Capítulo 8

De la baja estimación de sí mismo ante los ojos de Dios

El Alma.- 1. «Hablaré a mi Señor, siendo yo polvo y ceniza» (Gén 18,27). Si por más me reputare, tú estás contra mí, y mis maldades dan verdadero testimonio que no puedo contradecir.
Mas si me humillare y anonadare, y dejare toda propia estimación, y me volviere polvo como lo soy, me será favorable tu gracia, y tu luz se acercará a mi corazón, y toda estimación, por poca que sea, se hundirá en el valle de mi miseria, y perecerá para siempre.
Allí me haces conocer a mí mismo lo que soy, lo que fui y en lo que he parado, porque soy nada y no lo conocí.
Abandonado a mis fuerzas, soy nada y todo flaqueza; pero si tú de repente me miras, luego me hago fuerte y me lleno de nuevo gozo.
Y es cosa maravillosa, por cierto, cómo tan de repente soy levantado y abrazado de ti con tanta benignidad yo que, según mi propio peso, siempre voy a lo bajo.

imitacion-de-cristo2. Esto hace tu amor, que gratuitamente me previene y socorre en tanta multitud de necesidades, y me guarda también de graves peligros, y me libra de males verdaderamente innumerables.
Porque yo me perdí amándome desordenadamente; pero buscándote a ti sólo, y amándote puramente, me hallé a mí y a ti; y por el amor conocí más profundamente mi nada.
Porque tú, ¡oh dulcísimo Señor!, haces conmigo mucho más de lo que merezco y más de lo que me atrevo a esperar y pedir.

3. Bendito seas, Dios mío, que, aunque soy indigno de todo bien, todavía tu nobleza e infinita bondad nunca cesa de hacer bien, aun a los desagradecidos y apartados lejos de ti.
Conviértenos a ti, para que seamos agradecidos, humildes y devotos, pues tú eres nuestra salud, virtud y fortaleza.

Capítulo 9

Que todas las cosas se deben referir a Dios como a último fin

Jesucristo.- 1. Hijo, yo debo ser tu supremo y último fin, si deseas de verdad ser bienaventurado.
Con esta intención se purificará tu deseo, que vilmente se abate muchas veces a sí mismo y a las criaturas.
Porque si en algo te buscas a ti mismo, luego desfalleces y te quedas árido.
Atribúyelo, pues, todo principalmente a mí, que soy el que todo lo he dado.
Así, considera cada cosa como venida del Soberano Bien, y por esto todas las cosas se deben reducir a mí como a su origen.

2. De mí sacan agua como de fuente viva el pequeño y el grande, el pobre y el rico; y los que me sirven de buena voluntad y libremente, recibirán gracia por gracia.
Pero el que se quiere ensalzar fuera de mí o deleitarse en algún bien particular, no será confirmado en el verdadero gozo ni dilatado en su corazón, mas estará impedido y angustiado de muchas maneras.
Por eso no te apropies a ti alguna cosa buena ni atribuyas a ningún hombre la virtud, sino refiérelo todo a Dios, sin el cual nada tiene el hombre.
Yo lo di todo; yo quiero que se me devuelva todo; y con gran rigor exijo que se me den gracias por ello.

3. Esta es la verdad con que se destruye la vanagloria.
Y si la gracia celestial y la caridad verdadera entrare en el alma, no habrá envidia alguna ni quebranto de corazón, ni te ocupará el amor propio.
La caridad divina lo vence todo y dilata todas las fuerzas del alma.
Si bien lo entiendes, en mí solo te has de alegrar y en mí solo has de esperar, porque «ninguno es bueno sino solo Dios» (Lc 18,19), el cual es de alabar sobre todas las cosas y debe ser bendito en todas ellas.