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P.albacena

La primavera, fresca y vigorosa, perfuma ya el mosaico multicolor de abril mes que este año trae consigo la Semana Santa. Montes, campos y valles visten sus mejores galas para presenciar el sublime misterio de la pasión, muerte y resurrección del Creador de cielos y tierras.

Tú también has de revestirte con las mejores galas arrancando primero los rastrojos y cizaña que en toda alma impiden fructifique la gracia divina. Hemos de colaborar estrechamente con la Divina Providencia para que la primavera espiritual de nuestras almas produzca abundantes frutos de santidad.

Cierto, podemos santificarnos de mil maneras distintas. Sin embargo, la gran mayoría de vosotros habéis experimentado que la mejor de todas es practicar los ejercicios espirituales de San Ignacio en completo retiro.

Nadie más autorizado que el Papa para ratificar lo dicho, he aquí unas palabras de Pío XI: “los ejercicios son el antídoto de la novísima ligereza, la formación del cristiano, fragua de apóstoles, estímulo fortísimo para procurar la reforma de costumbres y alcanzar la cima de la perfección” y León XIII nos recuerda que “la meditación del fin del hombre por sí sola bastaría para renovar todo el orden social”. Los ejercicios son pues el arma más eficaz para que Cristo reine en tu corazón y en la sociedad que formamos todos los hombres.

Con motivo de la invasión de Francia por los ejércitos prusianos, le preguntaron a Santa Bernardita si no tenía miedo. La respuesta de la Santa brotó espontánea: “No; no temo a los enemigos de Dios, a los que temo son a los malos católicos.” Pues bien, si quieres ser buen católico, si quieres desterrar de España a los enemigos de Dios y de la Iglesia, si quieres que Cristo reine en el mundo entero practica esta Semana Santa, con gran ánimo y generosidad, los ejercicios espirituales de San Ignacio. Repite la experiencia cada año y durante todos los días de tu vida practica diligentemente lo que Dios te enseñó en lo íntimo de tu alma.

No lo dude, así te harás santo, así colocas los fundamentos para que en su día Cristo reine en España y en el mundo entero.

Rvdo. P. José María Alba Cereceda, S.I.
Meridiano Católico Nº 27, abril de 1979