
Max Scheler (22 de agosto de 1874, Múnich – 19 de mayo de 1928, Fráncfort del Meno) iniciador de la filosofia de valores.
Aristóteles decía que el fin último de la comunidad política es vivir virtuosamente. Hoy casi no se habla de las virtudes, todo son “valores” que cada uno interpreta como le da la gana. Así, el aborto es un valor conseguido por los demócratas, y las ideologías anticristianas son valores modernos. La Ilustración prometió la felicidad absoluta a los que pusieran en práctica sus “valores”; los liberales de siempre, laicistas en nuestros días, prometen el estado de bienestar a sus partidarios, nada importa que cada año mueran millones de personas de hambre; sectas irracionales y satánicas prometen el éxtasis perpetuo en la práctica del vicio y del satanismo.
Pero todo son mentiras difundidas por el príncipe de este mundo, Lucifer. La historia nos enseña que el hombre sin Dios no es feliz. Es sorprendente que después de las dos guerras mundiales del siglo pasado; después de los horrores y crímenes del comunismo y del nacionalsocialismo, después de tantas guerras nacionales, los hombres no hayamos escarmentado. Seguimos viviendo como si Dios no existiera; más aún, seguimos tercos en fundamentar la conciencia social en “valores” anticristianos.
Las libertades de perdición están corrompiéndolo todo, porque esas llamadas libertades se fundamentan en la mentira. Y solo la verdad nos hace libres, como dice nuestro Señor Jesucristo. Y su Vicario en la tierra, nos advierte que: “son muchos los que, imitando a Lucifer, del cual es aquella expresión “no serviré”, entienden por libertad lo que es pura y absurda licencia. Tales son los partidarios de este sistema tan extendido y poderoso, y que ha tomado el nombre de la misma libertad y se han llamado así mismo liberales”, León XIII, Libertas
En nuestros días podemos llamar a los demócratas luciferinos, porque pretenden y quieren establecer una sociedad sin Dios, donde la ley es sólo lo que diga la mayoría; mentira luciferina. No, no se puede edificar la sociedad de un modo distinto a como Dios la ha edificado, como enseñó san Pio X en la carta sobre Le Sillon “Notre Charge apostolique”, donde condena a la democracia moderna.
Y el Papa que convocó el concilio Vaticano II, Beato Juan XXIII, dice en su encíclica Mater et Magistra: “el aspecto más siniestramente típico de la época moderna es la absurda tentativa de querer reconstruir un orden temporal sólido y fecundo prescindiendo de Dios, único fundamento en que puede sostenerse (…) Sin embargo, la experiencia cotidiana, en medio de los desengaños más amargos y aún a veces entre formas sangrientas, sigue atestiguando lo que afirma el Libro inspirado; “si el Señor no construye la casa, en vano se afanan los que edifican”.
P. Manuel Martínez Cano




