5 -¿No hay una teoría aceptable de democracia política para un católico?
Sí, la expuso Pío XII, en su radiomensaje navideño de 1944. Resumiremos el pensamiento pontificio de Pío XII en estos apartados:
a) Según las enseñanzas de la Iglesia, no está prohibido preferir gobiernos moderados de forma popular, salvando la verdad de que la autoridad viene de Dios, aunque los ciudadanos designen a sus gobernantes.
b) Hay que distinguir entre pueblo y masa. La masa es un conjunto desordenado e inorgánico, manejado por los medios de seducción, agitación y propaganda. «El pueblo vive de la plenitud de vida de los hombres que la componen, cada uno de los cuales -en su propio puesto y según su propio modo- es una persona consciente de su propia responsabilidad y de sus propias convicciones.» Lo que no tiene nada que ver con el sufragio universal en que por mayorías se decide sobre cualquier materia, aunque sea contra la Ley de Dios. La democracia preconizada por Pío XII, supone la organización social con el reconocimiento de la familia, de la profesión, de los cuerpos sociales, de las entidades que conjugan y forman la nación.
c) La democracia, según Pío XII, se funda en el reconocimiento de la persona, del Estado y del poder público, «con sus respectivos derechos, (que) están tan unidos y conexo s entre sí, que, o se mantienen firmes o se arruinan conjuntamente. y puesto que aquel orden absoluto, a la luz de la sana razón, y concretamente de la fe cristiana, no puede tener otro origen sino un Dios personal, Creador nuestro, síguese que la dignidad del hombre es la dignidad de la imagen de Dios, la dignidad del Estado es la dignidad ‘de la comunidad moral querida por Dios, la dignidad de su participación en la autoridad de Dios. «<Benignitas et humanitas», 22).
Sumariamente podemos decir que la democracia política aceptable debe salvar «la doctrina católica sobre el origen y ejercicio del poder público». De ahí «la dignidad del Estado (que) es la dignidad de una comunidad moral que Dios ha querido, y la dignidad de la autoridad política es la dignidad de una participación en la autoridad de Dios».
También la democracia política válida para una conciencia cristiana, especifica que la igualdad de los hombres no supone el igualitarismo, sino reconocer que la misma naturaleza ordena desigualdades de cultura, bienes y posición social, dentro de la más clara justicia y caridad. «Esas desigualdades, lejos de lesionar, en manera alguna, la igualdad civil, le dan su significado legítimo, es decir: que ante el Estado, cada uno tiene derecho a vivir honradamente su existencia personal en el puesto y en las condiciones en que los designios y la disposición de la Providencia lo han colocado.» O sea, que la democracia política, reconocida por la Iglesia, es lo más contradictorio a la tiranía de las masas emborrachadas por los partidos políticos, las demagogias antisociales, las plutocracias inmorales y las dictaduras marxistas. Sólo así se puede aceptar la democracia. Lo dice Pío XII: «La Iglesia tiene la misión de reclamar al mundo, ansioso de más perfectas formas de democracia, el mensaje más alto y más necesario que pueda existir: la dignidad del hombre y la vocación a la filiación divina». (Radiomensaje navideño de 1944).
6 -El origen del poder, ¿no es el resultado electoral de las mayorías, lo que se llama la soberanía popular?
No, afirmar que el poder viene de la llamada soberanía popular es rigurosamente herético, resultado del libre examen protestante. La Biblia enseña que el poder viene de Dios. Veámoslo: «Por mí reinan los reyes… ; por mí mandan los príncipes y gobieran los poderosos de la tierra» («Proverbíos», VIII, 15-16). «Escuchad vosotros, los que imperáis sobre las naciones … ; porque el poder os fue dado por Dios y la soberanía por el Altísimo» (<<Sabiduría», VI, 3-4). «Dios dio a cada nación un jefe» (<<Eclesiástico», XVII, 4). «No tendrías poder alguno sobre Mí si no te fuera dado de lo alto» (Jesús a Pilatos) (Juan, XIX, 11). «Toda persona está sujeta a las potestades superiores: porque no hay potestad que no provenga de Dios, y Dios es el que ha establecido las que hay. Por lo cual, quien desobedece a las potestades, a la ordenación de Dios desobedece. De consiguiente, los que desobedecen, ellos mismos se acarrean la condenación» (Romanos, XII, 1-2).