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Para la formación católica de los militantes de la Asociación Juvenil de la Inmaculada y san Luis Gonzaga, el P. Alba fundo el boletín interno Meridiano Católico. Hemos podido recuperar muchas de sus “Página para meditar” que iremos publicando, Dios mediante, en las sucesivas, semanas.
Diálogo a la puerta de una farmacia
– ¿A qué edad tiene que echarse un hombre novia?
– A la misma edad que necesita para tenerla.
– ¿Pero cómo se sabe la edad que se necesita para tenerla?
– Muy sencillo. Es la edad de lo conveniente, más lo oportuno, más el momento exacto. Todo esto es igual a lo necesario.
– Me parece que está usted de broma. Porque a mí me parece que el momento exacto ya me ha llegado.
– ¿Cómo sabes eso del momento?
– Muy sencillo también. El corazón es mi reloj interior, y a veces hay una chavala que me hace latir el corazón más deprisa desde que la veo asomar por la esquina, y a distancia. Eso significa que llevo la hora retrasada y que debo poner ya el reloj en la hora oportuna. No me dirá usted que no es un buen argumento.
– No está mal buscado. Pero ese latir del corazón deprisa porque ves una imagen que te parece preciosa a distancia. Porque si te duchas en pleno enero con agua fría un buen rato, el corazón se te pone a cien por minuto. Y no vas a comparar a una novia con una ducha en enero.
– Son cosas completamente distintas. Además me consta que esa chavala no puede disimular que también su corazón se mueve más deprisa. ¿Sabe usted en que se lo conozco? En que se le suben unos colores deliciosos a las mejillas. Entonces no sé que me atrae más, si sus ojos que bailan o sus mejillas que se encienden.
– Esa deducción de mejillas coloradas es muy bonita. Yo he visto dar dos buenas bofetadas en cada carrillo y dejar las mejillas como dos rosas. Bien encendidas y hermosas.
– No querrá usted insinuar que es lo mismo el sentimiento que un golpe. Hay cosas que no se pueden disimular.
– Pues por eso mismo que no se pueden disimular, es necesario dejarlas correr. Porque no vas a comenzar unas relaciones sin haber concretado lo que te decía al principio de la hora oportuna. Porque no te vas a basar en el carmín de las mejillas, el baile de los ojos y la hora retrasada de los corazones. Hay que buscar otros motivos más consistentes.
– Estoy conforme. Por ejemplo en la edad concretada en años, que es lo que yo quería desde el principio.
– Pues te voy a decir que la edad del noviazgo, depende.
– Ahora sí que me ha partido por el eje. Si depende, lo mismo puede ser a los 15 años que a los 20 que a los 50. ¿No es verdad?
– Ese “depende” quiere decir que depende de haber llegado a las circunstancias ideales para la edad del noviazgo. Dicho con en otras palabras, que la fruta del noviazgo esté madura.
– ¿Y cuándo está madura una edad para el noviazgo?
– Anota en tu memoria y más entendimiento y voluntad.
– Estoy anotando en todas partes el nombre de una chica que me gusta. No me obligue además de en las paredes y en las cortezas de los árboles, anotar su nombre en más lugares. Donde quiero apuntarla es en el libro del noviazgo.
– Quiero decirte que anotes bien lo que te digo para que obres después con acierto. Los primero que se necesita es una edad física de completo desarrollo. Un niño, un adolescente y un recién entrado en la juventud no pueden empezar el noviazgo. Les falta el pleno desarrollo físico. Ese viene a coincidir con la edad del servicio militar. Más bien después que antes, pues los prodigios no suelen abundar. Y tú no eres un prodigio, digo yo.
– Vamos bien. De momento yo apunto: novia y mili. De momento me quiero ir voluntario. En este caso, ¿vale la receta?
– Sin duda alguna, pero con aplicación posterior. Quiero decir que a la vuelta de la mili.
– Ya me meterá en esa espera hasta la hora de irme voluntario de volver. ¿Y qué hago con esta fotografía que tengo dentro de mí? No la puedo borrar y menos olvidar.
– Mira, como estamos delante de una farmacia podemos entrar en ella para comprar la yerba de la adormidera. Se esa manera se duermen las cosas dentro hasta que llega la hora de despertar. La adormidera se toma en una infusión que da el resultado de no alimentar los recuerdos, no alimentar el alimento de los ojos, no alimentar el alimento de la compañía y de las palabras. Se adormece el interior. Y luego cuando viene el despertar pasado el efecto de la adormidera, se despierta uno fresco y eufórico y corre más camino en un día que antes en un año. ¿Entramos?
– Voy a poner en práctica la adormidera. Pero ¿Y si falla?
– Hay otros remedios porque en la farmacia hay muchos fármacos. Pero con la adormidera tienes bastante.
– ¿Y si es una mujer la que tiene el mal de que hemos hablado?
– Si es mujer que tome doble ración. Por ti y por ella. Entonces te ahorraría a ti la tuya.
Rvdo. P. José María Alba Cereceda, S.I.
Meridiano Católico Nº 4, febrero de 1976




