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DE LA CONSOLACIÓN INTERIOR

Capítulo 1

Del habla interior de Cristo al alma fiel

El alma.- 1. «Oiré lo que habla el Señor Dios en mí» (Sal 84,9). Bienaventurada el alma que oye al Señor, que habla en ella, y de su boca recibe palabras de consolación. Bienaventurados los oídos que perciben el rumor de las inspiraciones divinas y no cuidan de las murmuraciones mundanas. Bienaventurados los oídos que no escuchan la voz que oyen de fuera, sino la verdad que enseña de dentro. Bienaventurados los ojos que, cerrados a las cosas exteriores, están muy atentos a las interiores. Bienaventurados los que penetran las cosas interiores, y estudian con ejercicios continuos, en prepararse cada día más y más a recibir los secretos celestiales. Bienaventurados los que ansían ocuparse sólo en Dios y se desembarazan de todo impedimento del mundo. ¡Oh alma mía! Considera bien esto y cierra las puertas de tu sensualidad, para que puedas oír lo que habla en ti el Señor tu Dios.

2. Esto dice tu Amado: Jesucristo.- «Yo soy tu salud (Sal 34,2), tu paz y tu vida». Consérvate cerca de mí y hallarás paz. Deja todas las cosas transitorias y busca las eternas. ¿Qué es todo lo temporal sino engañoso? ¿Y qué te valdrán todas las criaturas, si fueres desamparada del Creador? Por esto, dejadas todas las cosas, hazte fiel y grata a tu Creador, para que puedas alcanzar la verdadera bienaventuranza.