1. IGLESIA Y REVELACIÓN DIVINA
El depósito sagrado de la fe contenida en la Tradición divina y en la Sagrada Escritura fue confiada por Jesús y los Apóstoles a la Iglesia. El Magisterio de la Iglesia no está por encima de la palabra de Dios, sino a su servicio, para enseñar íntegramente la fe divina.
Antes de escribirse los Evangelios, la Iglesia sirvió de fuente humana de certeza de la Revelación divina y de intérprete auténtica de su contenido. Fue la Iglesia quien reconoció los escritos posteriores como fieles transmisores de la verdad revelada por Dios y a la vez, rechazó otros escritos como apócrifos por falsear el mensaje de Cristo.
La Iglesia, por voluntad de Cristo e iluminada por el Espíritu Santo, es hoy el único depositario e intérprete auténtico de la Revelación divina. Por eso sería absurdo aceptar como verdadero lo revelado por Dios en la Biblia negando al mismo tiempo el Magisterio de la Iglesia, que es el fundamento del valor de la Sagrada Escritura como Revelación divina.
La fe puede ser objetiva y subjetiva.
Fe objetiva es el conjunto de verdades que Dios ha revelado y la Iglesia nos enseña. Estas verdades objetivas son: de fe divina, de fe divinocatólica y de fe católica.
Verdades de fe divina, son todas las verdades reveladas por Dios contenidas en la Sagrada Escritura y en la Tradición divina.
Verdades de fe divinocatólica, son las verdades reveladas por Dios en la Sagrada Escritura y la Tradición divina que la Iglesia ha declarado y definido como reveladas por Dios. Son las verdades dogmáticas o dogmas de fe.
Verdades de fe católica son las verdades que sin haber sido directamente reveladas por Dios, la Iglesia manda creerlas por la íntima conexión que tiene con las verdades reveladas.
Entre las verdades reveladas por Dios están los misterios, que son verdades reveladas por Dios que podemos conocer y concebir, pero que no podemos comprender por ser tan elevadas, tan profundas y tan inmensas que exceden a la capacidad de nuestro entendimiento. Como verdades reveladas por Dios, deben ser creídas sencilla y humildemente.
Los misterios de la fe son superiores al entendimiento humano, pero no contrarios a la razón; es decir, que no son absurdos.
3. MEDIO PARA CONOCER LA FE OBJETIVA
Regla de fe es la norma, o medio fácil y seguro que Dios nos ha dado para saber con certeza cuales son las verdades de fe, que debemos creer como reveladas por Dios.
La “Regla remota” de fe es todo lo revelado por Dios en la Sagrada Escritura y la Tradición divina.
La “Regla próxima de fe” es el Magisterio infalible de la Iglesia, porque así lo quiso Dios Nuestro Señor. Fácil y con toda seguridad sabemos cuales son las verdades de fe: basta creer lo que enseña la Iglesia.
La Iglesia enseña lo que el cristiano debe creer por su Magisterio extraordinario, en las solemnes definiciones “excátedra” del Sumo Pontífice y en los concilios ecuménicos dogmáticos.
La Iglesia enseña también por su Magisterio ordinario (encíclicas y otros documentos del Papa), y por el magisterio de los obispos dispersos por todo el mundo.
Alexis Carrell, Premio Nobel de Medicina, decía: “Yo creo todo aquello que la Iglesia Católica quiere que creamos. Y para esto no encuentro ninguna dificultad, porque no encuentro en la verdad de la Iglesia ninguna oposición con los datos seguros de la Ciencia. No soy lo suficientemente crédulo para ser incrédulo”.
4. FUNDAMENTO RACIONAL DE LA FE OBJETIVA
La fe objetiva tiene un sólido fundamento racional en la filosofía y en la historia; la fe no es una mitología.
La filosofía, con argumentos de razón, demuestra la existencia de Dios, como ser absolutamente necesario, como ya hemos estudiado.
La historia recoge la existencia de Jesucristo. Su vida, milagros y propia resurrección demuestran que Jesús es el Mesías prometido en el Antiguo Testamento, el Verbo encarnado, el Hijo de Dios hecho hombre.
La historia de la Iglesia, fundada por Jesús en Jerusalén y extendida por todo el mundo, demuestra con su vitalidad sobrenatural su fuerza expansiva, su admirable supervivencia, el magnífico testimonio de sus santos, mártires, confesores y vírgenes, que la fe es razonable.
Los motivos de credibilidad: milagros, profecías, historia de la Iglesia, divinidad de Jesucristo, nos confirman que la fe no es una mitología ni un instinto ciego del espíritu, sino que la fe tiene sólidos fundamentos racionales.
