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Bien conocida es la destrucción del monumento al Sagrado Corazón de Jesús, que se veneraba en Getafe. En la prensa SagradoCorazonDeJesuspodía leerse lo siguiente: «El monumento había sido inaugurado el 30 de mayo de 1919. El 28 de julio de 1936 un pelotón de milicianos «fusiló» la estatua de Nuestro Señor y el 7 de agosto del mismo año, tras cuatro intentos fallidos, el monumento fue destrozado por una potente carga de dinamita. Con tal motivo los rojos organizaron en Getafe una manifestación de júbilo y bautizaron el montículo con el nombre «Cerro Rojo». Tres meses después el Cerro de los Ángeles era liberado. Al término de la Cruzada más de 150.000 personas acudieron al lugar en una impresionante manifestación de desagra­vio y el 18 de julio de 1939 se celebró la bendición de la primera piedra del nuevo monumento que acaba de inaugurarse».

Esta inauguración tuvo lugar el 25 de junio de 1965. El monu­mento fue bendecido por el obispo de Madrid-Alcalá, monseñor Ca­simiro Morcillo. Hubo, después, una Misa, concelebrada, presidida por el cardenal y arzobispo de Tarragona, Benjamín Arriba y Castro. La homilía corrió a cargo del obispo de la diócesis madrileña, que en su homilía hizo referencia a la consagración de España al Sagrado Co­razón de Jesús, que hizo el rey Alfonso XIII el 30 de mayo de 1919, ante el monumento destruido por los milicianos rojos. Esta consagra­ción, concluida la Misa, fue renovada por Franco de esta forma:

«Sagrado Corazón de Jesús, Corazón del Dios-Hombre, Re­dentor del mundo, Rey de Reyes y Señor de los que dominan. España, pueblo de tu herencia y de tus predilecciones, se postra hoy reverente ante este Trono de tus bondades, que para Ti se alza en el centro de la Península. Todas las razas que la habitan, todas las regiones que la integran, han constituido en la sucesión de los siglos y a través de comunes azares y mutuas leal­tades, esta gran patria española, fuerte y constante en el amor a la religión y en su adhesión a la Santa Iglesia. Siguiendo la tradición católica de nuestro pueblo, y conti­nuando gozosos la historia de fe y devoción a Vuestra Divina Persona, confesamos que Vos vinisteis a la Tierra a establecer el Reino de Dios en la paz de las almas redimidas por vuestra sangre, y en la dicha de los pueblos que se rijan por vuestra santa ley; reconocemos que tenéis por blasón de vuestra divini­dad conceder participación de vuestro poder a los gobernantes de los pueblos, y que de Vos reciben eficacia y sanción todas las leyes justas, en cuyo cumplimiento estriba el imperio del orden y de la paz. Vos sois el camino seguro, que conduce a la posesión de la vida eterna; luz que alumbra los entendimientos para que conozcan la verdad y el principio propulsor de toda vida y de todo legítimo progreso social, afianzándose en Vos y en el pode­río y suavidad de vuestra Gracia todas las virtudes y heroísmos que elevan y hermosean el alma.

Venga, pues, a nosotros Vuestro Santísimo Reino, que es Reino de justicia y amor. Reinad en los corazones de los hombres, en el seno de los hogares, en la inteligencia de los sabios, en las aulas de la ciencia y de las letras, y en nuestras leyes e instituciones patrias.

Gracias, Señor, por habernos distinguido como defenso­res de tu fe y misioneros de tu Evangelio por los confines del mundo. Que tu Providencia amorosa nos conserve la integridad de nuestras creencias, la sed amorosa de evangelización y la uni­dad religiosa de nuestra patria.

Desde estas alturas, que para Vos ha elegido España como símbolo del deseo que la anima de que presidáis todas nuestras empresas, bendecid al mundo del trabajo para que reine en él la armonía, el bienestar y la paz, con la implantación de la justicia social y el triunfo de la caridad entre todos.

Bendecid a los Ejércitos de Tierra, Mar y Aire, brazos arma­dos de la patria, para que la lealtad de la disciplina y en el valor de sus armas sean siempre salvaguardia de la nación y defensa del Derecho.

Bendecid a todos los españoles que, unidos en la cordialidad de unos mismos santos amores a la religión y a la patria, que­remos renovaros la consagración de nuestra vida, pidiéndoos, como premio de ella, el morir en la seguridad de vuestro amor y en el regazo de vuestro Corazón adorable.

—Por la Santa iglesia Católica, para que su unidad revele al mundo el amor de Dios, roguemos al Señor.

—Te lo pedimos, Señor.

—Por la fidelidad a los preceptos divinos en las leyes y en las costumbres públicas y privadas, roguemos al Señor.

—Te lo pedimos, Señor.

—Por la unidad religiosa de España, para que en ella reine tu Sagrado Corazón, roguemos al Señor.

—Te lo pedimos, Señor.

—Por los trabajadores españoles, cuya promoción social y económica anhelamos y procuramos, por las familias españolas, por todas las regiones españolas, roguemos al Señor.

—Te lo pedimos, Señor».

El Papa Pablo VI envió un telegrama dirigido al cardenal y ar­zobispo de Toledo, Pla y Deniel, cuyo texto decía:

«Con ánimo profundamente conmovido vemos postrarse hoy España en espíritu devota reparación en Cerro de los Ángeles y consagrarse sus hijos amadísimos por boca del Excelentísimo Jefe Estado al Sagrado Corazón. En una fervorosaBAND_ESPA_A_SAGRADO_CORAZON plegaría hacia querida noble nación, su­plicamos Cristo Redentor, por intercesión maternal María In­maculada, conceda días paz, de creciente prosperidad cristiana en fraternal armonía colaboración tareas bien común y progreso social, otorgue gracias perseverantes en integridad fe católica ha­cia hidalga tierra adalid ideales misionales, reine Él siempre en el imperio de su amor y especial misericordia en individuos y sociedad. Prenda tales gracias y testimonio especial benevolencia en la bendición apostólica que, en fecha memorable, complacidos impartimos dilectísima España. Paulus Papa VI».

 

 

 

Blas Piñar