Etiquetas
catecismo social, coeducacion, De la Vaissiere, educación, enseñanza, jóvenes, liberalismo, muchachas, sexo débil
14 -¿Cuál sería el ideal de una política educativa?
Quizá se podría sintetizar así: la escolarización total. Reconocimiento de la enseñanza privada a todos los niveles. También para fundar Universidades. Exclusión del monopolio total en la enseñanza, aunque el Estado deba cumplir su papel como función social, a donde no pueden llegar los particulares. Pero el Estado, en sus centros educativos, debe dar facilidades y programas de enseñanza católica. Reparto equitativo de fondos económicos, no ubicándolos solamente en la enseñanza que depende de la Administración del Estado, sino tutelando el pluralismo de las escuelas privadas. Es de justicia distributiva que los impuestos de los ciudadanos no se canalicen solamente en los centros estatales, sino en todos aquellos que tengan iniciativas educativas para así evitar discriminaciones sociales que vienen originadas por las dificultades que encuentran en su gestión las escuelas privadas, al no poder competir con aquellos que disfrutan unilateralmente del presupuesto.
15 -¿Es de primera necesidad que a los niños se les forme e inicie en la vida sexual?
La educación sexual debe responder a la naturaleza humana. Cada edad tiene sus exigencias, y cada niño su psicología. El cuerpo humano, el sexo, vienen de Dios. Pero la vida sexual no tiene su plenitud en la infancia, sino en la juventud. Uniformar, drogar obsesivamente con dosis masivas de materias sexuales a niños y niñas, es un auténtico atentado. Pío XI enseña luminosamente que es reprobable la «temeraria iniciación e instrucción preventiva para todos indistintamente y hasta públicamente, y lo que es aún peor, exponiéndolos prematuramente a las ocasiones para acostumbrarlos (a los jóvenes) y para curtir su espíritu contra aquellos peligros (de la concupiscencia) … En este dei licadísimo asunto, si atendidas todas las circunstancias se hace necesaria alguna instrucción individual, en tiempo oportuno, dada por quien ha recibido de Dios la misión educativa y la gracia de estado, hay que observar todas las cautelas, sabidísimas en la educación cristiana tradicional» (e Divini illius Magistri», 49 y 51). Por tanto, la educación llamada sexual tiene que ser verdadera, hecha individualmente, teniendo presente que por encima de la materialidad genésica, la voluntad tiene un papel de primer orden, que sólo puede cumplir fortificada por la gracia santificante y el cultivo de la castidad, virtud eminentemente fuerte y superior. Encenegarse en meras informaciones fisiológicas es convertir el cuerpo humano en animalidad. La experiencia muestra el fracaso de esta educación sexual, perniciosa por sectaria, que causa víctimas innumerables. En Suecia, desde que se introdujo esta pedagogía sexualista, los embarazos de niñas menores de 14 años aumentó en un 900 por 100 entre 1956 y 1973. Y los delitos de homosexualidad, en menores de 15 años, con sus estigmas de enfermedades venéreas, se ha duplicado en dicho período. El Ministerio sueco de Sanidad lo ha reconocido en un libro editado sobre este tema. Y en las naciones que han caído en esta aberración, las violaciones e incluso asesinatos de niñas pequeñas perpetrados por menores, abundan. La educación sexual es parte de la educación cristiana y supone el conocimiento de la flaqueza del hombre por causa del pecado original, que sólo puede superar por la fe y la vida cristiana. Y esto también para los niños. Sólo así se prepara una juventud limpia y alegre y unos matrimonios acertados, dignos y responsables.
16 -Parece normal y deseable la coeducación de niños y niñas, ¿no es así?
La Iglesia ha condenado la coeducación. ¿Por qué? Porque tiene un concepto verdadero de la naturaleza humana y sabe que los sexos son queridos por Dios para realizar fines altísimos, en orden a la procreación y educación de los hijos. Pero cada cosa tiene su tiempo. y el niño y la niña, sus diferencias psicológicas, Como dice el filósofo De la Vaissiere, «existe un tipo psicológico masculino y otro femenino; y estos tipos están caracterizados por las diferencias de ideales a que se dirige el ejercicio de sus actividades». Precisamente porque la Iglesia quiere que los jóvenes y las muchachas vayan al matrimonio preparados, no puede aprobar el hermafroditismo que debilita y perturba la debida formación del chico y de la chica, en la mezcolanza continuada en las mismas aulas y recreos, paseos y precocidades inoportunas, lo que causa que los chicos se afeminen Y las chicas se embrutezcan. El ilustre médico Blanco Nájera afirma que «el trato de las jóvenes con los muchachos como condiscípulos, embota o malogra el desarrollo de los sentimientos de caballerosidad, que tanto elevan y espiritualizan las relaciones con el sexo débil, y entibia en unos y otros la inclinación al matrimonio». La coeducación es como la fruta verde que es amarga por falta de madurez. En cambio la evolución de los jóvenes y las muchachas a su debido tiempo, les madura y les prepara para el verdadero amor consagrado en el matrimonio.
Pingback: Artículos de la Semana (04/09/2013) | Blog del P. Manuel Martínez Cano