9 -Entonces, ¿no es admisible el divorcio?

-No, Pablo VI exponía el 23 de enero de 1967, solemnemente: «No queremos silenciar la triste impresión que siempre nos ha producido el ansia de quienes aspiran a introducir el divorcio en la legislación y en la vida de las naciones que tienen la suerte de estar inmunes de él, como si fuera desdoro no tener esta institución hoy, índice de una perniciosa decadencia moral, y como si el divorcio fuera el remedio de los males, que él, sin embargo, extiende y agrava aún más, favoreciendo el egoísmo, la infidelidad, la discordia, donde debería reinar el amor, la paciencia, la concordia, y sacrificando con despiadada frialdad los intereses y los derechos de los hijos, débiles víctimas de legalizados desórdenes domésticos…

catecismo socialLa más firme adhesión a la ley inviolable que, por disposición divina, y para dignidad y fortuna de la Humanidad redimida, rige la unidad y perpetuidad del vínculo y, por tanto, de toda la institución familiar».

10 -El divorcio está admitido prácticamente en todas las legislaciones: señal que responde a un derecho de la persona humana.

-No, el que esté admitido en las legislaciones no importa ninguna señal de progreso. Es una regresión bárbara. Es negar que las personas son hombres y mujeres. Es tragarse aquello que dice Sartre: «No existe la naturaleza humana, porque no existe un Dios que la haya podido bosquejar.» Entonces, los hombres quedan reducidos a la medida animal, instintiva, absurda.

Y además las estadísticas demuestran que el divorcio es siempre un fracaso. Lenin afirmaba que «no se puede ser socialista sin la plena y absoluta libertad para divorciarse». En la URSS, desde 1942,el divorcio está regulado. Y en 27 de junio de 1968,el jurista soviético Kolwonowsky, advertía: «La facilidad del divorcio tiene como consecuencia la degradación de la familia, por lo que debe ser enérgicamente combatido».

Donde se había programado el divorcio con toda licencia, la experiencia les ha contradecido. Y en los Estados Unidos está plenamente comprobado que de los 566.000menores procesados por delitos comunes, el 82% eran hijos de divorciados. Y la práctica demuestra que la legislación del divorcio fomenta la ruptura de los matrimonios.

En Suecia, en Inglaterra, en USA, las estadísticas son escalofriantes. A más facilidades para el divorcio, más divorcios, más hijos abandonados, más frustraciones, más tragedias. En París, en 1973, entre los mil divorcios mensuales controlados quedaron 27.000 niños sin familia. Al final de aquel año, 1973, más de un millón de niños parisinos vivían sin hogar propio.

El director del FBI, en 1973, declaraba que el 90% de la delincuencia juvenil procedía de los matrimonios disueltos, y en el último decenio, mientras la delincuencia general era de un 9’5 por ciento, la juvenil ascendía a un 50 por ciento. Y está comprobado que los divorcios proceden de matrimonios en que alguno de los cónyuges, en un 45 por ciento, lleva ya relaciones adúlteras.

11 -El divorcio tiene razones poderosas para ser admitido: es un contrato entre dos ciudadanos que civilmente quedan registrados, contrato libremente pactado. Y es una solución para los matrimonios rotos moralmente, con abismos sentimentales. Además, si los católicos no quieren el divorcio, que dejen en libertad a los otros ciudadanos que no lo son.

-Es verdad que el matrimonio es un contrato. Pero la razón del matrimonio arranca de la propia naturaleza humana, querida por Dios, ya que la indisolubilidad del matrimonio atañe a la misma ley natural. Pío XII decía al episcopado norteamericano: «Hay que velar con suma diligencia para que sea puntualmente conocido y santamente observado por los contrayentes el dogma de que el vínculo matrimonial es indisoluble y perpetuo por derecho divino» («Sertum laetitiae»), y la motivación del contrato matrimonial, libremente querido, implica responsabilizarse del mismo. Las consecuencias del matrimonio suponen su estabilidad, y esto ya se sabe antes de contraerlo.

Casarse no es una vulgar compraventa de un coche o de un electrodoméstico, intercambiable frívolamente. En el matrimonio está la piedra angular de la familia, de la moral y de los hijos. Es un contrato ante Dios.

Los matrimonios sentimentalmente rotos, se pueden recomponer. El amor supone el sentimiento, pero no lo es únicamente. Si los que se han casado se querían de verdad, el amor comporta exclusividad, y de producirse un desengaño nadie puede probar que con otra unión, fomentada a través de un clima de despecho o de pasiones, se pueda lograr esa felicidad perdida en el auténtico e ilusionado primer matrimonio.

Y es otro error aducir que los que no practican la fe cristiana tienen derecho al divorcio vincular, pues el matrimonio indisoluble responde a la misma naturaleza, y el Estado debe legislar objetivamente, para el bien común. Y jamás propiciar caminos de disolución familiar.