222. 7.º Por medio de esta práctica, fidelísimamente observada, daréis a Jesucristo más gloria en un mes, que de ninguna otra manera, por más difícil que sea, en muchísimos años. He aquí las razones en que me fundo para decirlo:
Santisima Virgena) Porque ejecutando nuestras acciones por medio de la Virgen, como enseña esta práctica, os despojáis de vuestros propios intereses y operaciones, aunque sean terrenas y humildes, para aplicaros, por decirlo así, las suyas, aunque os sean desconocidas, y de este modo entráis en participación de la sublimidad de sus intenciones, que han sido tan puras, que más gloria ha dado María a Dios por la más insignificante de sus acciones, por ejemplo, hilando en la rueca, o haciendo un punto de aguja, que San Lorenzo sobre las parrillas, por su cruel martirio, y más que todos los santos por sus acciones más nobles y heroicas. Durante su mansión en la tierra, la Virgen adquirió un cúmulo tan inefable de gracias y de méritos, que más fácilmente se contarían las estrellas del firmamento, las gotas de agua de la mar y las arenas de las playas que los méritos y gracias de María Santísima. Ella ha procurado más gloria a Dios que le han dado y le darán todos los Angeles y Santos. iQué prodigio el vuestro, María! No sabéis hacer sino prodigios de gracia en las almas que desean perderse en Vos.

223. b) Porque un alma fiel, por esta práctica, comoquiera que no tiene en nada cuanto piensa o hace por sí misma, y no coloca su apoyo ni su complacencia más que en las disposiciones de María, para acercarse a Jesucristo y hasta para hablarle, ejercita mucho más la humildad que las almas que obran por sí mismas; las cuales aunque imperceptiblemente, se apoyan y se complacen en sus disposiciones; y, por consiguiente, glorifica más altamente a Dios, pues Este nunca es tan perfectamente glorificado como cuando lo es por los humildes y sencillos de corazón.

224. c) Porque deseando la Santísima Virgen, por su inmensa caridad, recibir en sus manos virginales el regalo de nuestras acciones, les da una belleza y un esplendor admirables, las ofrece a Jesucristo sin temor de ser rechazada, y Nuestro Señor se glorifica más en ello que si se lo ofreciésemos con nuestras manos criminales.

225. d) En fin, porque no pensaréis jamás en María sin que María, por vosotros, piense en Dios; no alabaréis ni honraréis jamás a María, sin que María alabe y honre a Dios. María es toda relativa a Dios, y me atrevo a llamarla la «relación de Dios», pues sólo existe con respecto a El, o el eco de Dios, ya que no dice ni repite otra cosa más que Dios. Si dices María Ella dice Dios. Santa Isabel alabó a María y la llamó bienaventurada por haber creído, y María, el eco fiel de Dios, exclamó: «Mi alma glorifica al Señor». Lo que en esta ocasión hizo María, lo hace todos los días; cuando la alabamos, la amamos, la honramos o nos damos a Ella, alabamos a Dios, amamos a Dios, honramos a Dios, nos damos a Dios por María y en María.