Contracorriente

~ Blog del P. Manuel Martínez Cano, mCR

Contracorriente

Archivos diarios: 17 julio, 2013

Catecismo Social XXII: Democracia III

17 miércoles Jul 2013

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5 -¿No hay una teoría aceptable de democracia política para un católico?

Sí, la expuso Pío XII, en su radiomensaje navideño de 1944. Resumiremos el pensamiento pontificio de Pío XII en estos apartados:

 

a) Según las enseñanzas de la Iglesia, no está prohibido preferir gobiernos moderados de forma popular, salvando la verdad de que la autoridad viene de Dios, aunque los ciudadanos designen a sus gobernantes.

 

b) Hay que distinguir entre pueblo y masa. La masa es un conjunto desordenado e inorgánico, manejado por los medios de seducción, agitación y propaganda. «El pueblo vive de la plenitud de vida de los hombres que la componen, cada uno de los cuales -en su propio puesto y según su propio modo- es una persona consciente de su propia responsabilidad y de sus propias convicciones.» Lo que no tiene nada que ver con el sufragio universal en que por mayorías se decide sobre cualquier materia, aunque sea contra la Ley de Dios. La democracia preconizada por Pío XII, supone la organización social con el reconocimiento de la familia, de la profesión, de los cuerpos sociales, de las entidades que conjugan y forman la nación.

 

c) La democracia, según Pío XII, se funda en el reconocimiento de la persona, del Estado y del poder público, «con sus respectivos derechos, (que) están tan unidos y conexo s entre sí, que, o se mantienen firmes o se arruinan conjuntamente. y puesto que aquel orden absoluto, a la luz de la sana razón, y concretamente de la fe cristiana, no puede tener otro origen sino un Dios personal, Creador nuestro, síguese que la dignidad del hombre es la dignidad de la imagen de Dios, la dignidad del Estado es la dignidad ‘de la comunidad moral querida por Dios, la dignidad de su participación en la autoridad de Dios. «<Benignitas et humanitas», 22).

 

Sumariamente podemos decir que la democracia política aceptable debe salvar «la doctrina católica sobre el origen y ejercicio del poder público». De ahí «la dignidad del Estado (que) es la dignidad de una comunidad moral que Dios ha querido, y la dignidad de la autoridad política es la dignidad de una participación en la autoridad de Dios».

 

También la democracia política válida para una conciencia cristiana, especifica que la igualdad de los hombres no supone el igualitarismo, sino reconocer que la misma naturaleza ordena desigualdades de cultura, bienes y posición social, dentro de la más clara justicia y caridad. «Esas desigualdades, lejos de lesionar, en manera alguna, la igualdad civil, le dan su significado legítimo, es decir: que ante el Estado, cada uno tiene derecho a vivir honradamente su existencia personal en el puesto y en las condiciones en que los designios y la disposición de la Providencia lo han colocado.» O sea, que la democracia política, reconocida por la Iglesia, es lo más contradictorio a la tiranía de las masas emborrachadas por los partidos políticos, las demagogias antisociales, las plutocracias inmorales y las dictaduras marxistas. Sólo así se puede aceptar la democracia. Lo dice Pío XII: «La Iglesia tiene la misión de reclamar al mundo, ansioso de más perfectas formas de democracia, el mensaje más alto y más necesario que pueda existir: la dignidad del hombre y la vocación a la filiación divina». (Radiomensaje navideño de 1944).

 

6 -El origen del poder, ¿no es el resultado electoral de las mayorías, lo que se llama la soberanía popular?

