Contracorriente

~ Blog del P. Manuel Martínez Cano, mCR

Contracorriente

Archivos mensuales: noviembre 2013

San José XX (20)

05 martes Nov 2013

Posted by manuelmartinezcano in Uncategorized

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Nacimiento de Jesús. «Estando allí, se le cumplió el tiempo de su alumbramiento, y dio a luz a su hijo primogénito, y le envolvió en pañales y le acostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en la posada» (Lc 2, 6-7).

nacimiento-de-jesusTodo este relato nos pone de manifiesto que José y María eran pobres y amaban la pobreza. Por no hallar hospedaje tuvieron que refugiarse en una cueva o establo y en él nació el Salvador del mundo, el que fue reclinado sobre un pesebre que allí había, y ellos se acostarían sobre una estera que llevaban consigo. La providencia de Dios se valió del decreto del emperador Augusto para dar cumplimiento a la profecía de Miqueas, que anunció siete siglos antes que el Mesías nacería en Belén.

Jesús podía haber nacido en uno de los palacios más bellos, por ser el dueño de todas las riquezas del mundo; pero quiso enseñarnos con el ejemplo y la palabra el gran valor de la pobreza y demás virtudes, porque estamos de paso en este mundo y el cielo lo hemos de comprar con el desprendimiento de las cosas terrenales.

—Adoración de los pastores y de los ángeles. Los habitantes del cielo y de la tierra son avisados para que adoren a aquel Niño, que es el Rey de la creación, y «por nosotros y por nuestra salvación descendió de los cielos». Primeramente a unos pastores que acampaban de noche al raso velando sobre su rebaño, se les apareció un ángel, y quedando sobrecogidos de temor, les dijo: «¡No temáis! porque os anuncio una gran alegría, que será para todo el pueblo: Hoy os ha nacido en la ciudad de David un Salvador, que es Cristo, el Señor. Y ésta es la señal: Hallaréis un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre» (Lc 2, 8-12)… Luego «fueron presurosos y encontraron a María y a José, y al niño acostado en el pesebre» (2, 16).

Los pastores oyeron palabras de José y de María, y ¿qué palabras fueron las de José? El Evangelio no nos consigna una palabra. José es el hombre del silencio, él aparece obrando en los principales acontecimientos del nacimiento, infancia y vida oculta de Jesús… Él como jefe de la familia y a su vez responsable es el que recibe órdenes del cielo por medio de un ángel que le habla y le dice lo que debe hacer… San José nos da lecciones sobre el valor del silencio. «El silencio es el sello del hombre sabio y prudente» (San Bernardo). «En el silencio y el recogimiento el hombre hace progresos» (Kempis)…

A continuación multitud de ángeles descienden del cielo sobre el Divino Niño y entonan alabanzas diciendo: «Gloria a Dios en el cielo y paz en la tierra a los hombres de buena voluntad». Y ¿por qué tantas alabanzas? Porque Él es el Enviado de Dios, el Mesías, el Salvador del mundo.

Con José y María a Belén

05 martes Nov 2013

Posted by manuelmartinezcano in P. Manuel Martínez Cano, Uncategorized

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Una vez rezada la oración preparatoria, leemos la historia que vamos a meditar:

jose-y-maria-sobre-un-burro_hacia_belen[1]“Aconteció que en aquellos días salió un edicto de César Augusto en que ordenaba que se inscribieran en el censo los habitantes de todo el orbe. Este primer censo fue ejecutado por Cirino, gobernador de Siria. Subió también José desde la Galilea a la Judea, a la ciudad de David, que se llama Belén, para inscribirse en el censo juntamente con María su esposa que estaba encinta” (Luc. 2, 1-6).

