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Parte Primera

DE LA DEVOCIÓN A LA SANTÍSIMA VIRGEN
EN GENERAL

Modo de discernir la verdadera devoción a la Santísima Virgen,
de la falsa y aparente

60. Habiendo expuesto hasta aquí algo acerca de la necesidad que tenemos de la devoción a la Santísima Virgen, menester es ahora decir en qué consiste esta devoción. Pero antes conviene consignar algunas verdades fundamentales que ilustrarán más y más cuanto conviene saber acerca de esta materia.

PRIMERA VERDAD

61. Jesucristo Nuestro Señor, verdadero Dios y verdadero hombre, debe ser el fin último de nuestras devociones; a no ser así, serían falsas y engañosas. Jesucristo es el alfa y el omega, el comienzo y fin de todas las cosas (Apoc. 1,8; 21,6; 22,13).
No trabajamos, como dice el Apóstol, más que por hacer perfecto a todo hombre madre de talaveraen Jesucristo (Col. 2,9), porque sólo en El reside toda plenitud de la Divinidad y todas las demás plenitudes de gracia, de virtudes y de perfecciones; porque sólo en El estamos bendecidos con toda bendición espiritual; porque El es el único Maestro que debe enseñarnos, es nuestro único Señor de quien debemos depender, nuestro único Jefe a quien debemos pertenecer, nuestro único Modelo a que debemos conformarnos, nuestro único Médico que nos debe sanar, nuestro único Pastor que debe alimentarnos, nuestro único Camino por donde debemos andar, nuestra única Verdad que debemos creer, nuestra única Vida que debe vivificarnos, y nuestro único Todo en todas las cosas que debe bastarnos (Eph. 1,3; Mt. 23,10; Jn. 14,6).
No se ha pronunciado bajo el cielo otro nombre que el de Jesús por el cual debamos ser salvos (Act. 4,12). Dios no ha puesto otro fundamento de nuestra salvación, de nuestra perfección y de nuestra gloria, más que a Jesucristo; todo edificio que no está construido sobre esta piedra firme, está levantado sobre movediza arena, y más o menos tarde caerá infaliblemente. Todo fiel que no esté unido a El, como el sarmiento a la vid, caerá, se secará y no servirá más que para el fuego (Jn. 15,5-6). Si estamos en Jesucristo, y Jesucristo está en nosotros, no hemos de abrigar temor alguno de condenación; ni los ángeles de los cielos, ni los hombres de la tierra, ni los demonios de los infiernos, ni otra criatura alguna nos puede dañar, porque nadie nos puede separar, si no queremos, de la caridad de Jesucristo (Rom. 8,38); con Jesucristo y en Jesucristo lo podemos todo: podemos dar toda honra y gloria al Padre en unidad del Espíritu Santo, hacernos perfectos y ser para el prójimo buen olor de vida eterna.

62. Si, pues, nos entregamos a la hermosa devoción hacia la Virgen Santísima, es sólo para establecer más perfectamente el amor de Jesucristo, y de hallar un medio fácil y seguro de hallar a Jesucristo. Si la devoción a la Santísima Virgen separase de su Hijo, sería preciso desecharla como una ilusión del demonio; pero precisamente hemos menester de María para lo contrario, como ya lo he demostrado, y aún demostraré más adelante, pues esta devoción nos es necesaria para hallar a Jesucristo perfectamente, para amarle tiernamente y para servirle fielmente.

63. Al llegar aquí, vuélvome un momento hacia Vos, oh amable Jesús, para quejarme amorosamente a Vuestra Majestad de que la mayor parte de los cristianos, aun los más instruidos, ignoran el enlace necesario que existe entre Vos y vuestra Santísima Madre. Vos estáis, Señor, siempre con María, y María siempre está con Vos y no puede estar sin Vos: de otro modo dejaría Ella de ser lo que es; de tal modo está Ella transformada en Vos por la gracia, que no vive, no existe, sino que sólo Vos, mi Jesús, vivís y reináis en Ella con más perfección que en todos los ángeles y bienaventurados. ¡Oh! si fuere conocida la gloria y el amor que recibisteis, Señor, en esta admirable criatura, se tendrían para con Vos y para con Ella sentimientos bien diferentes de los que se tienen. María os está tan íntimamente unida, que más fácil sería separar a la luz del sol, al calor del fuego; digo mal, más facil sería separar de Vos a todos los ángeles y santos, que a vuestra bienaventurada Madre; porque Ella os ama más ardientemente y os glorifica más perfectamente que todas vuestras criaturas juntas.

64. Después de esto, ¿no es, mi amable Dueño, una cosa sorprendente y lastimosa ver la ignorancia y tinieblas de todos los hombres acá abajo respecto de vuestra Santísima Madre? No hablo tanto de los idólatras y paganos, que no os conocen ni se cuidan de conoceros; no hablo de los herejes y cismáticos, que después de separarse de Vos y de vuestra Iglesia, no muestran empeño en ser devotos de la Virgen María: hablo de los católicos, y aun de los que entre católicos, haciendo profesión de enseñar a los demás las verdades de la fe, no os conocen, ni conocen a vuestra Madre, sino de una manera especulativa, seca, estéril e indiferente. Doctores que no hablan sino rara vez de vuestra Madre y de la devoción que se le debe tener porque temen, así lo dicen ellos, que haya en ello abuso y se os haga injuria al honrar a vuestra Madre Santísima. Si ven u oyen a algún devoto de la Virgen hablar con frecuencia de la devoción a esta buena Madre de un modo tierno, firme y persuasivo, como de un medio exento de toda ilusión, de un camino corto y sin peligros, de una vía inmaculada y sin imperfección, y de un secreto maravilloso para hallaros y amaros perfectamente, claman contra él y dan mil falsas razones para probarle que no es menester que se hable tanto de la Virgen, que hay grandes abusos en esta devoción, y que es menester procurar destruirlos, y más bien hablar de Vos que conducir a los pueblos a la devoción a María, a quien ya aman suficientemente.

Se les oye alguna vez hablar de la devoción a vuestra Madre, no para establecerla y confirmarla, sino para destruir los abusos de ella, mientras carecen de piedad y de tierna devoción hacia Vos, porque no se la tienen a María. Miran el rosario, el escapulario y la corona como devociones propias de espíritu débiles e ignorantes, sin las cuales se puede uno salvar; si en sus manos cae algún devoto a la Virgen que recita su rosario, o tiene alguna práctica de devoción a María, procuran bien pronto trocar su espíritu y su corazón, y en lugar del rosario, le aconsejarán que recite los siete salmos; en lugar de la devoción a la Santísima Virgen, le aconsejarán la devoción a Jesucristo.
Amable Jesús, ¿tienen vuestro espíritu estas gentes? ¿Os es agradable ese modo
santisima-virgen-mariade pensar? ¿Os agrada que no se haga esfuerzo alguno para agradar a vuestra
Madre por temor de desagradaros? La devoción de vuestra Santa Madre, ¿es impedimento de la vuestra? ¿Se arroga Ella la honra que a Vos se os da? ¿Forma, acaso, Ella un bando aparte? ¿Es una persona extraña que nada tiene que ver con Vos? ¿Es desagradaros el querer agradarla? ¿Es separarse o alejarse de vuestro amor el entregarse a Ella para amarla?