Contracorriente

~ Blog del P. Manuel Martínez Cano, mCR

Contracorriente

Archivos diarios: 28 agosto, 2013

Para la Historia XXVIII: Respuesta del Obispo de Soatra a la Carta Colectiva del Episcopado Español

28 miércoles Ago 2013

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11 de Ocutbre de 1937, andré´s, Capuchillo, carta colectiva del episcopado español, Haray, Jarosseau, obispo, soatra

Sello del Vicario Apostólico de los Gallas (Abisinia).

A Su Eminencia el Cardenal Gomá y Tomás, Arzobispo de Toledo (España).

 

He leído con intensa emoción vuestra Carta con fecha del 20 de julio pasado, dirigida a todos los Obispos del mundo católico, para ofrecerles la Memoria Colectiva del Episcopado español sobre las sombrías calamidades de la guerra.

Declárome muy honrado con la recepción de este documento, de sin igual importancia, digno de calificarse merecedor de la más religiosa estima, por venir a la vez de un Eminentísimo Príncipe de la Iglesia y del Cuerpo Episcopal de un pueblo de mártires. Ninguna voz como la vuestra, Eminentísimo Señor, y como la de vuestros ilustres Sufragáneos, para conmover el mundo entero con el espantoso cataclismo que tiene a España sumida en duelo. Ninguna otra voz tan bien calificada como la de Vuestra Eminencia para exponer el dolor de todo un pueblo, y para desenmascarar el crimen de las sociedades impías que, desde las sombras de una premeditación cruel, han desatado ese ejército de criminales contra la España católica, para derrocar en ella uno de los más fuertes castillos de la fe católica y transformarla en reino de la impiedad.

Honor es para Vuestra Eminencia y sus valientes Hermanos los Obispos el haberse convertido en evocadores de ultratumba, en altavoces de tantos miles de mártires heroicos y víctimas santas, que, afrontando el cuchillo de la impiedad, han preferido la muerte a la apostasía de su bautismo, a traicionar su sacerdocio o afrentar su profesión religiosa; a desertar, en una palabra, de las santas y gloriosas tradiciones de sus antepasados y de su patria.

Toda la Iglesia militante, Eminentísimo Señor, a la vez que admira en Vos y en vuestros ilustres Sufragáneos a los dignos representantes del duelo de la España católica, une sus lágrimas a las vuestras, que son las lágrimas de todo un pueblo, y se asocia al dolor que os desgarra los corazones, y extiende su reprobación a todos los crímenes que la impiedad ha cometido, y su cooperación a vuestros esfuerzos para reparar tanta ruina. Si en tan angustiosa desgracia cabe consuelo, ninguno como este: Que a ejemplo del gran San Agustín, Vuestra Eminencia y sus Venerables Hermanos han conquistado el timbre de haber formado, para el tribunal de la Historia, el proceso de la Ciudad del Mal y restituido a la Ciudad del Bien el honor que se le debe.

Con todo respeto me inclino, Eminentísimo Señor, ante ese océano de penas, ante la gloria de los mártires; y confiado en que vuestra querida España, hoy más que nunca tierra escogida de las Misericordias del Señor, ha de recobrar los esplendores antiguos, suplico a Vuestra Eminencia reciba el homenaje de mi veneración.

Fr. Andrés Jarosseau, Capuchillo, Obispo de Soatra.

Haray, 11 octubre 1937.

Tratado de la Verdadera Devoción a la Santísima Virgen XXXIII: Motivos para esta perfecta consagración II

28 miércoles Ago 2013

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consagración, devoción, motivos, perfecta, virgen

Parte Segunda

DE LA DEVOCIÓN MÁS EXCELENTE
A LA SANTÍSIMA VIRGEN

Motivos de esta perfecta consagración

171. Séptimo motivo. – Lo que puede empeñarnos más todavía a abrazar esta devoción, son los grandes bienes que de ella ha de reportar nuestro prójimo. Porque por esta práctica se ejerce la caridad para con él de una manera eminente, toda vez que se le da por manos de María todo lo que se tiene de más caro, que es el valor satisfactorio e impetratorio de todas las buenas obras, sin exceptuar el menor pensamiento bueno, ni el más pequeño sufrimiento; en virtud de ella se consiente que todo lo que se ha adquirido y se adquiera hasta la muerte, en punto de satisfacciones, se emplee, según la voluntad de la Santa Virgen, en la conversión de los pecadores o en librar las almas del Purgatorio. ¿No es esto amar al prójimo perfectamente? ¿No es esto ser verdadero discípulo de Jesucristo, que se distingue por la caridad? ¿No es este el medio de convertir a los pecadores sin temor de incurrir en la vanidad, y de librar las almas del Purgatorio sin hacer casi otra cosa que lo que cada cual está obligado a hacer en su estado?

