Capítulo 11

Que los deseos del corazón se deben examinar y moderar

Jesucristo.– 1. Hijo, aún te conviene aprender muchas cosas, que todavía no has entendido bien.
El Alma.- ¿Qué cosas son estas, Señor?
Jesucristo.- Que pongas tu deseo totalmente en sola mi voluntad, y no seas amador de ti mismo, sino afectuoso celador de lo que a mí me agrada.
Los deseos te encienden muchas veces y te impelen con vehemencia; pero considera si te mueves por mi honra o más bien por tu provecho.
Si yo soy la causa, bien te contentarás de cualquier modo que yo lo ordenare; pero si algo tienes escondido de amor propio, con que siempre te buscas, mira que eso es lo que mucho te impide y agrava.

imitacion-de-cristo2. Guárdate, pues; no confíes demasiado en el deseo que tuviste sin consultarlo conmigo, no sea que después te arrepientas y te descontente lo que primero te agradaba, y como cosa mejor lo deseabas.
Porque no se puede seguir luego cualquier deseo que aparece bueno, ni tampoco huir a la primera vista toda afición que parece contraria.
Conviene algunas veces usar de freno, aun en los buenos ejercicios y deseos, porque no caigas por importunidad en distracción del alma, y porque no causes escándalo a otros con tu indiscreción, o por la contradicción de otros te turbes luego y caigas.

3. También algunas veces conviene usar de fuerzas y contradecir varonilmente al apetito sensitivo, y no cuidar de lo que la carne quiere o no quiere, sino más bien trabajar para que esté sujeta al espíritu, aunque le pese.
Y debe ser castigada y obligada a sufrir la servidumbre hasta que esté pronta para todo, aprenda a contentarse con lo poco y holgarse con lo sencillo, y no murmurar contra lo que le es desabrido.