Un buen amigo me ha dicho, muy entusiasmado, que es justicia reconocer que el Santo Padre Francisco es muy valiente. Para mí, todos los papas del siglo pasado fueron muy valientes. Benedicto XVI condenó la dictadura del relativismo reinante, destituyó a varios obispos e iluminó a la Iglesia con su magisterio dogmático, moral, ascético y místico. Juan Pablo II condenó el capitalismo actual y nos advirtió de la acción diabólica en el mundo: “el demonio está vivo y trabaja en el mundo… de su obra depende el mal y los desordenes presentes en el hombre y en la sociedad”. Su Santidad Pablo VI nos alentó de que el demonio no solo trabaja en la sociedad, también lo hace en la Iglesia: “el humo de Satanás ha penetrado en la Iglesia.”

feesperanzaycaridadPodemos seguir hasta san Pio X, no sin antes decir, que la inmensa mayoría de la Iglesia son los seglares y ellos también tienen que ser valientes y, la verdad, es que escasean. Que cobardes, valientes y perezosos, mediten estas palabras de Pio XII: “Vemos hoy lo que jamás se vio en la historia desplegadas al viento sin recato alguno y agitadas por el odio abominable de los impíos, las satánicas banderas de la guerra contra Dios y contra la Religión en todos los pueblos y en todas las partes de la tierra. Es pues necesario, venerables hermanos, que sin descanso nos opongamos “como muro por la casa de Israel” juntas todas nuestras fuerzas en grupo compacto que ofrezca un frente único y sólido contra las malvadas falanges enemigas de Dios no menos que del género humano.”

Siendo Arzobispo de Santiago, el Santo Padre Francisco escribió una carta a los cuatro monasterios de carmelitas de su diócesis, pidiéndoles que rezaran para que los diputados de Argentina no aprobaran el mal llamado matrimonio homosexual, porque ésta no es una cuestión política, les decía, y terminaba diciendo: “estamos en la guerra de Dios.” Hacen falta voluntarios que manifiesten públicamente que son católicos con sus palabras y sus obras; dándose a conocer con la insignia del crucifijo o la Virgen Santísima, en la chaqueta o la blusa, como hizo Lew Walesa en Polonia. Combate los nobles combates de la fe.

P. Manuel Martínez Cano, mCR.