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Apreciado P. Manuel Martínez Cano mCR:
Un buen amigo, me ha dado la dirección de su blog Contracorriente. Le felicito de corazón por todo lo que publica sobre la guerra de España, Franco, la democracia, los Ejercicios Espirituales, el aborto, etc. He sentido la necesidad de escribirle, explicando mi frustrado aborto. Nunca he escrito en un medio de comunicación, pero he pensado que puedo hacer bien a tantas personas desorientadas que andan por este mundo de Dios.
Esta historia es totalmente verdadera es la historia de mi vida, la historia de mi experiencia. Supongo que vosotros, alguna vez, habéis hecho hucha para hacer un viaje esperado o para un simple capricho. Mi viaje era el de mi vida y, el dinero era el que estaba intentando ahorrar mi madre, para ella emprender un viaje sin mí y privarme de mi vida. Pero la providencia hizo que mi madre jamás pudiera llegar a reunir el dinero suficiente para abortar, siempre sucedía alguna cosa, algún imprevisto o algo que hacía que no pudiera llegar a tener el dinero para abortarme. Mi madre tenía ya otro hijo.
No conozco a mi padre. Mi hermano y yo somos de padres distintos pero de la misma madre; mi madre no podía sustentarnos y nos dio en adopción. Aquí empezó la misericordia de Dios con nosotros. Porque, niños no deseados, nacieron y fueron a parar a una casa donde aprendieron valores, éticos y morales. Crecimos en la típica familia de la España de antes: familia trabajadora, honrada y con principios y fundamentos católicos en la educación.
Yo crecía sabiendo que era adoptado, pero queriendo a mis padres más que si me hubiesen dado la vida; con mucho respeto y admiración por tratarnos y educarnos mejor que cualquier padre. Tuve una educación cristiana pero como se dice vulgarmente: “Católicos no practicantes”; íbamos a Misa cada muchos domingos y se me enseñaron las típicas oraciones del “Jesusito de mi vida”, el ángel de la guarda y poquito más. Pero de eso el Señor se sirvió para ir dando fruto a esa siembra. Mi conversión, llegó a los 24 años; al poco tiempo el Señor puso a mi lado a una mujer fantástica, hoy día mi esposa, con la que tengo una niña de 4 añitos, un regalo de Dios.
Un día, revolviendo papeles, cayeron en mis manos los documentos de mi adopción; mi reacción fue entenderlo como una señal de la providencia. Con mucha fe y esperanza empecé mi búsqueda, llame a policía, a registro, tenía el hospital, pero me decían que esos datos no se pueden encontrar y, si se encontraran, no se podían dar. Dios sabrá, pensé, hasta que se me ocurrió abusar de la confianza de una persona y preguntarle si se podía hacer algo. Y esa persona me dijo que lo intentaría. Al día siguiente, recibí un mensaje diciéndome que tenía algo, eran 3 o 4 direcciones de mi madre, y empecé a dudar de encontrarla. Esa misma tarde me presenté en la última dirección, donde supuestamente había vivido mi madre; llamé al interfono, pero nadie me abrió, insistí, pero nada. Mi esposa me esperaba en el coche con mi hija y me decidí a subir a la puerta del piso. Me abrió una vecina y llame al timbre de la puerta. Una voz me preguntó, ¿quién es? Y yo dije sin titubear mi nombre y mi año de nacimiento. Empecé a escuchar lloros y más lloros. Me dijo: espera, espera, ahora te abro. Entré y me abrazo, yo no sentí nada, era algo surrealista; ella estaba emocionadísima y yo tan frio.
Charlamos durante un rato, subió mi mujer y mi hija le presenté a mi amada familia; le di testimonio de mi fe, ella no podía creerlo. Padecía una enfermedad, cobraba una pensión y no podía trabajar con solo 50 años. Tenía problemas psicológicos y físicos bastante graves. A los días hablé con ella, y me dijo que era un milagro, que ella siempre me había esperado y me contó todos los detalles que arriba he escrito sobre la intención de abortar, y que nos dio en adopción, porque ella no creía que tuviéramos una vida digna con ella, por falta de recursos económicos.
Hubo un tiempo que mi cabeza daba vueltas, perdonaba, pero no olvidaba; entendía pero no comprendía; escuchaba pero no asimilaba; hasta que llegué a la determinación de no entender, ni justificar su actuación, pero tampoco condenarla y sí perdonarla.
A día de hoy mi posición como católico es firme contra el aborto. Mi madre me quiso abortar, pero ahora estoy escribiendo estas líneas; tengo mi familia que me quiere, tengo a mi Dios, tengo la esperanza de vivir en esta tierra, para un día ir al Cielo ¡¡¡Dios mío!!!! Y pensar que la decisión de una persona hubiese cambiado, todo, no hubiese vivido ni amado la vida como la amo.
Hoy he escrito a mi madre y le he dicho: “Yo te he perdonado, DIOS te ha perdonado, solo falta que te perdones tu, el perdón te hará libre, una libertad eterna. Espero que hayas ido a alguna iglesia a rezar. En verdad mi mayor ilusión seria que hablaras con algún sacerdote que te ayudara”.
Ella me ha dicho: “estoy rota, destrozada”. Tiene las marcas de una operación que le hicieron estando yo en su vientre. Y la de un parto muy difícil. Ella le llama “tu recuerdo, el de mi hijo” y ella me dijo: “tenías todos los números para no nacer, por tres motivos: La intención de aborto, una operación complicada durante el embarazo, y un parto complicadísimo”. Mi madre está muy mal psicológicamente; doy fe, de que el aborto, destroza a una mujer por entero. Ella tiene que acudir al psiquiatra con frecuencia. Por eso le pido a Dios que la sostenga en su misericordia.
Que la mujer que quiera abortar, piense en el derecho a nacer del hijo que vive en su vientre. Es inconcebible y monstruoso matar a otra persona, aunque el Estado permita que legalmente pueda hacerse. Pensemos en los principios humanos, en la lógica humana, ningún animal mata a su propio hijo. Nosotros no somos animales, somos personas. Razonemos y meditemos con el corazón en la mano, quedémonos en silencio, sin música, ni televisión, pensemos también con el corazón. En este mundo no soporta el silencio, se evade; tiene miedo de encontrarse con Dios y quedarse a solas con El en esos momentos y tener que cambiar de vida. La libertad de una persona no se puede justificar haciendo el mal a otra, bajo ningún concepto. La libertad está en el amar a los demás, en respetar y en defender a los más débiles e indefensos.
¡No más leyes injustas, antihumanas y salvajes! A Hitler, lo tenemos como loco, mataba a los niños que no eran de raza aria y a los “defectuosos” Hitler fue un asesino. ¿Qué diferencia hay con la madre que deja asesinar a su propio hijo? ¡Que es su madre!
No se dejen arrastrar por opiniones o modas, ideologías o por la imposición de criterios y políticos aberrantes. PIENSEN POR USTEDES MISMOS, DECIDAN POR USTEDES MISMOS. Todos vamos a ser juzgados por Dios. Y hay una vida de eterna felicidad y otra de eterno sufrimiento.
Moisés Inocente Vivo
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