196. Ved también la conducta que usan siempre los predestinados: 1.º Permanecen siempre en casa con su madre, es decir, aman el retiro, se aplican a la oración, siguiendo el ejemplo y estando en la compañía de su Madre, la Virgen, cuya gloria toda está en el interior, y que durante toda su vida amó tanto el retiro y la oración. Verdad es que alguna vez salen al mundo; pero es por obedecer la voluntad de Dios y la de su amada Madre, y para cumplir los deberes de su estado. Por más que exteriormente hagan algunas cosas grandes en apariencia, estiman aún mucho más las que hacen dentro de sí, en compañía de la Santísima Virgen; porque así trabajan en la grande obra de su perfección, en comparación de la cual las demás obras no son más que juegos de niños. Por esto mientras que alguna vez sus hermanos y hermanas trabajan por fuera con mucho empeño, habilidad y éxito, con la alabanza y la aprobación del mundo, ellos conocen por la luz del Espíritu Santo que hay mucha más gloria, bien y gozo en permanecer escondidos en el retiro con Jesucristo su modelo, en una entera y perfecta sumisión a María, que en hacer por sí mismos maravillas en el mundo, como tantos Esaús y tantos réprobos: En su casa, gloria y tesoros (Ps. 111,8): la gloria para Dios y las riquezas para el hombre, se encuentran en la casa de María. ¡Oh, cuán amables son vuestros tabernáculos, Señor y Dios mío! El pajarillo ha hallado una casa para alojarse, y la tórtola un nido para poner sus pequeñuelos. ¡Oh, qué dichoso es el que habita en la casa de María, en la que Vos hicisteis el primero vuestra mansión! En esta morada de predestinados es donde el cristiano recibe su socorro de Vos sólo, y donde habéis Vos dispuesto las subidas y progresos en todas las virtudes para llegar a la perfección en este valle de lagrimas. Cuán queridas tus tiendas, Señor de los valores (Ps. 33,2).
197. 2.º Los predestinados aman tiernamente y honran a la Santísima Virgen como a su buena Madre y Señora. La aman, no sólo con los labios, sino en verdad; la honran, no sólo exteriormente, sino en el fondo de su corazón; evitan, como Jacob, todo lo que le puede desagradar, y practican con fervor todo lo que creen que puede granjearles su benevolencia. Le llevan y le entregan no dos cabritos, como Jacob a Rebeca, sino su cuerpo y alma, con todo lo que de ellos depende, lo cual está figurado por los dos cabritos de Jacob, ¿con qué fin? 1.º Para que Ella los reciba como cosa que le pertenece. 2.º Para que los mate y los haga morir al pecado y a sí mismos, desollándolos y despojándolos de su propia piel y de su amor propio, para, por este medio, agradar a Jesús, su Hijo, el cual no quiere para amigos y discípulos suyos más que a los que están muertos a ellos mismos. 3.º Para que Ella los aderece al gusto del Padre celestial y a su mayor gloria, la cual Ella conoce mejor que ninguna criatura. 4.º Para que, por sus cuidados y por sus intercesiones, este cuerpo y esta alma, bien purificados de toda mancha, bien muertos, bien despojados y bien aderezados, sean un manjar delicado, digno de la boca y de la bendición del Padre celestial. Y ¿no es esto acaso lo que harán las personas predestinadas, que gustarán y practicarán la perfecta consagración a Jesús por las manos de María, que les enseñamos, para testificar a Jesús y a María un amor efectivo e intrépido? Los réprobos dicen muchas veces que aman a Jesús y que aman y honran a María; pero no lo demuestran con sus ofrendas ni llegan a sacrificar el cuerpo con sus sentidos y el alma con sus pasiones, como los predestinados.
Pingback: Artículos de la Semana (03/10/2013) | Blog del P. Manuel Martínez Cano