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El Estado de bienestar en el cual viven las minorías que gobiernan las naciones es antihumano. Mientras a ellos no les falta nada y les sobra de todo, millones de personas mueren de hambre o por no poder comprar las medicinas necesarias. En torno al bienestar de estos nuevos faraones, hay un tercer y cuarto mundo en el que el pan de cada día es la miseria y el desánimo.

Hay muchos politiquillos que viven lujosamente a costa de los impuestos de unos trabajadores que les cuesta mucho llegar a final de mes. Es la ley del más fuerte, la ley salvaje de la selva, como constatamos cada día, con la masacre de niños y niñas en los abortorios.

No sería nada bueno que ese espíritu mundano del bienestar penetrara en las familias cristianas, creándose falsas necesidades y acaparando cosas innecesarias. Tener más porque otros lo tienen. Nuestro Señor Jesucristo nos enseñó a compartir nuestros bienes con los necesitados: Misiones, Cottolengo, Misioneras de la Caridad y las innumerables asociaciones de caridad católicas como Cáritas. Debemos desprendernos de las cosas de este mundo para amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo por amor de Dios.

La caridad cristiana lleva a la austeridad –que no es tacañería- evitando caprichos, gastos superfluos y desprendiéndose de lo innecesario para compartir nuestros bienes con los vagabundos que viven y duermen en nuestras calles, los parados, los marginados por el Estado del bienestar.

La beata Teresa de Calcuta es uno de los muchos testimonios luminosos que el Señor nos ha dejado en estos tiempos de egoísmo, avaricia, hedonismo, materialismo “para despertarnos de nuestra mediocridad”. La pobreza es una virtud cristiana que debemos practicar para socorrer a los pobres que apenas tienen para alimentarse y vestirse.

La misma Madre Teresa de Calcuta nos dijo que la gran pobreza de nuestro mundo es que se ha alejado de Dios. Hoy más que nunca, el mundo necesita testimonios entusiastas de amor a Dios. Tenemos el sagrado deber de colaborar en la nueva evangelización para llevar a hombres y mujeres a Dios. Es necesario nuestro testimonio cristiano en todos los ambientes. Su Santidad Francisco, nos dice: “¡Nosotros debemos tener ese coraje de ir y anunciar a Cristo resucitado, porque Él es nuestra paz. Él ha traído la paz con su amor, con su perdón, con su sangre y su misericordia! ¡Vayan a las plazas y anuncien a Jesucristo nuestro salvador!”

Hacen falta misioneros en el tercer y cuarto mundo. El Occidente secularizado y mundano necesita saber que Dios ama a todos los hombres y mujeres, creados a su imagen y semejanza. La mies es mucha y los trabajadores pocos. ¡Alístate! Ten el coraje de ir contracorriente en esta guerra de Dios. Nuestra Madre la Virgen Santísima nos protegerá bajo su manto.

P. Manuel Martínez Cano, mCR