El Caudillo victorioso de la Cruzada, profundamente cristiano buscó con ahínco la auténtica reconciliación de los españoles. El monumento erigido en Cuelgamuros, en plena sierra de Guadarrama, lo revela. La Basílica de la Santa Cruz del Valle de los Caídos es una prueba evidente. Allí reposan los restos de quienes lucharon en la contienda, rojos y azules, «a la espera del juicio de Dios, que aclarará las cosas», escribe Luis Suárez; «Altar de la Reconciliación», añadió el abad de la abadía Anselmo Navarrete Álvarez, «ya que uno de los principales fines de la construcción fue el de dar sepultura a cuantos cayeron en nuestra Cruzada, sin distinción del campo en que combatieran, según exige el espíritu cristiano que «inspiró» aquella magna obra, con tal que fueran de nacionalidad española y de religión católica».
El monumento fue inaugurado por el Caudillo el 1 de abril de 1958 y en él fueron enterrados José Antonio Primo de Rivera (que antes estuvo en el Monasterio de San Lorenzo de El Escorial) y el propio Caudillo. Según puede leerse en El País, de 26 de abril de 1992: «Es el monumento del Patrimonio Nacional más visitado (y) las tumbas de Franco y José Antonio siempre tienen flores».
«No hay precedente en La Historia de un gesto parecido, en el que un jefe victorioso demuestra humildad y comprensión hacia sus adversarios españoles». Así me lo comentaba mi entrañable amigo Giorgio Almirante, secretario general del Movimiento Social Italiano visitando conmigo La Basílica: «¡Ya quisiéramos tener en Italia algo semejante!», me dijo.
En términos parecidos se ha expresado también mi no menos amigo entrañable Antonio Caponnetto, director de la revista argentina Cabildo: «Dios permita que mañana, por obra de un Caudillo victorioso, se pueda consumar en Argentina la bella magnanimidad del Valle de los Caídos. El ilustre monumento es una glorificación de la Cruzada, y es a la par el gesto magnificante del vencedor que sabe perdonar y abatir los odios»
Pío XII, en su Carta Apostólica de 27 de mayo de 1958, dirigiéndose de entrada al Caudillo, escribe: «Francisco Franco ha inspirado tan prodigiosa obra a fin de levantar un monumento a la memoria de cuantos, por una causa o por otra, entregaron su vida y sucumbieron en la guerra civil».
Por su parte, como recuerda Luis Suárez, muy relacionado con la Basílica, el Papa Juan XXIII concedió indulgencia plenaria para: el día del Jueves Santo a quienes acudieron a la misma (no como turistas), y donó para que se venerase en ella un Lignum Crucis.
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