Capítulo 25

En qué consiste la paz firme del corazón
y el verdadero aprovechamiento

Jesucristo.- 1. Hijo, yo dije: «La paz os dejo, mi paz os doy; no la doy como la da el mundo» (Jn 14,27).
Todos desean la paz, mas no todos tienen cuidado de las cosas que pertenecen a la verdadera paz.
Mi paz está con los humildes y mansos de corazón. Tu paz la hallarás en la mucha paciencia.
Si me oyeres y siguieres mi voz, podrás gozar de mucha paz.jesus

El Alma.- 2. ¿Pues qué haré?
Jesucristo.- Mira en todas las cosas lo que haces y lo que dices, y dirige toda tu intención al fin de agradarme a mí solo, y no desees ni busques nada fuera de mí.
Ni juzgues temerariamente de los hechos o dichos ajenos, ni te entremetas en lo que no te han encomendado; con esto podrá ser que poco a poco te turbes.
Porque el no sentir alguna tribulación ni sufrir alguna falta de corazón o de cuerpo no es de este siglo, sino propio del eterno descanso.
No juzgues, pues, haber hallado la verdadera paz porque no sientas alguna pesadumbre; ni que ya es todo bueno porque no tengas ningún adversario; ni que está la perfección en que todo te suceda según tú quieres.
Ni entonces te reputes por grande o especialmente amado, cuando tengas gran devoción o dulzura, porque en estas cosas no se conoce el verdadero amador de la virtud, ni consiste en ellas el aprovechamiento y perfección del hombre.

El Alma.- 3. ¿Pues, en qué consiste, Señor?
Jesucristo.– En ofrecerte de todo tu corazón a la divina voluntad, no buscando tu interés en lo poco ni en lo mucho, en lo temporal ni en lo eterno.
De manera que con rostro igual, des gracias a Dios en las cosas prósperas y adversas, pesándolo todo con un mismo peso.
Si fueres tan fuerte y firme en la esperanza que, quitándote la consolación interior, aún esté dispuesto tu corazón para padecer mayores trabajos, y no te justificares diciendo que no debieras padecer tales ni tantas cosas, sino que me tuvieres por justo y alabares por santo en todo lo que yo ordenare, entonces andas en el recto y verdadero camino de la paz y podrás tener esperanza cierta de ver nuevamente mi rostro con júbilo.
Y si llegares al perfecto menosprecio de ti mismo, sábete que entonces gozarás de abundancia de paz, cuanto cabe en este destierro.