Hoy, como nunca, la Iglesia es atacada por verdaderos ejércitos de medios de comunicación social, que no cesan de vomitar injurias, mentiras y calumnias contra los católicos. Los hijos de la Iglesia tenemos el sagrado deber de salir en defensa de la Iglesia y de todas sus instituciones fieles al magisterio del Sumo Pontífice. Debemos combatir contra todos los errores y difamaciones de los enemigos de la Iglesia de Cristo. Las malas ideas no se sostienen por sí solas, las difunden hombres perversos que deben ser descubiertos e impugnados valientemente, siempre con la verdad por delante.
San Juan Bautista empezó su ministerio profético diciendo a los fariseos que eran una raza de víboras, hipócritas, sepulcros blanqueados, generación malvada y adúltera. Y Nuestro Señor les dice que son hipócritas, serpientes, raza de víboras. Cristo les dice la verdad para que se conviertan y se salven: «¿Cómo escaparéis al juicio de la gehenna?» (Mt 23,33). A los cismáticos de Creta san Pablo les dice que son unos mentirosos. Malas bestias, barrigones y perezosos. Y al seductor Elimas Mago le echa en cara que es: hombre de todo fraude y embuste, hijo del diablo, enemigo de toda verdad y justicia.
La caridad es querer bien al prójimo y, el mejor bien que podemos desear para el prójimo, es que conozca y viva en la verdad. Y la verdad es Cristo. Debemos defender siempre a Cristo y a su Iglesia con todas las armas legítimas y morales que tengamos a nuestro alcance. San Bernardo, que predicó una cruzada para recuperar el Santo Sepulcro, atacó duramente al gran liberal de su tiempo, Arnaldo de Brescia. Le llama seductor, vaso de injurias, escorpión, lobo cruel. Y el Doctor Angélico, santo Tomás de Aquino, único teólogo recomendado expresamente por el Concilio Vaticano II, dijo a Guillermo de Saint-Amor y a sus discípulos que eran enemigos de Dios, ministros del diablo, miembros del Anticristo, ignorantes, perversos y réprobos.
San Luis María Grignon de Montfort, en su Tratado de verdadera devoción a la Santísima Virgen María, escribe sobre los santos de los últimos tiempos que serán escogidos para oponerse a los enemigos de Dios y especialmente devotos de la Santísima Virgen: «Combatirán con una mano, derribarán, aplastarán a los herejes con sus herejías, a los cismáticos con sus cismas, a los idólatras con sus idolatrías y a los pecadores con sus impiedades, y con la otra mano edificarán el templo de Salomón y la Ciudad de Dios, es decir, honrarán a la Santísima Virgen, llamada por los Santos Padres el Templo de Salomón y la Ciudad de Dios. En fuerza de sus palabras y de su ejemplo, conducirán a todo el mundo a su verdadera devoción, lo cual le granjeará muchos enemigos, pero también muchas victorias.»
«Por María comenzó la salvación del mundo, y por María debe consumarse».
Amar al prójimo como Cristo nos enseñó es querer su bien. Y el supremo bien del prójimo es que conozca la Verdad, que viva en la Verdad, que ame la Verdad para que viva la eterna felicidad de contemplar la Verdad. «Amaos los unos a los otros como yo os he amado«, nos dice a todos nuestro Señor Jesucristo, hijo de la Santísima Virgen María. Aunque tengamos que decirle a nuestro mejor amigo: «Apártate de mí, Satanás«, como el Señor dijo a san Pedro, cuando éste le insinuó que no cumpliera la voluntad de su Padre celestial. Amemos como Cristo nos enseñó, cumpliendo siempre y en todo la voluntad de nuestro Padre del Cielo. Haciéndonos esclavos del Señor, como la Virgen Santísima.
P. Manuel Martínez Cano, mCR
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Maravilloso el Padre Cano. Vaso de elección, amigo de Cristo. Dios le bendiga.
Tengo una vivencia de caridad que nunca antes comenté a nadie. Se trata de la caridad de unas religiosas, monjas, creo que de la casa de la Madre Rafols de Vilafranca del Penedes, durante unos Ejercicios Espirituales en Semana Santa de hace muchos años, con la Unión Seglar de San Antonio Mª Claret.
Tras el desayuno nos quedamos Ortiz y yo para recoger las mesas, limpiar y poner el servicio de mesa para la comida. Como estábamos en régimen de silencio, Ortiz, con cara de carnero degollado que daba pena, al poner los cubiertos para la comida, enseñó a una de las hermanas, que estaba por ahí, una cuchara, con cara interrogante, pero sin decir palabra, por mor del susodicho silencio.
Ortiz sólo quería saber si había de poner cucharas o no para la comida, pero puso tal cara de pena, que vi como la hermana se quedaba un poco confundida y preocupada mientras le contestaba que no.
Lo cierto es que parecía que Ortiz estaba pidiendo sopa para comer, por Amor de Dios, jejjejejjejejejje.
Conociendo a Ortiz, no era eso, sino que sólo quería saber si había que poner cucharas o no. Pero puso tal cara de pena al preguntar (su cara habitual por otro lado), que la hermana interpretó que estaba pidiendo sopa.
La cosa quedó en que no se pusieron cucharas, porque no estaba previsto poner sopa para comer.
Cual fue mi sorpresa, al ir a comer, cuando me encuentro con que hay sopa y, por supuesto, cucharas.
La caridad de las religiosas había hecho cambiar el menú por Amor.
Por mi parte, como no me gusta mucho la sopa, me quedé con las ganas de darle una colleja a Ortiz, lo cual me valió mucho como penitencia al aguantarme y no dársela, jejjejejejejejjejeee. Al final, todo perfecto para mayor gloria de Dios y bien de las almas, jjejejejejejejjejejjee.
Y, por último, haciéndome ya un poco pesado, compartir con vosotros una experiencia personal.
En unos campamentos de la Unión Seglar, siendo yo jefe de día en el día de visitas de las familias, dije unas palabras ante el campamento y las familias, que no eran otras que la Palabra de Dios en las Escrituras. Al hacer mías esas palabras, el Padre Cano me recriminó por mi osadía.
Pues bien, a riesgo de nueva regañina, me voy a atrever a decir algo más:
«Habla, Señor, que tu siervo escucha»
«Enséñame tu Ley: la seguiré siempre» porque «el celo de tu casa me devora».
«¿A quien enviaré?. Aquí me tienes, Señor, envíame a mí».
» Aquí me tienes, Señor, para hacer tu voluntad».
«Mas vale un día en tus atrios, que mil fuera de ellos»