Capítulo 15
Cómo se debe uno haber y decir
en todas las cosas que deseare
Jesucristo.- 1. Hijo, en cualquier cosa que quisieres, di así: Señor, si te agradare, hágase esto así.
Señor, si es honra tuya, hágase esto en tu nombre.
Señor, si vieres que me conviene y hallares serme provechoso, concédemelo para que use de ello a honra tuya.
Mas si conocieres que me sería dañoso y nada provechoso a la salvación de mi alma, aparta de mí tal deseo.
Porque no todo deseo procede del Espíritu Santo, aunque parezca justo y bueno al hombre. Dificultoso es juzgar con verdad si te incita buen espíritu o malo a desear esto o aquello, o si te mueve tu propio espíritu.
Muchos se hallan engañados al fin que al principio parecían movidos por buen espíritu.
2. Por eso siempre se debe desear y pedir con temor de Dios y humildad de corazón cualquier cosa apetecible que ocurriere al pensamiento y, sobre todo, con propia resignación, encomendarlo todo a mí, diciendo:
Señor, tú sabes lo que es mejor: haz esto o aquello, según te agradare.
Da lo que quieras, y cuanto quieras, y cuando quieras.
Haz conmigo como sabes, y como más te agradare y fuere mayor honra tuya.
Ponme donde quieras y dispón de mí libremente en todo.
En tus manos estoy; vuélveme y revuélveme a la redonda.
Ve aquí tu siervo dispuesto a todo, porque no deseo, Señor, vivir para mí, sino para ti. ¡Ojalá, que sea digna y perfectamente!
Oración
Para cumplir la voluntad de Dios
3. Concédeme, benignísimo Jesús, tu gracia, «para que esté conmigo, y obre conmigo» (Sab 9,10), y persevere conmigo hasta el fin.
Dame que desee y quiera siempre lo que te es más acepto y agradable a ti.
Tu voluntad sea la mía y mi voluntad siga siempre la tuya, y se conforme perfectamente con ella.
Tenga yo un querer y no querer contigo, y no pueda querer ni no querer sino lo que tú quieres y no quieres.
Dame que muera a todo lo que hay en el mundo, y que por ti desee ser despreciado y olvidado en este siglo.
Dame que, sobre todo lo deseado, descanse en ti y aquiete mi corazón en ti.
Tú eres la verdadera paz del corazón; tú el único descanso; fuera de ti, todas las cosas son molestas e inquietas.
«En» esta «paz», esto es, en ti, Sumo y Eterno Bien, «dormiré y descansaré» (Sal 4,9). Amén.
Pingback: Artículos de la semana (29/1/2014) | Blog del P. Manuel Martínez Cano