No, afirmar que el poder viene de la llamada soberanía popular es rigurosamente herético, resultado del libre examen protestante. La Biblia enseña que el poder viene de Dios. Veámoslo: «Por mí reinan los reyes… ; por mí mandan los príncipes y gobieran los poderosos de la tierra» («Proverbíos», VIII, 15-16). «Escuchad vosotros, los que imperáis sobre las naciones … ; porque el poder os fue dado por Dios y la soberanía por el Altísimo» (<<Sabiduría», VI, 3-4). «Dios dio a cada nación un jefe» (<<Eclesiástico», XVII, 4). «No tendrías poder alguno sobre Mí si no te fuera dado de lo alto» (Jesús a Pilatos) (Juan, XIX, 11). «Toda persona está sujeta a las potestades superiores: porque no hay potestad que no provenga de Dios, y Dios es el que ha establecido las que hay. Por lo cual, quien desobedece a las potestades, a la ordenación de Dios desobedece. De consiguiente, los que desobedecen, ellos mismos se acarrean la condenación» (Romanos, XII, 1-2).

Para la Historia XXII: Respuesta del Arzobispo de París a la Carta Colectiva del Episcopado Español

17 miércoles Jul 2013

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París, 7 de septiembre de 1937. 32, Rue Barbet de Jouy (7º)

Eminencia:

Permítase exprese a Vuestra Eminencia y a sus Venerados Hermanos en el Episcopado nuestra gratitud y nuestra admiración, y ruego a V. E. R. perdone el retraso, que ha sido motivado por una prolongada ausencia mía de París.

La carta tan conmovedora que nos ha dirigido es verdaderamente luminosa.

¡Con qué claridad analiza las causas que han acarreado, en vuestra nación, la horrible guerra que aún continúa!

¡Qué servicio prestáis a todas las naciones del mundo, mostrándolas, con la luz de los hechos, a dónde conducen el ateísmo práctico, la relajación de costumbres, el desprestigio de la autoridad y la convivencia de los gobiernos con todas estas doctrinas de destrucción y de muerte!

Es una lección extraordinariamente oportuna la que nos dais, Eminencia.

Bajo esta sangrienta luz nosotros apreciamos mejor los peligros que nos amenazan y vemos con más claridad cuáles han de ser nuestra vigilancia y nuestra acción.

¿No es de toda evidencia que la lucha titánica que en sangrienta hoy el suelo de la católica España es en realidad la lucha entre la civilización cristiana y la pretendida civilización del ateísmo soviético?

Y esto es lo que da a esta guerra una grandeza incomparable y a vuestra actitud un carácter emocionante.

Sí; lo que está en juego en estas luchas es el porvenir de la Iglesia católica y de la civilización que ella fundó; porque no es solamente en favor de la España católica y tradicional por la que han caído vuestros héroes. Si vuestros Obispos, vuestros sacerdotes, vuestros religiosos, vuestras religiosas, vuestros fieles, han muerto a millares; si vuestra patria, tan bella en otros tiempos, ve hoy tantas iglesias incendiadas y destruidas, tantos tesoros artísticos destrozados y dispersos, tantos recuerdos incomparables desaparecidos; si, en una palabra, España ofrece, en esta hora, un sacrificio único en la Historia, es que los enemigos de Dios la habían escogido para que fuese la primera etapa en su obra de destrucción.

Este pensamiento nos conmueve profundamente y suscita en nuestras almas una simpatía y una gratitud que nos es sumamente difícil expresar.

¡Pero, Eminencia, a pesar de tantos dolores y tantas ruinas, una gran esperanza alborea ya para vuestra Patria!

Y ante todo, el heroísmo tan cristiano de vuestros hijos causa la admiración del mundo entero y añade un nuevo esplendor a la gloria de la caballeresca España. Más aún, la gran familia católica recordará a través de los siglos los sacrificios que los hijos de la noble España han decidido hacer para salvar su fe, y ella bendecirá por siempre su memoria.

En fin, la voz de vuestros millares de mártires, que es oída constantemente por Dios, ¿no atraerá sobre el país donde ellos tanto han sufrido todas las bendiciones del cielo?

Sí, Eminencia; la España del porvenir, siempre “muy cristiana”, siempre fiel, con la aureola de sus mártires, con el perdón generosamente otorgado a sus verdugos, con la unión de todos sus hijos en la obediencia y en la caridad, con un nuevo orden social establecido a la luz de las Encíclicas pontificias, con la gloria “inmarcesible”, en fin, que le ha merecido tanto heroísmo, emprenderá de nuevo, más bella y más confiada que nunca, el camino de sus gloriosos destinos.

