Anécdotas y recuerdo de Gaspar Borrull i Font

«Una vida entregada a los más pobres»

Gaspar Borrull fue socio y fundador de Cristianos de Cataluña y estuvo movido siempre por el espíritu de ayudar a los más débiles. Ya desde joven, en su parroquia, en la que el rector era el Dr. Joaquín Masdeixexart, pertenecía al grupo que visitaba a los enfermos.indigente

En su mundo laboral, como administrativo en la empresa Anglo Española, también se dedicó al apostolado. Y como creyente practicó la doctrina social de la Iglesia, que él había estudiado, y realizó actividades apostólicas y de reivindicación de mejoras salariales. Por este motivo fue despedido de la empresa, aunque en el juicio laboral su despido fue considerado como «improcedente».

Sin embargo, Gaspar Borrull ya no volvió más a este sector económico. Parece que Dios lo llevó por otros caminos, pues se incorporó al mundo de los más pobres, dedicándoles todas las horas del día en cuerpo y alma durante 35 años.

Durante los años 1958/59 acompañó al Sr. Fèlix Millet i Maristany (que fue presidente de la FJCde C.) en el soporte de gestión y administración de la construcción del monolito que se hizo en Montserrat dedicado a la «Federación de Jóvenes Cristianos de Cataluña».

A partir de 1960, como socio y fundador de la OCPD (Orientación Católica Profesional del Dependiente), se incorporó y continuó con su labor de formación en el campo social, llevando el comedor y residencias para estudiantes de las calles San Severo y Martí, de Barcelona.

Hacia los años 1984/85 comenzó una nueva pobreza en la ciudad de Barcelona. Se popularizó hablar del «IV Mundo», y la realidad imponía la afirmación de que en Barcelona «había hambre». Entonces el comedor de la calle Canuda se convirtió en un comedor de pobres, mendigos de todo tipo, alcohólicos, emigrantes sin recursos. Muchos de ellos no podían pagar ni el mínimo. En el comedor de Canuda se agolpaba la gente, formando colas en la calle de 200 a 250 personas. «Y como ‘trabajar por los pobres no llena la bolsa’ (aunque Dios fue providente con nosotros ) la entidad se vio desbordada económicamente para hacer frente a esta realidad tan dramática».

Borrull empezó a pedir ayuda de palabra, y mediante cartas, a fundaciones, a «cajas», a personalidades, Ayuntamiento y Generalitat: su vida era agotadora. Desde las 6 de la mañana que se levantaba para ir muchos días a Laudes y Misa en la parroquia de San Francisco de Paola, con mosén Llauradó, que conocía, todo ello antes de ir a trabajar, no paraba. No acababa nunca de trabajar. Y cuando yo le decía que no cogiera tanto trabajo, él me decía «yo no me la busco, ¡si me viene!». Él no tenía un «no» para nadie, ¡o todo o nada!

Un gesto muy característico de él era que al acercarse a un pobre por la calle (lo conocían del comedor de Canuda) pasaba su brazo sobre el hombro del pobre y le decía: ¿qué te pasa ? El pobre le decía «no tengo casa… ni trabajo… ni familia» Y Borrull respondía: mañana ven a verme a Canuda y hablaremos.

La vida en familia se veía muy reducida, debido al largo horario de trabajo, pues cuando salía del comedor de Canuda iba todavía a la «Hora de Dios», en el Raval, a solucionar más problemas. Él me decía: «¡Madre! Yo para mí no pido nada».

El sábado por la noche solíamos celebrar la fiesta en familia, todos sus miembros, debido a que también el comedor durante muchos años funcionaba los domingos.

Era una persona incansable. No le gustaba conducir… pero ya a los 47 años aprendió a fin de ir a recoger comida para los pobres en el Banco de Alimentos y también a la Cruz Roja. Decía que el trabajo se hace con alegría… era una alegría que le salía del fondo del corazón, debido a su vida de oración. Era muy devoto del Dr. Pere Tarrés (que aún no estaba beatificado), al que siempre se encomendaba y más de una vez fue patente su ayuda en las necesidades de su trabajo apostólico.

Cuando el comedor ya no podía sostenerse por carencia económica, la Entidad decidió cerrarlo, pero Borrull no podía dejar a 250 personas pobres y desvalidas en la calle sin comer (en aquel tiempo sólo había dos o tres comedores a Barcelona). Esto le costó sudor y lágrimas. Miró de pedir ayuda a personas influyentes y amigas para que la Generalidad subvencionara una parte de los menús.

Pero, en espera la subvención, había ya una cantidad de capital de 600.000 pesetas para hacer frente algunos pagos y arreglos, sin los cuales sería necesario cerrar el comedor. Entonces, la Entidad dio el permiso para pedir un préstamo a «la Caixa» de 600.000 pesetas, que fue concedido. Pero llegado el tiempo de devolver dicho préstamo, la Entidad no disponía del dinero para rescatarlo, y con ello otra vez estaba en la puerta la quiebra y peligraba la misma supervivencia de la Entidad benéfica.

Borrull consultó a su familia: todos, matrimonio e hijos, participaron en este tipo de consejo familiar. Y se planteó si teníamos que poner nosotros mismos nuestros ahorros y rescatar el préstamo… ¡no podía ser que se cerrara el comedor y tantos pobres se quedaran en la calle sin comer! «Pensábamos: La Entidad cuando pueda ya nos lo devolverá el dinero… Pero nunca llego ese día… Y el préstamo rescatado ascendía a 600.000 pesetas más los intereses de 200.000 y demora: Total: 800.000 pesetas».

«Nuestra situación era preocupante: nuestros ahorros se habían fundido. Pero la Providencia velaba sobre nosotros y se valió de una cosa pequeña: Aquel año el hogar de en Borrull jugaba a la lotería de Navidad sólo un modesto boleto. Y les tocó el «gordo»: lo que mostró que era la Providencia de Dios es que apenas les tocaron las 800.000 pesetas que habían avanzado de sus propios ahorros para hacer frente al préstamo. El milagro fue que los tocara las 800.000 pesetas justas: Dios es providente».

Como este hecho providencial -continúa relatando quien fue su esposa- hubo muchos, pequeños detalles, como facilitarle el aparcamiento necesario para su vida de servicio a los pobres, o poder celebrar con un viaje gratuito el 25 aniversario de su matrimonio, etc.

Borrull amaba la vida y la familia sencilla. Y, al ver tantos hogares destrozadas por el vicio, decía «son pobres de todo de cuerpo y de espíritu». ¡Nosotros sí somos felices!

Cuando salía del comedor de Canuda al atardecer, terminaba su jornada yendo a «la Hora de Dios», en el Raval, a solucionar más problemas y a dar camas para ir a dormir a una pensión a los que dormían en la calle. Eran las 12 de la noche cuando llegaba a su casa y cenaba.

Nunca decía que estaba cansado. Y eso durante 35 años. Y no quiso nunca cambiar de trabajo. ¿Cuándo podría descansar?

Dios lo solucionó a su manera. Borrull se puso enfermo a los 70 años y murió. Dios, que conoce el interior de los hombres, ¡supo cómo hacerlo!

Josefina Bori i Vivas,

viuda de Gaspar Borrull i Font