Etiquetas

, , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , ,

La llave con la que abrimos los tesoros de Dios es la oración. La oración todo lo alcanza, y la fuerza de la oración es la confianza. ¿Qué mejor manera de excitar en nosotros la confianza que poner como medianera entre nosotros y Dios a la que es Madre de Dios y Madre nuestra?

Cuando oramos, cuando nuestra alma se pone en ese estado de intercambio de amor que es la oración, cuando se habla con Dios, como el amigo con el amigo, como el hijo con el Padre, está allí la Virgen María inspirando, dirigiendo y consumando nuestra oración. ¡Nada sin María! es el grito del alma cristiana, porque sabe que en María está la fuente de la Gracia y de la Vida ya que Ella está constituida por Dios como Madre Universal de todas las cosas.

Por eso Dios la hizo exenta del pecado original, y la hizo base sobre la que se ha de construir toda santidad. Toda la felicidad de los individuos y de los pueblos dependen de María.

Tristemente para nosotros en Cataluña la fiesta de la Inmaculada será laborable y se borrará su fiesta en su dimensión social. La ofensa que las autoridades del Principado de Cataluña dirigen a la Virgen, no puede ser mayor y sin embargo los reyes de la Corona de Aragón desde el siglo XIV instituyeron la Cofradía de la Inmaculada. El Ayuntamiento de Barcelona desde ese mismo siglo consagraba anualmente a la Inmaculada la ciudad y le entregaba las llaves como muestra de su soberanía.

No podemos tolerar en lo íntimo de nuestro corazón la ofensa que se dirige a nuestra alma de hijos de la Virgen, el ofender a nuestra Madre, y a la misma España toda, de la que es Patrona bajo la advocación de Inmaculada. Por eso la fiesta de la Inmaculada ha de ser para nosotros más entrañable, más querida, más llena de espíritu de reparación y súplica. Reparación por el pecado social que la negación de la fiesta supone. Súplica para que se acelere pronto el triunfo de su Corazón Inmaculado y el fin de esta persecución religiosa, legal e hipócrita que va arrancando de la juventud el amor a la Virgen y la celebración gozosa de sus privilegios y fiestas.

Rvdo. P. José María Alba Cereceda, S.I.

Meridiano Católico Nº 54, diciembre de 1981