En las antífonas del Benedictus del día 28 de diciembre, fiesta de los Santos Inocentes, rezamos: Niños inocentes murieron por Cristo. Por orden de un rey cruel, fueran ejecutados. Los descendientes directos de ese monstruo de la humanidad, que fue Herodes, son hoy los reyes, fejes de Estado, jefes de gobierno, diputados, senadores y millones y millones de personas humanas, incluidos católicos, que legislan y apoyan leyes antihumanas y anti-divinas, como la ley del aborto, Crimen abominable, como enseña el Concilio Vaticano II.
La ley divina es tajante: No mataras al inocente. Y los Vicarios de Cristo en la tierra, los Sumos Pontífices de la Iglesia, lo han enseñado siempre. El Beato Juan Pablo II, dijo en el paseo de la Castellana, en Madrid: Quien negara la defensa de la persona humana más inocente y débil, a la persona humana ya concebida aunque todavía no nacida, cometería una gravísima violación del orden moral. Nunca se puede legitimar la muerte de un inocente. Se minaría el mismo fundamento de la sociedad. ¿Qué sentido tendría hablar de la dignidad del hombre, de sus derechos fundamentales, si no protege al inocente o se llega incluso a facilitar los medios o servicios privados o públicos, para destruir vidas humanas indefensas?.
En aquellos tiempos de la llamada transición, que legalizó el aborto en España, el llamado Cardenal del cambio,Tarancón, Arzobispo de Madrid, dijo: El aborto es una aberrante pena de muerte. Monseñor Jesús Pla Gandía, Obispo de Sigüenza afirmó: Lo que temíamos se anuncia ya: el gobierno de España dispuesto a convertirse en el asesino oficial de miles de españoles.El Obispo de Zamora, Monseñor Eduardo Poveda, manifestó: Quien procura el aborto, quien lo legitima o quien lo defiende, atenta gravísimamente contra la Ley de Dios. Monseñor Ángel Temiño, Obispo de Orense escribió: Los hombres con sus sufragios carecen de poder para derogar una ley grabada por Dios en la naturaleza… El bien y el mal no están a merced del capricho humano. El entonces Obispo de Tortosa, hoy Cardenal de la Iglesia Católica Monseñor Carles, dijo: No hay ley en el mundo que pueda convertir en moralmente aceptable la muerte de niños no nacidos.
La Comisión Permanente del Episcopado Español publicó una declaración en la que leemos: Lo que hoy se llama aborto provocado no podrá escapar a la calificación moral de homicidio; porque es verdad que el hombre transmite la vida, pero ni la crea, ni es dueño de ella. El que fue Secretario de la Conferencia Episcopal y Obispo de Cuenca, Monseñor José Guerra Campos, al día siguiente de la publicación de la ley abortista, escribió una carta a sus diocesanos, en la que afirmaba que el Jefe del Estado, el jefe del Gobierno, los ministros, diputados y senadores que habían colaborado en esta ley, eran pecadores públicos y que, por tanto, no podían recibir los sacramentos. Los que realizan el aborto, los colaboradores, los que ofrecen sus instalaciones, la madre, el padre… quedan excomulgados automáticamente.
Los Herodes demócratas contemporáneos, son infinitamente más crueles que Herodes, que mandó matar a poco más de una docena de niños. Los Herodes de ahora, han asesinado a millones y millones de niños y niñas y sigue el holocausto abortista.
Acabemos por hoy con la oración del Oficio Divino de Laudes, en la fiesta Litúrgica de los Santos Inocentes: Los mártires inocentes proclaman tu gloria en este día, Señor, no de palabra, sino con su muerte; concédenos, por su intercesión testimoniar con nuestra vida la fe que confesamos de palabra. Por Nuestro Señor Jesucristo.
P. Manuel Martínez Cano, mCR
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