Estos son, Eminencia, los votos y las ardientes oraciones de todos los católicos de Francia.

Besando su sagrada Púrpura, me repito de Vuestra Eminencia el más humilde servidor en Nuestro Señor.

            Firmado: † Juan, Cardenal Verdier, Arzobispo de París.

Tratado de la Verdadera Devoción a la Santísima Virgen XXVIII

17 miércoles Jul 2013

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Parte Segunda

DE LA DEVOCIÓN MÁS EXCELENTE
A LA SANTÍSIMA VIRGEN

Motivos de esta perfecta consagración

146. Como por esta práctica se entregan al Señor por medio de su Santa Madre todas las buenas obras, esta buena Señora las purifica, las embellece y hace que su Hijo las acepte.
1.º Las purifica de toda inmundicia de amor propio y de ese apego imperceptible a las criaturas que se desliza insensiblemente en las mejores acciones. Desde el momento que aquellas obras se encuentren entre sus manos purísimas y fecundas, estas manos, que jamás han estado manchadas ni ociosas y que purifican cuanto tocan, despojan el don que se le hace de todo lo que puede tener de corrompido e imperfecto.

147. 2.º Las embellece adornándolas con sus méritos y virtudes. Es como si un labrador, deseoso de alcanzar la amistad y benevolencia de un rey, se fuese a la reina y le presentase una manzana, en la que consistía toda su renta, a fin de que ella la presentase al rey, y aceptando la reina el pequeño regalo del labrador, pusiese la tal manzana en un grande y hermoso plato de oro y la presentase así al rey de parte del labrador; de modo que ya entonces la manzana, que por si era indigna de ser presentada al rey, se habría convertido en un regalo digno de su majestad, en consideración a la bandeja de oro en que estaba puesta y por la persona que la presentaba.

148. 3.º María Santísima presenta estas buenas obras a Jesucristo, porque no guarda para sí nada de lo que se le ofrece; todo lo lleva a Jesucristo. Si se le da algo, se le da necesariamente a Jesucristo; si se la alaba, si se la glorifica, inmediatamente Ella alaba y glorifica a Jesús. Ahora, como en aquella ocasión en que Santa Isabel la alabó, canta cuando se la ensalza y bendice: Magnificat anima mea Dominum (Luc. 1,46).

149. 4.º María hace que Jesús acepte estas buenas obras, por pequeño y pobre que sea el don e indigno del Santo de los santos y Rey de los reyes.
Cuando presenta uno alguna cosa a Jesús por sí mismo y apoyado sobre la propia industria y disposición, Jesús examina el presente, y muchas veces lo rechaza a causa de la mancha de amor propio de que adolece, como en otro tiempo rechazó los sacrificios de los judios por estar llenos de su propia voluntad. Pero cuando se le presenta algo por las manos puras y virginales de su amadísima Madre, lo toma con sumo gusto, no considerando tanto lo que se le da, cuanto que se lo presenta su buena Madre; no mirando la procedencia del don, sino que se lo presenta su Madre. Así, María, que jamás ha sido rechazada, antes bien, siempre bien recibida de su Hijo, hace que Su Majestad reciba con agrado todo lo que, pequeño o grande, le presenta Ella; basta que María se lo presente, para que Jesús lo reciba y le agrade. He aquí el gran consejo que daba San Bernardo a cuantos conducía a la perfección: «Cuando queráis ofrecer alguna cosa a Dios, cuidad de ofrecérselo por las gratísimas y dignísimas manos de María, siempre que no queráis ser rechazados».

