241. No lleves a mal, queridísimo amigo, que me junte yo con el Espíritu Santo para darte el mismo consejo: Sus cadenas son ligaduras de salud (Eccli. 6,31). Como Jesucristo en la cruz debe atraerlo todo hacia Sí, de grado o por fuerza, atraerá a los réprobos con las cadenas de sus pecados para encadenarlos, a manera de presidiarios y de demonios, a su ira eterna y a su justicia vengadora; pero atraerá particularmente en estos últimos tiempos, a los predestinados con las cadenas de la caridad: Todo lo atraeré a mí (Jn. 12,32): Los atraeré con cadenas de amor (Os. 11,4).
242. Estos esclavos de amor de Jesucristo o encadenados de Jesucristo, pueden llevar sus cadenas al cuello, o en sus brazos, o en la cintura, o en los pies. El P. Vicente Caraffa, séptimo general de la Compañía de Jesús, que murió en olor de santidad el año 1643, llevaba como señal de servidumbre, un aro de hierro a los pies, y decía que su dolor consistía en no poder arrastrar públicamente la cadena. La M. Inés de Jesús, de la cual ya he hablado, llevaba una cadena de hierro alrededor de su cintura. Otros la han llevado al cuello, como penitencia de los collares de perlas que llevaron en el mundo… Algunos la han llevado en sus brazos, para acordarse en los trabajos de sus manos que eran esclavos de Jesucristo.
243. Cuarta práctica. Profesarán devoción singular al gran misterio de la Encarnación del Verbo, el 25 de marzo, que es el misterio propio de esta devoción que ha sido inspirada por el Espíritu Santo:
1.º Para honrar e imitar la dependencia inefable que Dios Hijo ha querido tener respecto de María, para la gloria de Dios su Padre y para nuestra salvación, la cual dependencia se muestra particularmente en este misterio en que Jesús aparece cautivo y esclavo en el seno de la divina María, en donde depende totalmente de Ella para todas las cosas.
2.º Para dar gracias a Dios por los favores incomparables que ha concedido a María y particularmente el de haberla escogido por su dignísima Madre, elección que ha sido hecha en este misterio. Tales son los dos principales fines de la esclavitud de Jesús en María.
244. Advertid que ordinariamente digo: el esclavo de Jesús en María, la esclavitud de Jesús en María. Puedes decir, en verdad, como muchos lo han hecho, el esclavo de María, la esclavitud de la Santísima Virgen, pero creo mejor que se diga: el esclavo de Jesús en María, como lo aconsejaba M. Tronson, superior general del Seminario de San Sulpicio, varón notable por su rara prudencia y su piedad consumada. He aquí las razones:
245. 1.ª Como vivimos en un siglo orgulloso, en que hay un gran número de sabios hinchados, espíritus fuertes y críticos que encuentran defectuosas las prácticas de piedad mejor fundadas y más sólidas, vale más, para no darles ocasión de crítica sin necesidad, decir la esclavitud de Jesús en María, y llamarse el esclavo de Jesucristo, que el esclavo de María, tomando la denominación de esta devoción más bien de su fin último, que es Jesucristo, que del camino y medio para llegar a este fin, que es María, por más que una y otra se pueden, a la verdad, usar sin escrúpulo, como yo lo hago; así como un hombre que va de Orleans a Tours por el camino de Amboise, puede muy bien decir que va a Amboise y que va a Tours; con la diferencia, sin embargo, de que Amboise no es otra cosa que el camino recto para ir a Tours y que Tours sólo es su fin último y el término de su viaje.
246. 2.ª Como el principal misterio que en esta devoción se celebra y se honra es el misterio de la Encarnación, en el cual no se puede ver a Jesucristo sino en María y encarnado en su seno, es más a propósito decir la esclavitud de Jesús en María, de Jesús que mora y reina en María, según aquella hermosa plegaria de tan grandes almas: Oh Jesús que vivís en María, venid y vivid en nosotros en vuestro espíritu de santidad, etc.
247. 3.ª Este modo de hablar muestra más la unión que hay entre Jesús y María, que están tan estrechamente unidos, que el uno está todo en el otro: Jesús está todo en María, y María toda en Jesús, o más bien, María no es, sino que Jesús es sólo y todo en María, y más fácil sería separar la luz del sol que a María de Jesús; de modo que a Nuestro Señor se le puede llamar Jesús de María, y a la Santísima Virgen, María de Jesús.