La composición de lugar es el camino de Nazaret a Belén en compañía de María y José. San Ignacio dice que veamos “con la vista imaginativa el camino desde Nazaret a Belén, considerando la longura, la anchura, y si llano o si por valles o cuestas sea tal camino”. Y vamos contemplando el encendido rostro de la Virgen María de Nazaret y la inmensa alegría de su esposo san José. San Ignacio dice que la Virgen María caminaba “como se puede meditar piadosamente, asentada a un asno con José y una ancila, llevando un buey para ir a Belén a pagar el tributo”. Y tú les acompañas, llevando lo que necesitan para su sustento. Eres su esclavo. Ciento veinte kilómetros separan Nazaret de Belén, unos cinco días andando. Descansarían un tiempo en Jerusalén y saldrían de la ciudad, atravesarían el valle de Hinnom hasta la llanura de Refaím donde David venció dos veces a los filisteos y de allí a los prados de los pastores de Belén hasta llegar a la “ciudad del pan”.

En las contemplaciones de los misterios del Señor san Ignacio quiere que estemos presentes, que lo vivamos de todo corazón y con toda el alma: “ver a las personas, es a saber, ver a nuestra Señora y a José y a la ancila… Haciéndome yo un pobrecito, un esclavito indigno, mirándolos, contemplándolos y sirviéndolos en sus necesidades, como si presente me hallase, con todo acatamiento y reverencia; y después reflectir en mí mismo para sacar algún provecho”.

En el segundo punto san Ignacio nos dice: “mirar advertir y contemplar lo que hablan; y reflictiendo en mí mismo, sacar algún provecho”.

El tercero “mirar y considerar lo que hacen, así como caminar y trabajar, para que el Señor sea nacido en suma pobreza, y a cabo de tantos trabajos, de hambre, de sed, de calor y de frío, de injurias y afrentas, para morir en cruz, y todo esto por mí. Después reflictiendo sacar algún provecho espiritual”.

San Ignacio termina las meditaciones haciendo un coloquio y rezando el Padrenuestro.

Veamos cómo llegan  José y María a Belén y se ven rechazados por los de su tribu, los de su propia ciudad; nadie quiso darles posada. Vino a los suyos y los suyos no le recibieron. Lo dirá más tarde el Hijo que María llevaba en sus entrañas: las raposas del campo tienen cuevas y las aves del cielo nidos donde colocar sus polluelos pero el Hijo del Hombre y su Madre santísima  no hallan donde reclinar su cabeza. Y tú ¿quieres tener todos tus caprichos? ¿Qué nada te falte?

En este desamparo de los hombres José y María ven la mano de Dios y sufren con alegría ser desechados de los hombres por ser pobres. En sus corazones se unieron humildad y pobreza con paciencia y alegría. Escoge siempre para ti lo peor de tu casa, en la comida, en el modo de vestir. Ponte siempre en el último rincón como José y María.

Quédate a solas con la Virgen y trata con ella todas las cosas de tu corazón. Pregúntale que sentía en el suyo, sabiendo como sabía que sus entrañas eran templo vivo de Dios hecho niño. ¡El Hijo de Dios vive en el seno purísimo de la Niña Hermosa de Nazaret! De ella recibía toda su vida, de Ella dependía toda su vida ¡Qué misterio! ¡Dios depende de una humilde virgencita!

Hemos de entrar en lo más profundo de esta intimidad divina entre la Virgen María y su divino Hijo. Así aprenderemos a recogernos con Jesús y María en nuestra oración diaria y, como la Virgen, viviremos únicamente para Jesús y la salvación de las almas; gozándonos y alegrándonos de tanto gozo y alegría de María y Jesús. Y viviremos en la tierra como viven los bienaventurados en el cielo, en cuanto es posible a nuestra dañada naturaleza.

Otros viajeros caminaban junto a ellos criticando y maldiciendo aquella orden del César. La Virgen, que vivía intensamente su vida interior de amor divino, no dejaba traslucir nada al exterior: sencilla, simpática, alegre. Nadie sospechaba que esa jovencita era la Madre de Dios. Ni la vanidad, ni la soberbia, ni el amor propio, ni el deseo de alabanzas…le hizo manifestar su secreto. ¡Ella es la Madre de Dios! ¡Qué humildad! ¡Qué sencillez!

Un auténtico hijo de María Santísima jamás buscará las alabanzas de este mundo. Prefiere la oscuridad, el silencio, la sencillez, la vida interior de fervor y de amor a Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo. Y, como Jesús, se hace esclavo de la Virgen María.

P. Manuel Martínez Cano, mCR

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