Capítulo 6
De los deseos desordenados
1. Cuantas veces desea el hombre desordenadamente alguna cosa, luego pierde el sosiego.
El soberbio y el avariento nunca están quietos; el pobre y el humilde de espíritu viven en mucha paz.
El hombre que no es perfectamente mortificado en sí, presto es tentado y vencido de cosas pequeñas y viles.
El flaco de espíritu y que aún está inclinado a lo animal y sensible, con dificultad se puede abstraer totalmente de los deseos terrenos.
Y cuando se abstiene recibe muchas veces tristeza, y se enoja presto si alguno le contradice.
Pero si alcanza lo que desea, siente luego pesadumbre por el remordimiento de la conciencia; porque siguió a su apetito, el cual nada aprovecha, para alcanzar la paz que busca.
En resistir, pues, a las pasiones se halla la verdadera paz del corazón, y no en seguirlas.
No hay, pues, paz en el corazón del hombre carnal, ni del que se entrega a lo exterior, sino en el que es fervoroso y espiritual.
Capítulo 7
Que se ha de huir la vana esperanza y la soberbia
1. Vano es el que pone su esperanza en los hombres o en las criaturas.
No te avergüences de servir a otros por amor a Jesucristo y parecer pobre en este siglo.
No confíes de ti mismo, sino pon tu esperanza en Dios.
Haz lo que puedas, y Dios favorecerá tu buena voluntad.
No confíes en tu ciencia ni en la astucia de ningún viviente, sino en la gracia de Dios, que ayuda a los humildes y abate a los presumidos.
2. Si tienes riquezas, no te gloríes en ellas, ni en los amigos, aunque sean poderosos, síno en Dios, que todo lo da y, sobre todo, desea darse a sí mismo.
No te ensalces por la gallardía y hermosura del cuerpo, que con pequeña enfermedad destruye y afea.
No te engrías de tu habilidad o ingenio, no sea que desagrades a Dios, de quien es todo bien natural que tuvieres.
3. No te estimes por mejor que otros, porque no seas quizá tenido por peor delante de Dios, que sabe lo que hay en el hombre.
No te ensoberbezcas de tus buenas obras, porque de otra manera son los juicios de Dios que los de los hombres y a Él muchas veces desagrada lo que a ellos contenta.
Si tuvieres algo bueno, piensa que son mejores los otros, porque así conservas la humildad.
No te daña si te pusieres debajo de todos; mas es muy dañoso si te antepones siquiera a uno solo.
Continua paz tiene el humilde; mas en el corazón del soberbio hay emulación y saña frecuente.
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