172. Para comprender la excelencia de este motivo sería menester conocer cuán grande bien es convertir a un pecador o librar un alma del Purgatorio, que es bien infinito, mayor que el crear el cielo y la tierra, por cuanto se da a un alma la posesión de Dios. Aun cuando no se sacase mediante esta práctica más que un alma del purgatorio en toda la vida, o no se convirtiese más que a un solo pecador, ¿no sería esto sólo bastante para empeñar a abrazarla a todo hombre verdaderamente caritativo?
Pero es menester notar que nuestras buenas obras reciben al pasar por las manos de María un aumento de pureza, y por lo mismo, de mérito y valor satisfactorio e impetratorio, y esta es la razón porqué llegan a ser más capaces de aliviar las almas del Purgatorio y de convertir a los pecadores, que cuando no pasan por las manos virginales y liberales de María. Lo poco que se da por medio de la Santísima Virgen, sin propia voluntad y por una caridad desinteresada, llega a ser verdaderamente poderosísimo para aplacar la cólera de Dios y atraer su misericordia, de tal modo, que una persona que sea muy fiel a esta práctica, se encontrará, quizás a la hora de la muerte, con que habrá por ese medio sacado muchísimas almas del Purgatorio y convertido muchísimos pecadores, aunque no haya practicado más que acciones ordinarias. ¡Qué gozo tendrá en ese caso el día del juicio! ¡Qué gloria en la eternidad!

173. Octavo motivo. – En fin, lo que nos induce más poderosamente en cierto modo a esta devoción a la Santísima Virgen, es el ser un medio admirable para perseverar en la virtud y ser siempre fiel a Dios. Porque ¿en qué consiste que la conversión de la mayor parte de los pecadores no suele ser durable? ¿De qué dimana que se caiga tan fácilmente en el pecado? ¿Cuál es el motivo de que la mayor parte de los justos, en vez de adelantar de virtud en virtud y de adquirir nuevas gracias, pierdan muchas veces las pocas virtudes y gracias que tenían?
Esta desgracia procede de que, estando tan corrompido el hombre, y siendo por lo mismo tan débil y tan inconstante, se fía, sin embargo, de sí mismo, se apoya en sus propias fuerzas y se cree capaz de guardar el tesoro de sus gracias, de sus virtudes y sus méritos. Y como por esta devoción el cristiano confía a la Virgen todo lo que posee, y la hace depositaria universal de todos sus bienes de naturaleza y de gracia, confía en su fidelidad, se apoya sobre su poder y se funda sobre su misericordia y su caridad, a fin de que Ella conserve y aumente sus virtudes y méritos a pesar del demonio, del mundo y de la carne, que hacen esfuerzos para arrebatárnoslos.
Como el buen hijo a su madre, y un servidor fiel a su dueño le dice el alma: Guardad el depósito. Mi buena Madre y Señora amabilísima, reconozco que por vuestra intercesión he recibido hasta ahora más gracias de las que yo merecía, y la triste experiencia me enseña que llevo este tesoro en un vaso muy frágil, que soy demasiado débil y miserable para conservarlo por mí mismo. Soy pequeño y despreciable (Ps. 118,141) recibid, pues, os ruego, en depósito todo lo que poseo, y conservádmelo con vuestra fidelidad y vuestro poder. Si Vos me lo guardáis, nada de él perderé; si Vos me sostenéis, no caeré; si Vos me protegéis, estaré a cubierto de mis enemigos.

