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No hay que tener miedo de llamar por su nombre al primer artífice del mal: el maligno. La táctica que usaba y usa, consiste en no revelarse, para que el mal, que él ha introducido desde el principio, sea desarrollado por el hombre mismo, por los sistemas mismos y por las relaciones interhumanas, entre las clases y entre las naciones… para convertirse también cada vez más  en pecado “estructural”, y no dejarse identificar como pecado  “personal”. Para que el hombre, por tanto, se sienta en cierto sentido “liberado” del pecado y, al mismo tiempo, permanezca más en él (31 marzo, 1985)

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                  La verdad sobre Dios y sobre el hombre, esta verdad que al comienzo de la historia del hombre sobre la tierra, había sido falsificada, la falsificó aquel que la Escritura llama padre de la mentira (31 marzo 1985).

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                  En efecto, a pesar de todo el testimonio de la creación y de la economía salvífica inherente a ella, el espíritu de las tinieblas (cfr. Ef. 6,12; Lc 22,53) es capaz de presentar a Dios como enemigo del hombre, como fuente de peligro y de amenaza para el de la propia criatura y ante todo, como enemigo del hombre. Así introduce Satanás en la psicología del hombre el germen de la oposición respecto de quien desde el principio debe ser considerado como enemigo del hombre y no como padre; ¡se desafía al hombre a convertirse en adversario de Dios! (18 mayo 1986)

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                  El demonio está vivo y trabaja en el mundo… de su obra depende el mal y los desórdenes presentes en el hombre y en la sociedad

 

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