1. CONOCIMIENTO DE DIOS POR LA REVELACIÓN
La Santa Iglesia enseña que Dios puede ser conocido con certeza mediante la luz natural de la razón humana a partir de las cosas creadas (Concilio Vaticano II).
Sin embargo, en las condiciones históricas que se encuentra la persona humana experimenta muchas dificultades para conocer a Dios con solo la luz de la razón. Por ello el hombre necesita ser iluminado por la Revelación de Dios, no solamente en las verdades que superan su entendimiento, sino también en las verdades religiosas y morales que, de suyo, son accesibles a la razón. Sólo así puede conocer estas verdades con una certeza “firme y sin mezcla de error” (Vaticano I).
2. NOCIÓN DE REVELACIÓN
Revelación es lo mismo que remoción de un velo, o sea, la manifestación de una cosa oculta.
La Revelación divina es la manifestación sobrenatural hecha por Dios a la Humanidad en orden a su salvación eterna.
Por una decisión enteramente libre, Dios se reveló al hombre. Lo hizo manifestando su misterio, su amor divino y eterno a los hombres. Dios Padre revela plenamente su plan divino enviando a su Hijo amado, nuestro Señor Jesucristo, y al Espíritu Santo.
Al revelarse a sí mismo, Dios quiere hacer a los hombres capaces de responderle, de conocerle y de amarle más allá de lo que ellos serían capaces por sus propias fuerzas.
Dios se reveló a los hombres directamente: Adán y Eva, Moisés, etc.; y también habló a los hombres mediante los ángeles: Gabriel a la Virgen María; o por medio de los Profetas y los Apóstoles.
Revelación divina pública es la que Dios manifestó con carácter oficial y obligatorio para todo el género humano. Fue manifestada por Dios en el Antiguo Testamento, confirmada y completada por Nuestro Señor Jesucristo en el Nuevo testamento y predicada por los Apóstoles. Con la muerte del último de ellos, San Juan, se cierra el ciclo de la revelación pública.
Revelación divina privada es la que hace Dios con carácter oficioso y particular a ciertas personas o grupos, aunque de ella pueda beneficiarse toda la Humanidad. Tales son, entre otras, las revelaciones del Sagrado Corazón de Jesús a Santa Margarita Mª de Alacoque y las apariciones de la Virgen en Lourdes y Fátima.
3. EL HECHO HISTÓRICO DE LA REVELACIÓN
La Revelación divina pública la hizo Dios por etapas, según las necesidades y disposición de la Humanidad.
Primero habló Dios a Adán y Eva y luego a Noé. Es la etapa primitiva de la Revelación, que lleva en germen la promesa de un Redentor.
Después habló Dios a los Patriarcas Abraham, Isaac y Jacob, destinatarios de la promesa mesiánica y padres del Pueblo de Dios; es la etapa patriarcal.
Luego habló Dios a Moisés y al mismo Pueblo escogido, especialmente en la Revelación del monte Sinaí; es la etapa mosaica.
Dios, por medio de los Profetas, mantuvo viva la expectación mesiánica del Redentor prometido al pueblo escogido, Israel; es la etapa profética.
Por último, “cuando vino la plenitud de los tiempos” (Gal. 4,4) llegó también la plenitud de la Revelación divina al presentarse el Hijo de Dios hecho hombre entre los hombres.
La historia de la Revelación divina, aunque es antigua y sobrenatural, aparece ante la investigación y a la crítica como una historia verdadera, bien fundada y documentada, vinculada a dos pueblos de singular relieve histórico: el pueblo de Israel y el pueblo cristiano, la Iglesia.
4. TRADICIÓN DIVINA
La Revelación divina llega a los hombres por medio de dos conductos o fuentes: la Tradición divina y la Sagrada Escritura. Estas dos fuentes de revelación están tan unidas entre sí como las aguas del río a su cauce, de tal modo que no puede concebirse una Sagrada Escritura independiente de la Tradición divina ni una Tradición independiente de la Escritura. Son las dos fuentes de la Revelación que contienen el único depósito de la fe revelado por Dios a los hombres.
