El amor a la Virgen es dulce. Como lo es el amor a la madre. Hemos de procurar sentir esa dulzura y no contentarnos Con venerar a la Virgen María como a la Reina y Señora de cielos y tierra y Madre de Dios. La dulzura del amor nos ha de venir de considerarla como Madre nuestra. Porque Con Cristo nos da el ser de la gracia, nos sustenta con su devoción, nos defiende en los peligros, nos enseña Con sus ejemplos, nos consuela en nuestras penas, nos alienta, da fortaleza y nos regala con cariño.

Hemos de pedirle a la Virgen que nos dé afecto de corazón, profundo, que se manifieste en la necesidad de rezarla, de obsequiarla, de invocarla, de pensar en Ella, de recurrir a Ella continuamente como a nuestra Madre que todo lo puede y que nos abraza Con su cariño maternal. Hemos de amar a María Con aquel arraigado afecto que le tenían nuestros padres, que le tuvo siempre el pueblo español, que siembra de ermitas a Haría sus montes y de templos suntuosos dedicados a Ella sus ciudades. Que en los rincones de todos sus valles y de sus picos tiene recuerdos para María. Que cubre de oro y piedras preciosas las coronas y los –mantos de sus imágenes. Que reza el Rosario en familia y le consagra poesías y cantos bellísimos. Que llena su literatura de las glorias de María y que inspira a sus mejores pintores y artistas con cuadros y con imágenes de incalculable valor artístico, para enaltecer la pureza y la grandeza de María.

Ternura en el amor a la Virgen. Dulzura en el amor a la Virgen. Decir de Ella como decía San Estanislao, al preguntarle un compañero si amaba a la Virgen. Con el rostro encendido respondió: ¡No he de amarla si es mi Madre!

Este mes de mayo, dedicado a la Virgen María, es el mes de manifestarle nuestra ternura en los obsequios espirituales de cada día. Haz obras de ternura, hazlas con dulzura y saborearás en tu alma las palabras que le dirigía el gran obispo español San Pedro de Mazonzo al componer la Salve: “Oh María, mi vida, mi dulzura, mi esperan”.

Rvdo. P. José María Alba Cereceda, S.I.
Meridiano Católico Nº 50, mayo de 1981