Nacimiento de Jesús. «Estando allí, se le cumplió el tiempo de su alumbramiento, y dio a luz a su hijo primogénito, y le envolvió en pañales y le acostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en la posada» (Lc 2, 6-7).
Todo este relato nos pone de manifiesto que José y María eran pobres y amaban la pobreza. Por no hallar hospedaje tuvieron que refugiarse en una cueva o establo y en él nació el Salvador del mundo, el que fue reclinado sobre un pesebre que allí había, y ellos se acostarían sobre una estera que llevaban consigo. La providencia de Dios se valió del decreto del emperador Augusto para dar cumplimiento a la profecía de Miqueas, que anunció siete siglos antes que el Mesías nacería en Belén.
Jesús podía haber nacido en uno de los palacios más bellos, por ser el dueño de todas las riquezas del mundo; pero quiso enseñarnos con el ejemplo y la palabra el gran valor de la pobreza y demás virtudes, porque estamos de paso en este mundo y el cielo lo hemos de comprar con el desprendimiento de las cosas terrenales.
—Adoración de los pastores y de los ángeles. Los habitantes del cielo y de la tierra son avisados para que adoren a aquel Niño, que es el Rey de la creación, y «por nosotros y por nuestra salvación descendió de los cielos». Primeramente a unos pastores que acampaban de noche al raso velando sobre su rebaño, se les apareció un ángel, y quedando sobrecogidos de temor, les dijo: «¡No temáis! porque os anuncio una gran alegría, que será para todo el pueblo: Hoy os ha nacido en la ciudad de David un Salvador, que es Cristo, el Señor. Y ésta es la señal: Hallaréis un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre» (Lc 2, 8-12)… Luego «fueron presurosos y encontraron a María y a José, y al niño acostado en el pesebre» (2, 16).
Los pastores oyeron palabras de José y de María, y ¿qué palabras fueron las de José? El Evangelio no nos consigna una palabra. José es el hombre del silencio, él aparece obrando en los principales acontecimientos del nacimiento, infancia y vida oculta de Jesús… Él como jefe de la familia y a su vez responsable es el que recibe órdenes del cielo por medio de un ángel que le habla y le dice lo que debe hacer… San José nos da lecciones sobre el valor del silencio. «El silencio es el sello del hombre sabio y prudente» (San Bernardo). «En el silencio y el recogimiento el hombre hace progresos» (Kempis)…
A continuación multitud de ángeles descienden del cielo sobre el Divino Niño y entonan alabanzas diciendo: «Gloria a Dios en el cielo y paz en la tierra a los hombres de buena voluntad». Y ¿por qué tantas alabanzas? Porque Él es el Enviado de Dios, el Mesías, el Salvador del mundo.