La Sagrada Escritura dice que “al principio creó Dios el Cielo y la Tierra” (Gen,1). Dios ha creado todo: los ángeles, arcángeles, querubines, tronos, potestades… la luz, los mares, la tierra, los árboles, la lluvia, el sol, los animales. Y Dios dijo: “Hagamos al hombre a nuestra imagen y a nuestra semejanza, para que domine sobre los peces del mar, sobre las aves del cielo, sobre los ganados y sobre todas las bestias en la tierra y sobre cuantos animales se mueven sobre ella” (Gen. 1,26). San Ignacio nos dice que todas las cosas sobre la haz de la tierra han sido creadas para el hombre y para que le ayuden a conseguir el fin para que ha sido creado. La santidad en la tierra y la felicidad eterna en el Cielo.
“Y Dios vio que era bueno” (vv. 4.10.12.18.21.25). Seis veces dice Dios que todo lo creado es bueno. Después de crear al hombre: “Dios miró todo lo que había hecho y vio que era muy bueno” (V.31). Todo lo que Dios ha creado es bueno y bello, impregnado de sabiduría y amor; la acción creadora de Dios pone orden, infunde armonía, da belleza. El concilio Vaticano II dice: “Enseña la Sagrada Escritura que el hombre fue creado a imagen de Dios, capaz de conocer y amar a su Creador, constituido por Él como señor de todas las criaturas visibles (Gén 1,26; Sab 2,23) para que las gobernase e hiciera uso de ellas, dando gloria a Dios (Ecos. 17, 3,10)” (Gs. 12,31)
Vaticano II: “La dignidad del hombre requiere que obre según una libre y consciente elección, movido e inducido personalmente, desde dentro, no por un impulso ciego o una mera coacción externa” (Gaudium et Spes 17). Rebajamos nuestra dignidad de personas libres cuando usamos mal las cosas y cometemos pecados. En todo debemos proceder conforme a como Dios nos ha creado. Dios nos hizo para dominar todas las cosas de la tierra. Santo Tomás dice que: “Hemos de usar rectamente de las cosas creadas porque debemos usarlas para lo que fueron hechas por Dios. Y han sido hechas para dos cosas, a saber: para gloria de Dios, porque todo lo hizo para sí; esto es, para gloria del Señor, como se dice en Proverbios 16; y para nuestra utilidad, es decir para que usándolas no cometamos pecado”.
No somos dueños absolutos de las cosas. El único Señor de las cosas es Dios, a nosotros nos cede el uso y el beneficio. Todo deberá cooperar a nuestro bien: “Dios hace concurrir todas las cosas para el bien de los que le aman” (Rom 8,289). Dios ha creado todas las cosas para nuestro bien. Y todo lo que nos suceda en esta vida, menos pecar, viene de Dios para nuestra santificación y alcanzar la bienaventuranza eterna: “Dios me lo dio, Dios me lo ha quitado; como Dios ha placido, así me lo ha quitado, sea el nombre de Dios bendito”. Su esposa:” ¡Maldice a Dios y muérete! Pero él le replicó: “como mujer necia has hablado. Si recibimos de Dios bienes, ¿por qué no también los males?” En todo esto no pecó Dios con sus labios” (Job 1,10).
Cuando las cosas de esta vida nos van bien no cuesta nada entender que todo viene de Dios, pero cuando nos va mal, según el criterio natural, nos cuesta entender que todo viene de Dios. Job veía bien que todas las cosas vienen de Dios, ¿lo vemos también así nosotros? ¿O nos turba la adversidad y las calumnias? No nos dejes caer en la tentación para que sea siempre firme nuestra fe, nuestra esperanza segura y nuestra caridad ferviente. Usemos las cosas como lo hicieron los santos.
La creación es la herencia que nos ha dejado nuestro Padre del Cielo en la Tierra ¡usémosla bien! Dios ha provisto nuestras necesidades e incluso nuestros caprichos. Y Dios lo ha hecho pensando en mí, porque me ama con todo su corazón ¡Si lo asimiláramos bien! ¡Si lo viviéramos! Nuestra vida sería un acto continuo de gratitud y amor de Dios: “El cielo y la tierra y todas las cosas que en ellas hay, por todas partes me dicen que te ame, ni cesan de decirlo a todos, de suerte que son inexcusables”(San Agustín). Somos inexcusables si no amamos a Dios con todo nuestro corazón, con todas nuestras fuerzas: “Por cuanto conociendo a Dios, no le glorificaron como a Dios, ni le dieron gracias, sino que se entontecieron en sus razonamientos, viniendo a obscurecerse su insensato corazón; y alardeando de sabios, se hicieron necios” (Rom 1, 20).
San Juan de Ávila: “No crió Dios las cosas corporales solamente para el cuerpo, sino para el cuerpo y para el alma, y para que te aproveches y digas. ¡Grande es la hermosura y poder del que tan grandes y tan hermosas cosas quiso criar! Y ¿qué me dará a mí quién a estos árboles tantas hermosuras dio? Pensáis que no crió Dios el sol más que para alumbraros. Para más lo crió. Criólo para que con su grandeza y hermosura lo alabásemos y engrandeciéramos”. “Tendréis gran cuidado de morir a todas las cosas y echarlas de vuestro corazón, diciéndoles: “No impidáis el lugar del Señor”.
San Pablo: “Nadie, pues se gloríe en los hombres, que todo es vuestro; ya Pablo, ya Apolo, ya Cefas; ya el mundo, ya la vida, ya la muerte; ya lo presente, ya lo venidero, todo es vuestro; y vosotros de Cristo, y Cristo de Dios” (1 Cor 21-22).
P.Manuel Martínez Cano mCR
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