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La actitud contemporánea de muchos católicos, es la de las avestruces, que cierran sus ojos a la realidad social administrativa, para replegarse en sus asuntos particulares o familiares. Se han olvidado e incluso menosprecian la doctrina católica. No admiten que son los mandamientos de la ley de Dios, los que deben regir la vida pública y privada.

La gran mayoría de nuestros contemporáneos no saben o no quieren saber que la dignidad de la persona humana consiste en acoger y vivir en la Verdad. La libertad humana debe estar limitada por la verdad. No se debe robar, ni asesinar, ni mentir… La norma que debe regir la conciencia privada y pública es la verdad, no lo que diga una mayoría o una minoría oligárquica. El hombre no puede permanecer indiferente, pasota, ante la verdad o el error, el bien o el mal. Se juega su destino personal en la tierra y la eterna felicidad del cielo. La verdad y el bien está en la revelación divina enseñada por la iglesia. El beato Juan XXIII, en su encíclica Pacem in Terris, dice: “El orden que rige en la convivencia entre los seres humanos es de naturaleza moral. Ahora bien, el orden moral-universal, absoluto e inmutable en sus principios, encuentra su fundamento y objetivo en el verdadero Dios, personal y trascendente».

Los sacerdotes tenemos el sagrado deber de alertar y defender, a los católicos contra los errores que se ocultan en palabras como liberalismo, laicismo, materialismo, marxismo, democracia, etc. Es evidente que muchos católicos han sido engañados y arrancados de la Iglesia por ideologías anticristianas que promueven “el paraíso en la tierra» y les hacen olvidar y despreciar la vida eterna del cielo o del infierno.

No es verdad que el hombre tiene libertad para hacer lo que le venga en gana; la persona humana no goza de libertad absoluta. Tiene una limitación ontológica y moral: La Verdad. Todo lo contrario a la verdad no es humano y no debe hacerse. La sociedad civil no tiene libertad absoluta para legislar lo que le venga en gana, como el mal llamado matrimonio homosexual o el crimen abominable del aborto. La sociedad civil debe ajustarse a la verdad, legislando según la moral, defendiendo el orden temporal natural y sobrenatural. Somos ciudadanos de la tierra y del cielo.

La paz social no está en el laicismo, el multiculturalismo…no está en la amalgama de todas las ideologías y religiones, apoyadas y organizadas por las ideologías demócratas. “La paz, dice el Beato Juan XXIII, será una palabra vacía si no está fundada sobre aquel orden que Nos, movidos de esperanza y confianza, hemos esbozado en unas líneas generales, en ésta nuestra encíclica, Pacem in Terris: la paz ha de estar fundada sobre la verdad, construida con la norma de la justicia, vivificada e integrada por la caridad y realizada, en fin, en la libertad. Es ésta una empresa tan gloriosa y excelsa que las fuerzas humanas, por más que estén animadas de la buena voluntad más laudable, no pueden por sí solas llevarla a efecto. Para que la sociedad humana, refleje la semejanza del Reino de Dios, es de todo punto necesario el auxilio del cielo”.

Oremos a Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo; a la Virgen Santísima, a san José. Sí, a Dios rogando y con el mazo dando.

P.Manuel Martínez Cano mCR