La Tradición divina es la transmisión y conservación de la doctrina revelada por Dios desde el tiempo de los Apóstoles hasta nosotros, por medio de la predicación oral y la fe de la Iglesia.
Jesucristo no escribió, predicó y enseñó de viva voz y encargó a los Apóstoles, no que escribieran, sino que predicasen.
San Pablo decía a los primeros cristianos: “Os alabo porque en todas las cosas os acordéis de mí y conservéis las tradiciones, tal como os la he transmitido” (1 Cor. 11,2).
La Tradición divina la tenemos hoy en:
a) El consentimiento unánime de los Santos Padres sobre una doctrina de fe o costumbres que ellos tienen por cierta, como testigos o como doctores auténticos y acreditados.
b) El sentir unánime de los teólogos.
c) El sentir unánime del pueblo cristiano.
d) Las definiciones de los Concilios y de los Papas.
e) Las profesiones de fe o credos.
5. SAGRADA ESCRITURA
La Sagrada Escritura (o Biblia) es el conjunto de libros escritos bajo la inspiración del Espíritu Santo, que tienen a Dios como autor principal y al hombre como autor secundario.
La Sagrada Escritura se divide en dos partes: Antiguo y Nuevo Testamento. El Antiguo Testamento contiene 46 libros, inspirados por Dios antes de la venida de Jesucristo. El Nuevo Testamento contiene 27 libros, inspirados por Dios, escritos después de Jesucristo por los Apóstoles y discípulos del Señor.
Libros del Antiguo Testamento:
a) Históricos:
Génesis, Éxodo, Levítico, Números, Deuteronomio, Josué, Jueces, Rut, Samuel, 1º y 2º; Reyes, 1º y 2º; Paralipómenos o Crónicas, 1º y 2º; Esdras (Esdras y Nehemías), Tobías, Judit, Esther, Macabeos, 1º y 2º.
b) Didácticos o poéticos:
Job, Salmos, Proverbios, Eclesiastés, Cantar de los Cantares, Sabiduría, Eclesiástico.
c) Proféticos:
Los cuatro grandes profetas: Isaías, Jeremías, Ezequiel, Daniel, con Lamentaciones y Baruc.
Los doce profetas menores: Amós, Oseas, Miqueas, Sofonías, Nahún, Ageo, Habacub, Zacarías, Malaquías, Abdías, Joel, Jonás.
Los libros del Antiguo Testamento fueron escritos entre los siglos XVI y II antes de Jesucristo, en arameo.
Libros del Nuevo Testamento:
a) Históricos:
Los cuatro Evangelios: San Mateo, San Marcos, San Lucas, San Juan
Los Hechos de los Apóstoles
b) Didácticos:
Las catorce Epístolas de San Pablo: a los Romanos, a los Gálatas, a los Efesios, a los Filipenses, a los Colosenses, a Tito, a Filemón, a los Hebreos, 1ª y 2ª a los Corintios, 1ª y 2ª a los Tesalonicenses, y dos a Timoteo.
Epístolas católicas: una de Santiago, dos de San Pedro, tres de San Juan y una de San Judas.
c) EL libro profético del Apocalipsis
Los libros del Nuevo Testamento fueron escritos entre mediados y fin del siglo I de nuestra era cristiana, en griego, menos el Evangelio de San Mateo, que probablemente fue escrito en Arameo.
San Jerónimo (siglo IV-V) hizo una traducción de todos los libros de la Sagrada Escritura al latín. Es la Biblia oficial de la Iglesia llamada Vulgata.
6. INSPIRACIÓN DIVINA DE LA BIBLIA
El autor principal de la Biblia es Dios, y el autor secundario el hombre.
Inspiración, en sentido bíblico estricto, es una acción divina o influjo sobrenatural por el cual Dios ilumina el entendimiento del autor sagrado para escribir un libro, y mueve eficazmente su voluntad para que exprese la verdad que Él mismo quiere expresar.