150. ¿No es esto lo que la misma naturaleza inspira a los pequeños para con los grandes, como lo hemos visto? ¿Por qué la gracia no ha de conducirnos a hacer lo mismo para con Dios, que está elevado infinitamente sobre nosotros y ante quien somos menos que átomos, teniendo además una Abogada tan poderosa, que jamás ha sido rehusada; tan industriosa, que sabe todos los secretos de ganar el corazón de Dios; tan buena y caritativa, que a nadie rechaza por pequeño y por malo que sea?
Luego expondré, en la historia de Jacob y Rebeca, la figura verdadera de lo que voy diciendo (183 y sigs.).

 

Imitación de Cristo XXVIII

17 miércoles Jul 2013

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Libro Segundo

EXHORTACIÓN A LA VIDA INTERIOR

Capítulo 8

De la familiar amistad con Jesús

1. Cuando Jesús está presente, todo es bueno y no parece cosa difícil; mas cuando está ausente, todo es duro.
Cuando Jesús no habla dentro, vil es la consolación; mas si Jesús habla una sola palabra, gran consolación se siente.
¿No se levantó María Magdalena luego del lugar donde lloró, cuando le dijo Marta: «El Maestro está aquí y te llama»? (Jn 11,28).
¡Oh, bienaventurada hora, cuando Jesús llama de las lágrimas al gozo del espíritu!
¡Cuán seco y duro eres sin Jesús! ¡Cuán necio y vano si codicias algo fuera de Jesús! Dime: ¿no es peor daño que si todo el mundo perdieses?

2. ¿Qué te puede dar el mundo sin Jesús? Estar sin Jesús es grave infierno; estar con Jesús es dulce paraíso.
Si Jesús estuviere contigo, ningún enemigo podrá dañarte.
El que halla a Jesús, halla un buen tesoro, y de verdad bueno sobre todo bien. Y el que pierde a Jesús, pierde muy mucho y más que todo el mundo.
Pobrísimo es el que vive sin Jesús, y riquísimo el que está bien con Jesús.

3. Grande arte es saber conservar con Jesús, y gran prudencia saber tener a Jesús.
Sé humilde y pacífico, y será contigo Jesús, sé devoto y sosegado, y permanecerá contigo Jesús.
Presto puedes echar de ti a Jesús, y perder su gracia, si te pegas a las cosas exteriores.
Y si destierras de ti a Jesús y le pierdes, ¿adónde irás y a quién buscarás por amigo?
Sin amigo no puedes vivir contento y si no fuere Jesús tu especialísimo amigo, estarás muy triste y desconsolado.
Pues locamente lo haces si en otro alguno confías y te alegras. Más se debe escoger tener todo el mundo contrario que tener ofendido a Jesús.
Sobre todos tus amigos, pues, sea Jesús amado singularísimamente.

4. Ama a todos por amor a Jesús mas a Jesús por sí mismo; sólo a Jesucristo se debe amar singularísimamente, porque Él solo se halla bueno y fidelísimo, más que todos los amigos.
Por Él y en Él debes amar a amigos y enemigos, y rogarle por todos para que lo conozcan y lo amen.
Nunca codicies ser loado ni amado singularmente, porque eso a sólo Dios pertenece, que no tiene igual; ni quieras que alguno ocupe contigo su corazón, ni tú ocupes el tuyo con el amor de nadie; mas sea Jesús en ti y en todo hombre bueno.

5. Sé puro y libre interiormente, sin ocupación de criatura alguna.
Es menester llevar a Dios un corazón desnudo y puro, si quieres descansar y ver «cuán suave es el Señor» (Sal 33,9).
Y verdaderamente no llegarás a esto si no fueres prevenido y traído de su gracia, para que, dejadas y echadas fuera todas las cosas, tú solo seas unido con Él solo.
Pues cuando viene la gracia de Dios al hombre, entonces se hace poderoso para todo: y cuando se va, será pobre y enfermo, y como abandonado a los castigos.
En estas cosas no debes desmayar ni desesperar, mas estar constante a la voluntad de Dios y sufrir con igual ánimo todo lo que viniere a gloria de Jesucristo.
Porque después del invierno viene el verano, y después de la noche vuelve el día, y después de la tempestad gran bonanza.

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