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La democracia moderna, la única moderna que existe en nuestros días, se ha implantado en muchas naciones por la
acción directa del demonio y sus colaboradores. Porque esta democracia está fundada en la mentira diabólica de la no existencia de Dios. Lo dijo nuestro Rey y Señor, Cristo: “Satanás es el padre de la mentira”; y también “el dios de este mundo”, democrático o partitocrático, que es lo mismo. El primer Papa santo del siglo XX, san Pio X, dijo que los demócratas llegan al grado de perversidad de afirmar que el pueblo es soberano. El único soberano es Cristo, Rey de las familias, de las naciones y de los corazones.
La perversidad de la soberanía del pueblo, que está corrompiendo las costumbres de las personas y de los pueblos, es la mentira fundamental de estas democracias modernas demoníacas. De esa perversa mentira, siguen las infinitas mentiras que, los demócratas sin Dios, difunden por todos los medios de comunicación social. Así se puede asesinar a niños y niñas inocentes en el vientre de sus madres, con la ley del aborto en la mano, porque el aborto es sólo la “interrupción del embarazo”. Hipócritas, asesinos y mentirosos.
El matrimonio ha sido siempre la unión de un hombre con una mujer para siempre. A la unión de homosexuales o lesbianas no puede llamársele matrimonio; sencillamente porque no lo es. Los demócratas que mienten son malos: “vosotros sois malos “(Luc 11,13), pues “hacéis las obras de vuestro padre” – el demonio – ( Jn 8,41).
Indiscutiblemente, lo más necesario y fundamental en nuestros días es estudiar la verdad católica y propagarla incansablemente por todos los medios disponibles.
¡Me indigno cuando oigo o leo: “cultura de la muerte” porque el aborto, la eutanasia y la experimentación con embriones, son asesinatos de personas inocentes; esto es anticultura, contracultura! Cultura es lo que hace al hombre más hombre, más persona; no más asesino o más endemoniado. Sólo “la verdad nos hace libres”, como enseñó nuestro Rey y Señor, Jesucristo. La Iglesia no puede renunciar al ejercicio de su misión que consiste en: “realizar en la tierra el plan divino de restaurar en Cristo todas las cosas de los cielos y la tierra” (Pío XII). Y no olvide nadie que la Iglesia somos todos los bautizados.
Los demócratas del tiempo de Jesús, lo condenaron a muerte, y una muerte de cruz. “No queremos que éste reine sobre nosotros”, dijeron a Pilato “¡crucifícale!”.
Los católicos sí queremos que Cristo reine sobre nosotros, en nuestros pueblos, en nuestras naciones. ¡Nada sin Dios! Tenemos el sagrado deber de luchar para: “reconstruir sociedades y naciones cristianas, que lo sean , no sólo por la vida de sus miembros, sino también por su plasmación en sus instituciones, en sus leyes y en toda su actividad política y social” (León XIII, Immortale Dei, 23).
El beato Juan Pablo II condenó a las democracias modernas fundamentadas en el agnosticismo y el relativismo porque: “una democracia sin valores se convierte con facilidad en un totalitarismo visible o encubierto, como demuestra la historia” (Centesimus annus, 46).
¡Por Cristo, por María, por la Iglesia, por España, combatamos los nobles combates de la fe!
P. Manuel Martínez Cano, mCR
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