La Sagrada Escritura es la palabra de Dios, y por lo mismo, libre de todo error. La palabra de Dios, que no puede engañarse ni engañar a otros, excluye todo error y contradicción.
Dios, suma verdad, no puede ser autor del error. “La Sagrada Escritura no puede mentir” (San Jerónimo).
En la Sagrada Escritura encuentra la Iglesia su alimento y su fuerza porque en ella recibe la palabra de Dios en toda su pureza. El Padre que está en los cielos sale amorosamente al encuentro de sus hijos para conversar con ellos por medio de su Palabra.
El oficio de interpretar auténticamente la palabra de Dios, oral o escrita, ha sido encomendado sólo al Magisterio vivo de la Iglesia, el cual lo ejercita en nombre de Jesucristo.
“El desconocimiento de las Escrituras es desconocimiento de Cristo” (San Jerónimo).
7. GÉNEROS LITERARIOS DE LA BIBLIA
Dios al inspirar al autor sagrado respeta las cualidades personales y literarias de cada hombre y se acomoda a las circunstancias y ambientes de su época, pero hace que el autor conciba rectamente lo que debe expresar y lo exprese fácilmente.
En la Biblia hay distintos géneros literarios, como hemos visto en la clasificación de sus libros en históricos, didácticos y proféticos; y en cada caso hay que precisar lo que ha querido decir el autor sagrado.
Pero no puede admitirse de ningún modo la libre interpretación de los hechos bíblicos, basándose en unos supuestos géneros literarios, como hacen algunos, como si el autor sagrado, al explicarnos los hechos, pretendiera engañarnos o contarnos fábulas.
La intención del autor es explicarnos la verdad revelada por Dios objetivamente. Por tanto, si algunos hechos de la Biblia se encuentran en tradiciones populares o en alguna narración mitológica de algunos pueblos de la antigüedad, no se puede concluir que hay cosas en la Sagrada Escritura que son un mero ornato poético y simbólico (los árboles del Paraíso, la serpiente tentadora, etc…) como si fueran sólo puras imágenes bíblicas, sin verdadera realidad objetiva. Los autores sagrados narran y explican la realidad.
No se puede admitir, sin ninguna razón sólida, ningún género literario que se aparte del sentido literal histórico de los libros inspirados por Dios.
8. AUTORIDAD HISTÓRICA Y CIENTÍFICA DE LA BIBLIA
La Sagrada Escritura goza de una autoridad singular y única entre todos los libros del mundo. No hay libro de la Antigüedad que ofrezca las garantías de historicidad y autenticidad que ofrece la Sagrada Escritura. El autor clásico de quien se conservan mejores documentos es Virgilio. Y de Virgilio sólo conocemos tres códigos unciales. En cambio del Evangelio tenemos doscientos diez. ¡Superioridad aplastante!
De Aristóteles, que vivió trescientos años antes de Cristo, cuyo Tratado de Lógica sigue siendo la base de todo el razonamiento filosófico, el manuscrito más antiguo que conservamos de sus obras es de 1.400 años posterior a él. En cambio, de los Evangelios, existen manuscritos muy próximos a su redacción. El Evangelio de San Juan se escribió en el año 95. Pues bien, el papiro Reyland que se conserva en Manchester, es una copia del Evangelio de San Juan que, según los científicos, se escribió en el año 130, tan sólo treinta y cinco años después.
De los tres siglos posteriores a Jesucristo han llegado hasta nosotros treinta papiros evangélicos. Es un caso único en toda la Historografía grecorromana.
El crítico inglés de Literatura Clásica B.H. Streeter ha manifestado que los Evangelios en cuanto a su autenticidad tienen la posición más privilegiada que existe entre todas las obras de la Antigüedad.
Quien no admita lo que dicen los Evangelios, no puede admitir nada de la Historia Antigua, pues los hechos que narran los Evangelios constan con mucho más rigor histórico que todos los demás acontecimientos antiguos que la Historia reconoce como auténticos.



