El Papa León XIII introdujo para el fin de la misa la oración a San Miguel Arcángel después de haber tenido una visión terrorífica. No sabemos exactamente en qué consistía esta visión.
El padre Domingo Pechenino escribe en la revista «Ephemérides Litúrgicas» lo siguiente:
«El Papa había terminado su misa y estaba asistiendo a otra para dar gracias, como era su costumbre. De pronto se le vio levantar enérgicamente la cabeza fijándose en algo que vió por encima de la cabeza del celebrante. Miraba sin parpadear, pero con expresión de terror y de asombro cambiando de color. Algo de extraño y de grande se dibujaba en su rostro.
Por fin, como volviendo en sí, con un gesto de mano ligero pero enérgico, se levanta retirándose a su despacho privado. Los familiares le siguen con premura y ansiosos. Le dicen con reverencia: «Santo Padre, ¿no se encuentra bien?, ¿necesita algo?» Responde: «Nada, nada». Y se encierra por dentro. Al cabo de media hora hace venir al secretario de la Congregación de Ritos, y largándole un folio, le ruega que lo lleve a imprimir y le haga llegar a todos los obispos del mundo. ¿Qué contenía? La oración que recitábamos antes al final de la misa con la súplica a María y todos los santos por la conversión de los pecadores y la exaltación de la Iglesia.
Dice así: «San Miguel Arcángel defiéndenos en la batalla. Sé nuestro amparo contra la maldad y asechanzas del demonio. Reprímale Dios, pedimos suplicantes; y tú, Príncipe de la milicia celestial, lanza al infierno con el divino poder a Satanás y a los demás espíritus malignos que vagan por el mundo para la perdición de las almas. Así sea.
La fecha de expedición de la carta a los obispos pidiendo esta oración es el año 1886. Asimismo compuso un exorcismo, recomendado a todos los sacerdotes, que figura en los rituales.
Interesante es que Pío XI en 1930 pidiese que esta oración se aplicase por la conversión de Rusia.”
Todo esto se comprende si tenemos presente la tremenda presencia y la acción de Satanás en el mundo. «No estaré por más tiempo con vosotros, porque viene el príncipe del mundo. Pero no tiene poder sobre mí«, dice el Señor a sus Apóstoles. Y San Pedro dice: «Sed sobrios y velad, porque el diablo está rondando como un león rugiente para devorar a quien pueda». Y San Pablo insiste en lo mismo: «No es nuestra lucha contra una naturaleza humana normal, sino contra los príncipes, potestades y dominaciones de este mundo oscuro, contra los espíritus malignos en los aires». ¡Estemos alerta!
P. Manuel Martínez Cano, mCR
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