Eso que llama democracia es sencillamente el consenso de partidos políticos, el capitalismo salvaje y los medios de comunicación social. No todos claro están. Estos consensuados y confabulados han levantado un muro, de tales dimensiones, que el muro de Berlín comunista es sólo un simple ladrillo sobre el asfalto. Vivimos bajo un poder tan inhumano y tiránico que no cabe más que pensar que el jefe supremo es el demonio, padre de la mentira, de todas las mentiras que pretenden cambiar la realidad creada por Dios. Abortar voluntariamente es asesinar a niños y niñas inocentes. Lo de la interrupción del embarazo es mentira. El doctor Simón, Presidente de los médicos católicos del mundo ha dicho que el aborto es una misa a Satanás, una “misa negra”.

La unión de dos personas del mismo sexo no es matrimonio, es sodomía como dice el diccionario de la Lengua Española. El divorcio es el desprecio de la ley divina porque lo que Dios ha unido no lo puede separar el hombre. Le oí decir a un buen hombre que el instrumento para perpetuar las leyes injustas es la partitocracia, la democracia de los partidos. Es el monstruo Leviatán descrito en el libro de Job que los Santos Padres identifican con Satanás, enemigo de las almas. El demonio es como una bestia salvaje, malherida. Pero la Inmaculada le aplasta la cabeza.

Ya Pablo VI nos advirtió que el humo de Satanás ha penetrado en la Iglesia. Y el Santo padre Francisco nos está recordando la acción diabólica entre los católicos y en el mundo. papa_francisco_noticia_getty_1205

Oscuridad, confusión, errores, herejías, rebelión, vicios, injusticias, mundanidad. El Papa nos ha dicho que el demonio “quiere que la Iglesia sea mundana, muy mundana”. El catecismo nos dice que los enemigos del alma son tres: el mundo, el demonio y la carne. Nada nuevo bajo el sol. Santiago el Menor ya se lo decía a los primeros cristianos: “¡No sabéis que el amor del mundo es enemigo de Dios?  ¡Quién pretende ser amigo del mundo, se constituye enemigo de Dios” (Sant. 4,4). Y ¡qué es el mundo? Todo lo que me aparta de Dios. San Luis Mª Grigñón de Montfort lo explica en su obra “El amor de la sabiduría divina”. Os ofrezco unas líneas: “No hay que adoptar las modas de los mundanos en los vestidos o en los muebles, en las casas, en las comidas y en los demás usos y actividades de la vida “no os conforméis con el siglo” (Rom, 12,22). Poner esto en práctica es más necesario de lo que se cree”

“No deben creerse ni seguirse las falsas máximas del mundo; no se  ha de pensar, hablar y obrar como los mundanos. Tienen una doctrina más opuesta a la Sabiduría encarnada, (Cristo), que las tinieblas a la luz que la muerte a la vida”

P. Manuel Martínez Cano, mCR