Volta, descubridor de las nociones básicas de la electricidad, ha dicho: “He estudiado y reflexionado mucho: Ahora yo veo a Dios en todo. Yo confieso la fe santa, apostólica, católica y romana. Doy gracias a Dios que me ha concedido esta fe, en la que tengo el firme propósito de vivir y morir”.
5. FE SUBJETIVA
Fe subjetiva es la virtud sobrenatural por la que creemos a Dios, que no puede engañarse ni engañarnos. La fe subjetiva es la adhesión personal del hombre a Dios.
La fe subjetiva es el acto de la inteligencia y de la voluntad, movidas por la gracia divina, que acepta una verdad de orden sobrenatural.
El acto de fe del hombre es un asentimiento de la inteligencia, voluntariamente aceptado, bajo el influjo de la gracia, con el que creemos y tenemos por verdadero lo que la Iglesia nos propone como revelado por Dios.
No es contrario ni a la libertad ni a la inteligencia del hombre confiar en Dios y creer las verdades que Él ha revelado, como dicen algunos; porque si creemos y confiamos en las personas, es mucho más lógico creer y confiar en Dios, que no puede engañarse ni engañarnos.
“La certeza que da la luz divina es mayor que la que da la luz de la razón natural” (Santo Tomás de Aquino).
Los principales pecados contra la fe son: la infidelidad, la apostasía y la herejía.
6. CLASES DE FE SUBJETIVA
La fe subjetiva se divide en fe habitual, actual, implícita, explícita, viva y muerta…
Fe habitual es el hábito permanente y sobrenatural de creer del cristiano. Es la fe que recibimos en el bautismo y que se desarrolla con la gracia santificante y la formación cristiana durante toda la vida.
Fe actual es el acto sobrenatural de adhesión personal del hombre a Dios, que el creyente adulto debe repetir frecuentemente en su vida.
Fe implícita es aquella por la que el cristiano cree todas las verdades de fe, profesada en una fórmula general: “Creo cuanto Dios ha revelado”.
Fe explícita es aquella por la que el cristiano cree cada una de las verdades reveladas, profesada en una fórmula particular: “Creo en el infierno”.
Fe viva es la del creyente que cree todo cuanto Dios ha revelado, vive en gracia de Dios y hace buenas obras.
Fe muerta es la del creyente que vive en pecado mortal.
7. PROPIEDADES DE LA FE SUBJETIVA
Para que la fe subjetiva sea auténtica, el acto de fe del creyente ha de ser: sobrenatural, libre, firme, universal y constante.
La fe es sobrenatural si el asentimiento de nuestra mente a la Revelación divina se hace bajo el influjo de la gracia, apoyado en la autoridad de Dios, y no sólo por razonamientos racionales.
La fe es libre si la adhesión a Dios la hacemos con nuestra libre voluntad y no movidos por una necesidad interior de la voluntad, ni por una coacción exterior.
La fe es firme si el asentimiento a las verdades reveladas excluye toda duda o vacilación voluntaria y resiste y supera todas las tentaciones contra la fe.
La fe es universal si aceptamos todas las verdades reveladas por Dios, tal y como la Iglesia las enseña.
La fe es constante si el creyente da testimonio de ella y está dispuesto a sacrificar todo, hasta la propia vida, antes que negar o rechazar alguna verdad de fe.
La fe es un don gratuito que Dios hace al hombre. Este don inestimable podemos perderlo. Ya San Pablo advertía a Timoteo: “Combate el buen combate conservando la fe y la conciencia recta; algunos por haberlas rechazado, naufragaron en la fe» (1 Tim. 1, 1819).
8. NECESIDAD DE LA FE
La fe es absolutamente necesaria para salvarse. El Señor Jesús lo manifestó con estas firmísimas palabras: “El que crea y sea bautizado, se salvará, el que no crea se condenará” (Mc. 16,16).
“La fe es el comienzo de la salvación del hombre, el fundamento y raíz de toda justificación, sin la cual es imposible agradar a Dios” (Concilio de Trento; D. 801).
La fe sola no salva al creyente. Es necesario que a la fe acompañen la gracia santificante y las buenas obras. Se necesita la fe viva, “la fe que actúa por la caridad” (Gal. 5,6), porque la fe sin la gracia y las buenas obras “es una fe muerta”, como dice el apóstol Santiago: “Ya veis cómo el hombre es justificado por las obras y no por la fe solamente” (Sant. 2,24).
“La fe es un gusto anticipado del conocimiento que nos hará bienaventurados en la vida futura”. (Santo Tomás de Aquino).

Pingback: Artículos de la semana (2/4/2014) | Blog del P. Manuel Martínez Cano
Gracias me esta sirviendo
Gracias me esta sirviendo en mi estudio