siglos. ¡Ved el fósil con que quisiera yo vivificar estas Américas, en cuyas entrañas mi Madre España depositó, hace cuatro siglos, esta partícula de Jesucristo, de donde derivó toda su actual grandeza!

¡Que España ha dejado de ser católica! En la Constitución, sí; en su corazón, no; y en la entraña llevan los pueblos su verdadera constitución. Yo respeto las leyes de mi país; pero yo os digo que hay leyes que son expresión y fuerza normativa, a la vez, de las esencias espirituales de un pueblo; y que hay otras, elaboradas en un momento pasional colectivo, sacadas con el fórceps de mayorías artificiosas manejado por el odio que más ciega, que es el de la religión, que se imponen a un pueblo con la intención malsana de deformarlo.