Capítulo 5 (I)

Del maravilloso efecto del divino amor

El Alma.- 1. Bendígote, Padre celestial, Padre de mi Señor Jesucristo, que tuviste por bien acordarte de este pobre.
¡Oh «Padre de las misericordias y Dios de toda consolación»! (2Cor 1,3).
Gracias te doy porque a mí, indigno de todo consuelo, algunas veces recreas con tu consolación.
Bendígote y te glorifico siempre con tu Unigénito Hijo, con el Espíritu Santo consolador, por los siglos de los siglos.
¡Oh Señor Dios, amador santo mío! Cuando tú vinieres a mi corazón se alegrarán todas mis entrañas.
«Tú eres mi gloria y la alegría de mi corazón» (Sal 3,4). «Tú eres mi esperanza y mi refugio en el día de mi tribulación» (Sal 58,17).

2. Mas porque aún soy  débil en el amor e imperfecto en la virtud, por eso tengo necesidad de ser fortalecido y consolado por ti.
Por eso visítame, Señor, más veces e instrúyeme con santas doctrinas; líbrame de mis malas pasiones; sana mi corazón de todas mis aficiones desordenadas; porque sano y bien purificado en lo interior, sea apto para amar, fuerte para sufrir y firme para perseverar.

Jesucristo.- 3. Gran cosa es el amor; bien sobre manera grande; él solo hace ligero todo lo pesado y lleva con igualdad todo lo desigual.
Pues lleva la carga sin carga y hace dulce y sabroso todo lo amargo.
El amor noble de Jesús nos impulsa a hacer grandes cosas y nos mueve a desear siempre lo más perfecto.
El amor quiere estar arriba y no ser detenido de ninguna cosa baja.
El amor quiere ser libre y ajeno de toda afición mundana, porque no se impida su vida interior ni se embarace en ocupaciones de provecho temporal o caiga por algún daño.
Nada hay más dulce que el amor, nada más fuerte, nada más alto, nada más ancho, nada más alegre, nada más cabal ni mejor en el cielo ni en la tierra, porque el amor nació de Dios y no puede aquietarse con todo lo creado, sino con el mismo Dios.

4. El que ama, vuela, corre y se alegra, es libre y no detenido.
Todo lo da por todo, y todo lo tiene en todo, porque descansa en un sumo Bien sobre todas las cosas, del cual mana y procede todo bien. No mira a los dones, sino que se vuelve al Dador sobre todos los bienes.
El amor muchas veces no guarda modo, mas se enardece sobre todo modo.
El amor no siente la carga ni hace caso de los trabajos; desea más de lo que puede, no se queja que le manden lo imposible, porque cree que todo lo puede y le conviene.
Para todo, pues, sirve, y muchas cosas cumple y pone por obra, en las cuales el que no ama desfallece y cae.