San Atanasio fue luchador valiente, invencible, contra las herejías de su tiempo. “El martillo del arrianismo”, sufrió el destierro en cinco ocasiones. Arrio había conseguido contagiar de su herejía a numerosos obispos y sacerdotes y lo odiaba a muerte. Pero nuestro santo siempre se enfrentó contra la herejía con una fortaleza ciertamente sobrenatural. Fortaleza que sacaba de su profunda vida de oración. Siempre decía a sus discípulos que no se cansaran de hacer oración. Que vivieran fervorosamente luchando contra las propias tentaciones y desolaciones, como combate interior, para combatir valientemente contra las herejías mayor fervor y santidad interior, más valor para combatir, cuerpo a cuerpo, contra los enemigos de Cristo y su Iglesia.

Vivimos en un mundo de apocados y cobardes en la vida apostólica. Tengo para mí, que es porque falta el combate espiritual interno contra los siete pecados capitales. Debemos recuperar el tiempo perdido. Practicar las virtudes teologales y morales con coraje y decisión. Los mundanos se esfuerzan para tener una carrera, un trabajo, un porvenir. Y los católicos somos hombres como los demás, pero por el Bautismo, somos hijos de Dios y como hijos de Dios debemos vivir contracorriente de este mundo pagano y ateo.

Dice San Agustín que tanto mejores hijos de Dios seremos cuanto más justos y perfectos seamos. Cuánto más santos seamos, más merecemos ser hijos de Dios y herederos del Cielo. Sí, “La voluntad de Dios es vuestra santificación” (1 tes. 4,5). Que somos hijos de Dios, es una de las verdades reveladas en la Sagrada Escritura que más veces se repite: “Ved que amor nos ha mostrado el Padre, que seamos llamados hijos de Dios y lo seamos. Por esto el mundo no nos conoce. Porque no le conoce a Él” (1 Jn 3,1). Vivamos como hijos de Dios, para que nuestros contemporáneos conozcan y amen a Dios: “Porque en Él vivimos y nos movemos y existimos”. (Hech. 17,28)

No debe sorprendernos el ateísmo práctico que arrastra a todas las clases sociales, unas más otras menos. Él que es de Dios oye la palabra de Dios; por eso vosotros no las oís porque no sois de Dios” (Jn 8,47). Seamos de Dios y prediquemos con nuestro ejemplo y palabra. Porque este ateísmo práctico, no tiene fundamentación filosófica ni científica y se contradice continuamente en cuestiones gravísimas: “todos tienen derecho a la vida”, dicen, y a la vez están asesinando a millones de personas inocentes con el aborto, la eutanasia, la manipulación de embriones. A predicar a tiempo y destiempo en la nueva evangelización: “Nadie que, después de haber puesto la mano sobre el arado, mire atrás es apto para el Reino de Dios” (Lc. 9,62)

Conocer a Dios, amarle, servirle y defenderlo. Y conocernos a nosotros mismos para salir de nuestra tibieza y cobardía. El propio conocimiento alcanzado por el examen de conciencia diario, nos lleva a la humildad y a todas las virtudes que culminan en la caridad. No hacer paradas en el camino de la santidad, no valen quejas ante las dificultades que se presentan. La Virgen Santísima nos acompaña en nuestras luchas interiores y exteriores, y con Ella proclamaremos las grandezas del Señor y con Ella haremos grandes obras por Dios.

                                                                                                            P. Manuel Martínez Cano mCR