«No cabe duda que mientras José vivió en compañía de Jesús, creció de tal suerte en méritos y santificación que podemos decir que aventajó en ellos a los demás santos».
— Méritos del santo. «Esto supuesto, y diciéndonos el apóstol que Jesucristo remunera en la otra vida a cada cual, según sus méritos (Rom. 2,6), ¿qué cúmulo de gloria no debemos juzgar fuese otorgado a José, que tan tiernamente sirvió y amó a Jesús, mientras viviera sobre la tierra?
En el último día, el Salvador dirá a los elegidos (Mt. 25.35): Tuve hambre y me disteis de comer; tuve sed y me disteis de beber; era peregrino, y me hospedateis; estando desnudo, me cubristeis; mas esos elegidos no alimentaron, ni hospedaron, ni vieron propiamente a Jesucristo, sino en la persona de los menesterosos. San José, sin embargo, procuró el sustento, la habitación y el vestido a la persona misma de Jesús…
Sirvan, por tanto, estas consideraciones para acrecentar nuestra confianza en José, persuadidos de que Dios, en obsequio de los elevados méritos del Santo, no se negará a concederle lo que pida a favor de sus devotos» (S. Alf.Ma).
Los esponsales o desposorios de San José
Es opinión común que la Virgen María había perdido por entonces a sus padres y que el Sumo Sacerdote en persona hubo de encargarse de colocar a la joven al cumplir los quince años, y le hablaría sin duda de José como joven modelo para ella.
La Virgen vivía entonces en Nazaret y allí debieron conocerse y celebrarían sus desposorios.
Hay una leyenda (que cito para saber su origen, inventada al parecer por los Apócrifos y puesta en forma parecida a la narración que nos hace el libro de los Números: 17.1-8 de la elección definitiva de Aarón), según el cual el Sumo Sacerdote habría convocado a todos los jóvenes de la casa de David que aspiraban a casarse con María, invitándolos a depositar su bastón o vara sobre el altar, y el dueño de aquel que floreciera sería el elegido del Señor. Naturalmente fue la vara de José la que floreció y hasta se dice en el Protoevangelio de Santiago, que salió una paloma de la vara y voló sobre la cabeza de José, y le dijo el sacerdote: «Tu has sido elegido por la suerte para tener bajo tu protección a la Virgen del Señor».
Por lo que hace a los esponsales o desposorios en Israel, diré que venían a ser una firme promesa de matrimonio, que en la práctica tenían el mismo valor que un verdadero contrato matrimonial.
A partir de los esponsales, según la costumbre, José y María se separaron y fueron cada uno a su casa en espera de la ceremonia oficial complementaria.
La cohabitación, o sea, el vivir ambos bajo el mismo techo no solía tener lugar hasta pasado un año después de celebrados los desposorios.
Desde la fecha de estos, María, como desposada, era considerada ya como verdadera mujer de José, y mientras tanto viviría en casa de sus tutores.
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