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La multitud de los bienaventurados del cielo, constituyen la llamada Iglesia Triunfante, así como los que

P.José María Alba

P.José María Alba

sufren las penas purificativas del Purgatorio forman la Iglesia Purgante. Queda para los que peregrinamos sobre la tierra camino de la Patria celestial, y constituimos la masa del pueblo de Dios peregrino, la masa de bautizados que por la puerta del bautismo entramos a formar parte de la Iglesia, el nombre de IGLESIA MILITANTE. La vida del hombre sobre la tierra, nos dice el libro de Job, es milicia, es lucha y es combate. La vida del cristiano en medio del mundo, rodeado de los peligros que pueden perder su alma, es una milicia y una lucha sin tregua. Por eso la única actitud del cristiano, es una actitud militante. Como el soldado con el arma al brazo está alerta custodiando su puesto, para prevenir toda acometida del enemigo, así el cristiano, con las armas espirituales, ha de estar siempre en actitud militante, sin abonarse al reposo suicida de creer que la paz se gana por sí misma y no es fruto de una conquista diaria, de un esfuerzo de milicia.

Hay un falso pacifismo que llama a la inoperancia y a la laxitud. Ese falso pacifismo es el preludio de una gran derrota. Mientras Baltasar celebraba con banquetes y delicias la grandeza de Babilonia, los persas dirigidos por Ciro, asaltaban sus murallas y arrasaban la gran ciudad. Mientras el ejército filisteo dormía, los aguerridos soldados de Gedeón, se abalanzaron sobre ellos y alcanzaron, pese a su exiguo número, una resonante victoria. No hay paz posible con el enemigo perpetuo, el que ha empeñado toda su ciencia y su poder en destruirnos hasta el final de nuestra vida. Por eso S. Pedro nos recomienda que velemos siempre en la oración, porque el demonio como un león rugiente, anda dando vueltas a nuestro alrededor, espiando a ver quién puede devorar. No hay más paz que la que nos viene de Dios. La paz que se consigue con el vencimiento de nuestros enemigos, el mundo, el demonio y la carne, por el único camino de la oración, los sacramentos y la mortificación.

La vida cristiana no es para cobardes, para los que quieren pactar con sus enemigos, y ganar una paz falsa la paz del derrotado y del esclavo. Con las armas de la fe, con las armas de la oración, con las armas de la huída de las ocasiones, en permanente estado de milicia, venceremos bajo la bandera de nuestro sumo Rey y Capitán Jesucristo. Él nos dijo: “No temáis, Yo he vencido al mundo”. Todos a luchar detrás de Jesucristo en este año 1978, el gran combate de nuestra fidelidad a Él hasta el fin.

Rvdo. P. José María Alba Cereceda, S.I.
Meridiano Católico Nº 12, enero 1978