Como dijimos en otra ocasión, la verdad es la adecuación de la mente a la cosa; la verdad es la realidad, no la subjetividad. De tal manera, que nadie puede pensar lo que le da la gana, no se puede pensar que dos por dos son cinco, ni que la parte es mayor que el todo.

Tampoco se puede hacer lo que nos venga en gana, porque la libertad no es arbitrariedad. La libertad está supeditada a la realidad objetiva, a la verdad. Supeditar la libertad a la verdad no es oprimir y encadenar el entendimiento, sino liberarlos. No es razonable es irracional y bestial, matar a niños inocentes, por medio del aborto; no se acepta la realidad objetiva de que son personas humanas. La verdad libera al hombre de la esclavitud de la mentira, del pecado, de la corrupción y de Satanás.

El padre de la mentira presenta siempre la mentira con apariencia de verdad; no olvidemos que se puede aparecer como “ángel de luz”. El papa Juan Pablo, el Papa de los jóvenes, ya les advirtió en el Monte del Gozo: “La verdad y la mentira. Hay que reconocer que muchas veces la mentira se presenta ante nosotros con apariencia de verdad. Es necesario discernir para conocer la verdad, la palabra que viene de Dios y responde a las tentaciones que vienen del padre de la mentira”.

No olvidemos nunca que el fin principal del demonio, al difundir sus mentiras, por todo el mundo, es que los hombres y las mujeres cometan pecados. No hay “mentiras piadosas”, o sin importancia; después de ellas vienen los pecados: “En la raíz del pecado está la mentira, como rechazo radical de la verdad que está en el Verbo del Padre, por el cual se expresa la autoridad total y al mismo tiempo el amor de Dios Padre, Creador del Cielo y la Tierra” (Beato Juan Pablo II).

Pilato preguntó a Cristo “¿Qué es la verdad?”. La Verdad es Cristo, el verbo del Padre. La tragedia de Pilato fue que tuvo la Verdad delante de mí y la despreció. Esta tragedia no debe producirse nunca en nuestra vida. Con la beata Isabel de la Trinidad, exclamemos: “Jesús me ama, Jesús me busca. Esta es la verdad. Todo lo demás no interesa (…) Es tan bella la verdad, la verdad del amor! ¡Me amó y se entrego por mí!”

“¡Avisaremos la Verdad sobre Cristo, sobre la Iglesia! Pero seamos coherentes ¡amemos la Verdad , vivamos en la Verdad, proclamemos la Verdad¡ ¡Oh Cristo enséñanos la verdad! ¿Sé para nosotros la única verdad” (Beato Juan Pablo II)

 

P. Manuel Martínez Cano mCR