174. Esto es lo que San Bernardo dice formalmente para inspirarnos esta práctica: «Si María os sostiene, no caeréis; si María os protege, no temáis; si María os conduce, no os fatigaréis; si María os es favorable, llegaréis hasta el puerto de salvación».
San Buenaventura viene a decir lo mismo en términos más claros: «La Santísima Virgen, dice, no está colocada solamente en la plenitud de los Santos, sino que Ella es la que defiende y guarda a los Santos en su plenitud, a fin de evitar la disminución de sus virtudes; Ella impide que las virtudes de los justos se amengüen, que sus méritos perezcan, que sus gracias se pierdan, que los demonios les hagan daño; en fin, impide que Nuestro Señor los castigue cuando pecan».

 

Imitación de Cristo XXXIII: Del Camino Real de la Santa Cruz

28 miércoles Ago 2013

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camino real, santa cruz, vida interior

Libro Segundo

EXHORTACIÓN A LA VIDA INTERIOR

Capítulo 12 (I)

Del camino real de la santa cruz

1. Esta palabra parece dura a muchos: «Niégate a ti mismo, toma tu cruz y sigue a Jesús» (Lc 9,23). Pero mucho más duro será oír aquella postrera palabra: «Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno» (Mt 25,41). Pues los que ahora oyen y siguen de buena gana la palabra de la cruz, no temerán entonces oír la palabra de la eterna condenación.
Esta señal de la cruz estará en el cielo cuando el Señor viniere a juzgar.
Entonces todos los siervos de la cruz, que se conformaron en la vida con el Crucificado, se llegarán a Cristo juez con gran confianza.

2. ¿Por qué, pues, temes tomar la cruz por la cual se va al Reino?
En la cruz está la salud, en la cruz la vida, en la cruz está la defensa contra los enemigos, en la cruz está la infusión de la suavidad soberana, en la cruz está la fortaleza del corazón, en la cruz está el gozo del espíritu, en la cruz está la suma virtud, en la cruz está la perfección de la santidad.
No está la salud del alma ni la esperanza de la vida eterna sino en la cruz.
Toma, pues, tu cruz y sigue a Jesús, e irás a la vida eterna.
Él fue delante «llevando su cruz» (Jn 19,7), y murió en la cruz por ti, para que tú también lleves tu cruz y desees morir en ella.
Porque si murieres juntamente con Él, vivirás con Él. Y si le fueres compañero de la pena, lo serás también de la gloria.

3. Mira que todo consiste en la cruz y todo está en morir en ella.
Y no hay otro camino para la vida, y para la verdadera entrañable paz, sino el de la santa cruz y continua mortificación.
Ve donde quisieres, busca lo que quisieres y no hallarás más alto camino en lo alto, ni más seguro en lo bajo, sino la vía de la santa cruz.
Dispón y ordena todas las cosas según tu querer y parecer, y no hallarás sino que has de padecer algo, o de grado o por fuerza, y así siempre hallarás la cruz.
Pues o sentirás dolor en el cuerpo o padecerás tribulación en el espíritu.

4. A veces te dejará Dios, a veces te perseguirá el prójimo y, lo que peor es, muchas veces te descontentarás de ti mismo y no serás aliviado ni refrigerado con ningún remedio ni consuelo; mas conviene que sufras hasta cuando Dios quisiere.
Porque quiere Dios que aprendas a sufrir la tribulación sin consuelo y que te sujetes del todo a Él y te hagas más humilde con la tribulación.
Ninguno siente así de corazón la pasión de Cristo como aquel a quien acaece sufrir cosas semejantes.
Así que la cruz siempre está preparada y te espera en cualquier lugar; no puedes huir dondequiera que fueres porque dondequiera que vayas llevas a ti contigo, y siempre hallarás a ti mismo.
Vuélvete arriba, vuélvete abajo, vuélvete fuera, vuélvete dentro, y en todo esto hallarás cruz. Y es necesario que en todo lugar tengas paciencia, si quieres tener paz interior y merecer perpetua corona.

5. Si de buena voluntad llevas la cruz, ella te llevará y guiará al fin deseado, adonde será el fin del padecer, aunque aquí no lo sea.
Si contra tu voluntad la llevas, cárgaste, y hácestela más pesada, y, sin embargo, conviene que la sufras.
Si desechas una cruz, sin duda hallarás otra, y puede ser que más grave.

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