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Capítulo 12 (III)

Del camino real de la santa cruz

11. Cuando llegares a tanto que la aflicción te sea dulce y gustosa por Cristo, piensa entonces que te va bien, porque hallaste el paraíso en la tierra.
Cuando te parece grave el padecer y procuras huirlo, cree que te va mal, y dondequiera que fueres te seguirá la tribulación.

12. Si te dispones para hacer lo que debes, es a saber: sufrir y morir; luego te irá mejor y hallarás paz.
Y aunque fueres arrebatado hasta el tercer cielo con san Pablo, no estarás por eso seguro de no sufrir alguna contrariedad. «Yo -dice Jesús- le mostraré cuántas cosas le convendrá padecer por mi nombre» (He 9,16).
Debes, pues, padecer si quieres amar a Jesús y servirle siempre.

13. ¡Ojalá que fueses digno de padecer algo por el nombre de Jesús! ¡Cuán grande gloria te resultaría! ¡Cuánta alegría a todos los santos de Dios! ¡Cuánta edificación sería para el prójimo!
Porque todos alaban la paciencia, pero pocos quieren padecer.
Con razón debieras sufrir algo de buena gana por Cristo, pues hay muchos que sufren más graves cosas por el mundo.

14. Ten por cierto que te conviene morir viviendo; y cuanto más muere cada uno a sí mismo, tanto más comienza a vivir para Dios.
Ninguno es apto para comprender cosas celestiales si no se humilla a sufrir adversidades por Cristo.
No hay cosa a Dios más acepta, ni para ti en este mundo más saludable, que padecer de buena voluntad por Cristo.
Y si te diesen a escoger, más debieras desear padecer cosas adversas por Cristo que ser recreado con muchas consolaciones, porque así le serías más semejante y más conforme a todos los santos.
No está, pues, nuestro merecimiento ni la perfección de nuestro estado en las muchas suavidades y consuelos, sino más bien en sufrir grandes penalidades y tribulaciones.

15. Porque si alguna cosa fuera mejor y más útil para la salvación de los hombres que el padecer, Cristo lo hubiera declarado con su doctrina y con su ejemplo.
Pues manifiestamente exhorta a sus discípulos, y a todos los que desean seguirle a que lleven la cruz, y dice: «Si alguno quisiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame» (Mt 16,24).
Así que leídas y bien consideradas todas las cosas, sea esta la postrera conclusión: «Que por muchas tribulaciones nos conviene entrar en el reino de Dios» (He 14,21).